De cuidados y dignidad en tiempos de pandemia ideológica

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Foto de EFE (Luca Piergiovanni)

Acabamos de cerrar un año singular en el que hemos sido sacudidos por una enfermedad que, lejos de remitir, se empeña en arrebatarnos. Comenzamos un nuevo periodo en el que ponemos la mayor de las esperanzas en una vacuna que avanza lentamente hacia nuestras venas.

Prometimos construir una nueva realidad, aprender de la separación, del dolor y de la muerte y la única respuesta que nos hemos dado es seguir siendo tan miserables como años atrás, como décadas atrás, como siglos atrás. La imposibilidad del contacto directo ha propiciado un crecimiento de la realidad virtual, y las redes y los encuentros on line han sido el caldo de cultivo perfecto para los odios y las fobias, dejando arrinconadas las filias en un lugar recóndito del corazón.

El colectivo LGTBI no ha sido inmune ni a esta pandemia si a sus consecuencias y ha sido atravesado por alfileres de odio procedentes del exterior y también nacidos de sus propias filas, que han tenido a la realidad de las personas a trans y a las familias creadas a través de la gestación subrogada como sus principales dianas.

Cuando en este país, hace unos meses, se abrió una brecha de esperanza gracias a la una ley que protegerá y garantizará derechos a las personas LGTBI, a todas las personas LGTBI y a sus familias, surgió de un averno supuestamente feminista una marejada de transfobia que no sólo niega el derecho de autodeterminación de las personas trans sino que ha arremetido contra todo el colectivo LGTBI, contra las entidades y los activistas, por la defensa de aquellas, aquellos y aquelles que más necesitan de apoyo  compromiso. Con una crueldad indomable se han cebado especialmente con la infancia trans, negando su existencia y lanzando bulos sobre el uso de medicamentos por parte de estas criaturas, mofándose de su dolor y de su descubrimiento a la vida.

Estas supuestas feministas, a las que no les gusta que se les califique como TERFS, han derrochado ironía sobre la existencia de personas no binarias, han magnificado supuestos delitos de mujeres trans sobre mujeres cis y han atacado al ministerio que promueve la norma y a la Dirección General que la sustenta, porque las únicas mujeres feministas son ellas, las que piensan como ellas y las que actúan con la maldad y la ligereza con las que ellas actúan.

Nacidas en el seno del partido socialista (aunque también las hay en formaciones situadas más a la izquierda del partido del puño y la rosa), se sienten con el poder de una ideología dominante y actúan como apisonadoras de personas y dignidades. Y han conseguido un aliado antinatural en la extrema derecha, que las jalea y las embadurna en halagos almibarados de dictadura.

Frente a esta pléyade de viejas glorias de un feminismo caduco se alzan mujeres que, desde un feminismo humanista y social, se sitúan junto a sus compañeras trans y afirman que el feminismo será transincluyente o no será. Y son muchas y son libres.

Lo que se está empezando a echar  de menos es una respuesta constante y rotunda del movimiento LGTBI, que por razones ignotas, evita el enfrentamiento público con estas próceres venidas de siglos atrás y sigue centrando su acción política de respuesta en la extrema derecha. Se trata sin duda de una estrategia política en pos de conseguir la ansiada ley. Pero los ejercicios maquiavélicos no siempre dan buen resultado en política y están dando razones a una parte del movimiento trans que, desde hace años, clama por separarse de lesbianas, gays y bisexuales. Divididas nunca llegaremos, divididas solo conseguiremos que la alianza TERF-Ultraderecha adquiera más relevancia social y política.

Se está dañando la dignidad de las personas trans y no están dando frutos las políticas de cuidado dentro del colectivo.

De forma paralela, aunque con más recorrido en el tiempo, se mantienen las posturas surrófobas que niegan la legalidad y la naturalidad de las familias LGTB formadas por gestación subrogada. Frente a cierta pasividad desde la trinchera de la ultraderecha, es este supuesto feminismo TERF el que mantiene activa la batalla. Las mismas personas, las mismas entidades, el mismo odio.

No está todo dicho sobre la gestación subrogada en la esfera pública de este país y no todo lo que se dice es cierto. Quien se posiciona en contra niega que haya países con larga tradición democrática y en la defensa de los derechos de las mujeres que han dado respuesta legal a esta realidad, siguen afirmando que sólo acceden a ella mujeres con necesidades económicas y siguen situando como blanco de la diana a hombres gays, aunque son parejas heterosexuales las que mayoritariamente recurren a esta técnica de reproducción asistida.

Y quienes se posicionan a favor siguen afirmando que es casi imposible que un hombre o una pareja de hombres pueda ser padre en este país por otro método, no ponen sobre la mesa los países en los que los derechos de las mujeres son vulnerados y atacan a las entidades LGTB por no posicionarse a su favor.

Es este un dialogo adulterado, en la que ninguna de las partes acaba diciendo la verdad, toda la verdad que poseen, y por ello es imposible llegar a conclusiones acertadas que poder trasladar al conjunto de la opinión pública.

En este caso, de nuevo, la mayor parte de las críticas proceden del partido fundado por Iglesias Posse. Si siguen negando derechos a minorías sociales van a  tener que ir pensando en cambiar de asiento en el hemiciclo.

Y este dialogo viciado se ha trasladado también a las entidades LGTBI, las que apoyan y las que no. Nadie, o muy pocas personas, dicen toda la verdad y así nos va.

De nuevo se vulneran dignidades y se obvian las políticas de cuidado, dentro y fuera del colectivo, dentro y fuera de la izquierda política, dentro y fuera de nuestras casas.

En ambas realidades hay un pequeño grupo, mucho más vulnerable, que asiste con los ojos muy abiertos a estos envites dialecticos: los niños, las niñas y les niñes. A la infancia trans no se la deja ser, a la infancia de familias LGTB creadas por gestación subrogada no se la deja ser feliz. Se repite una foto fija que muchos sectores de este país mantienen como si en ello les fuera la vida: todo para la infancia pero sin la infancia. Se habla sobre ella, se le quita o se le conceden derechos en leyes, se estudia y se clasifica, pero no se le escucha. La infancia tiene voz, tiene derecho a ser oída, pero es constantemente ninguneada por una sociedad de adultos que se cree con el derecho de arrebatarles la palabra por ser menores de edad.

Todas estas personas, a las que se creen que trabajan de forma ecuánime en defensa de los derechos de la infancia, les convendría gravar en sus conciencias los artículos 12, 13, 14, 15, 16 y 17 de la Convención de los Derechos del Niño. De lo contrario perpetuarán una sociedad adultocrática que respeta los derechos de toda sociedad menos de quienes aún no han cumplido los 18 años.

Ha comenzado un nuevo año y parece que nada hemos aprendido de la pandemia y de sus consecuencias. Sólo con la aplicación de una política de cuidados y la protección de la dignidad de las personas podremos conseguir una sociedad más justa, diversa e igualitaria. Aunque pensemos de manera diferente es posible hacerlo y debería ser de obligado cumplimiento en la parte progresista de la sociedad, en el activismo, en el feminismo, en quien se autodefine como de izquierdas.

Si creemos en lo un día nos dijo Pedro Zerolo: En su modelo de sociedad no quepo yo, en el mío sí cabe usted, debemos aplicarlo con todas sus consecuencias y no solamente cuando sacamos provecho particular.

Tengan todos ustedes un buen año. Yo no pueden dejar de desearnos que sea el momento en el que la ciencia acabe con la pandemia vírica y la política de cuidados y de protección de la dignidad acaben con la pandemia ideológica.

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