¿Quién teme a lo queer? – Cuerpos al borde de un ataque político

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

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«Desnudo romantico» by buscatus is licensed under CC BY-NC-SA 2.0

Mi cabeza está reaccionando ahora a todo eso que sufrí años atrás,

pero mi corazón me dice que podré con ello,

que haré lo que ha hecho siempre mi gente: sobrevivir.

Roberta Marrero.

 

Vimos pasar el avión por encima de nuestras cabezas, muy cerca, tumbades sobre la hierba. Tú te quitaste la camiseta y yo hice como que no pasaba nada. Hace calor. Sobre todo para ser febrero.’Hace calor, eso es verdad, y parece desde aquí que podríamos tocar el avión con las manos. Qué bien se está al sol del fin del mundo en este preciso momento.

Tu cuerpo, como el previctoriano que describe Foucault en Historia de la Sexualidad I, se pavoneaba de ser cuerpo. Tu carne era un desborde, un despliegue que no encajaba y presumía de ello. Tu cuerpo era, en fin, demasiado cuerpo, y yo me pregunté si no debería ser siempre así, si no deberíamos pavonearnos de escapar de la norma que clasifica a los cuerpos y estigmatiza por defecto. A la vez ese sol abrasador de invierno y drama climático me quemaba la nariz, y a la vez ese avión extrañamente bajo podría habernos lanzado una bomba mortal. Porque ser cuerpos ahí es exponerse. Porque el cuerpo es la frontera misma y el extremo encarnado de la posibilidad. Porque poner el cuerpo es inevitable, es en definitiva el estar en el mundo, y el mundo no es más que una colección de narrativas y ficciones políticas que nos van a señalar como excesivas o defectuosas. El cuerpo nunca encaja en la palabra, es la vida que se escapa a la condición.

Ojalá poder pavonearse siempre. Ojalá encarnar siempre un cuerpo empoderado ajeno a los esquemas de empoderamiento capitalista, que se atreve a exponerse al mundo y dice eh, estoy aquí, me das igual. Ojalá no estar sometides por la condición, la marca, la estructura, el estigma, el contexto. Ojalá no ser históricas si eso nos hiciera libres. Ojalá no cargar sobre los hombros las genealogías del cuerpo, ojalá ser sólo cuerpo presente, pero no lo somos. Ojalá no estar siempre al borde de un ataque político. Ojalá incluso no ser sólo borde o frontera, ser más que un cuerpo/recurso, ser más que lecturas previas, que establecimientos antiguos. Ojalá ser cuerpos colectivos, aliados, que no son iguales ni quieren serlo. Ojalá ser sólo autodeterminación y performance, pero no lo somos.

Somos híbridos agentes encarnados esparcidos sobre un contexto pragmático normativo. Somos un contenedor de experiencias, heridas, traumas y placeres, fortalezas y vulnerabilidad. Somos la vida que se escapa entre las fisuras de las definiciones categóricas. Entre los puntos ciegos del binarismo que pretende el control del significado se escurre, queramos o no, nuestro organismo en tránsito. El cuerpo siempre se escabulle, nunca cumple aunque lo intente, y debería pavonearse, desde luego, por algo así. Deberíamos pavonearnos de ser la prueba encarnada del fallo en el sistema. Pero al contrario demasiadas veces nos causa vergüenza o temor.

Y demasiadas veces se erige orgulloso cuando cumple (o así lo cree) una definición correcta de lo que un cuerpo debe ser. Pavonearnos como cuerpos erróneos sería la más dulce venganza contra la opresión del significado y sus estructuras. Ojalá no cargar con las memorias que nos han convertido en estos cuerpos desechables, que nos han hecho comprender que tenemos que pelear por sobrevivir. Ojalá no habitar nuestro cuerpo vertido como significante adverso, sobre la violencia, en la periferia, en el desahucio, en el fondo del mar. Ojalá fuera bastante ser un cuerpo para saber todo lo que puede, ojalá no tener siempre el temor de que no pueda más.

Parecía que podíamos tocar el avión, y parecía que no íbamos a tener que poner el cuerpo ahí, otra vez, frente al ataque político que creíamos superado. Pero ya sabemos que en el campo de batalla narrativo que habitamos no hay progreso o regresión, no hay avance o retroceso. Hay cuerpos ahí y ficciones políticas que recrean y resignifican imaginarios sociales. Hay fragmentos en contexto, hay piel, memoria, cicatrices y esperanza. Ojalá poder aportar algo más sobre los ataques a los cuerpos, sobre el estado de la cuestión, sobre las teorías y los falsos debates, algo distinto e iluminador que apaciguara la erosión de la herida, algo que hiciera desaparecer la crispación. Ojalá una solución fantástica sobre las fisuras y la vida que se escapa, pero yo sólo pensaba eso mientras trataba de coger el avión con las manos: que debería ser siempre así, que deberíamos pavonearnos de ser cuerpos.

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