Diario de dos papás: “sangre y apellidos” (página 10)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Estamos en la página 10.

Foto: susanjanegolding

Querida hija, querido hijo, queride hije, pronto formarás parte de una familia con la que compartirás todo menos la “sangre” y los apellidos. Sigue habiendo en esta sociedad nuestra un tímido (o quizá no tanto) prejuicio ante la parentalidad que no te asegure la permanencia absoluta del menor en el seno familiar. La batalla de lo genético y de la filiación aún está por ganar y con ella la de asumir el significado real del término familia.

Es evidente que no todo el mundo está preparado, capacitado o quiere ser madre o padre por acogimiento. Tampoco existe la obligatoriedad, respirar con tranquilidad.

El asunto de la genética en el seno familiar sigue siendo un tabú que arrastra a lastimosas preguntas a aquellas personas o parejas que no comparten material biológico con sus descendientes. Innumerables son las parejas de mujeres que se enfrentan cotidianamente con la pregunta ¿Quién es la madre? Ya, ya, pero la madre de verdad…. Está el panorama como para explicarle a esta ciudadanía tan inquieta y tan curiosa en que consiste el método ropa. Viviendo con con esta inquietud, que normalmente destaca en las filas heterosexuales, tengo yo la perturbadora duda de si todos los niños y niñas de estas parejas heteros que necesitan la ayuda médica para poder concebir, y que en muchos casos utilizan un material genético no propio, dan a conocer a su entorno esta circunstancia y, lo que es más importante, si sus hijos e hijas conocen sus orígenes. Quizá nos demos un importante susto y una triste decepción.

Desde que decidimos ser nuevamente padres, y serlo a través del acogimiento se supone que estas dos cuestiones: la sangre (o la genética) y los apellidos (o la filiación) pasaban un discreto segundo plano, mejor, pasaban a considerarse como algo sin relevancia alguna en nuestra vida familiar.

En cuanto a la genética, nuestro primer hijo nos ha evidenciado que se parece tanto a nosotros en sus formas de hacer, de comportarse o de hablar, que nos preguntamos si esto de la genética puede transmitirse por osmosis. Yo me reconozco en mi hijo y no sé si es bueno o es malo, pero así es. Por tener hasta tenemos la misma marca de nacimiento en el misma parte de nuestra anatomía: “A menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción. Esos que se menean con nuestros gestos…” bendito Serrat que de una manera tan dulce refleja la necesidad de perpetuidad que parece que todos padecemos y que vehículamos a través de la descendencia.

Y en lo que se refiere a lo de los apellidos, siempre he creído que sólo son una concatenación de letras que nos lanzan al azar cuando nacemos; perpetuar rancios abolengos no es mi estilo de vida y como no tengo grandes patrimonios materiales que transmitir de generación en generación, tienen una consideración muy secundaria en mi existencia. El preexistir y la continuidad más allá de la propia vida no me produce una satisfacción suficiente para que importunen las ganas que tengo que ver el capítulo final de la serie que me gusta o que llegue el fin de semana para poder levantarme después de las 7 de la mañana.

Lo que se esconde detrás de esta necesidad de tus hijos tengan tus apellidos, no es mas que el temor de que esas criaturas abandonen el espacio familiar. Y aquí es donde entra en conflicto la función que tenemos las madres y padres, que no es otra que facilitar que las hijas, hijos e hijes nos dejen para empezar a ser por sí mismos. Existe la posibilidad de que un hijo adoptivo vuelva con su familia de origen, está ahí y hay que asumirlo con naturalidad y prepararse para el inevitable duelo. Pero también existe la posibilidad de que un hijo muera en la adolescencia y eso no impide que sigamos queriendo ser madres o padres. Y para que no surjan dudas, el primer caso que he expuesto es un episodio positivo para el menor y el segundo la mayor desgracia que escribirse pueda. Pero, en todo caso, es la vida, la maravillosa vida, que está teñida de negros y de blancos, de risas y de lágrimas.

Nosotros estamos preparados para asumir como hija, hijo o hije a un pequeño ser humano que no heredará ni nuestros genes ni nuestros apellidos. El proceso no es sencillo, pero tampoco es doloroso, simplemente es asumir que ser padres (en nuestro caso) va más allá que un análisis genético o un libro de familia.

Por eso, querida hija, hijo o hije, formarás parte de una familia con la que no compartirás genes ni apellidos, pero prometo, prometemos tu papi, tu hermano y yo, compartir contigo risas y juguetes, noches en vela por la tos, juegos interminables en parques de arena, palomitas en sesiones de películas de dibujitos, baños de espuma los fines de semana, visitas a las abuelas amorosas que la vida te regalará, deberes en las tardes frías de invierno, juegos de mesa y plastilinas al anochecer, viajes en carreta con paisajes cambiantes, algodones de colores en parques temáticos, manos en la frente cuando suba la temperatura, rabietas y llantos tirados en el suelo, noches mágicas de reyes, tiritas en las rodillas, abrazos y besos que humedecen labios y mejillas, esperas nocturnas del ratoncito Pérez… compartiremos vida contigo, preciosidad, compartiremos amor hasta que tus circunstancias te obliguen a volar de nuestro lado y nosotros, tus padres, sentados en su ocaso, y viéndote partir, esbozaremos una sonrisa de dulzura y sabremos que el futuro será tu mejor aliado. Y tendremos la conciencia satisfecha por haberte dado alas o permitirte que otras personas te las den.

Querida hija, hijo o hije, la casa te sigue esperando. Aquí estamos tus dos papás,  embarazados y con miedo, y un hermano mayor que te querrá, aunque no seas niño y blanco. No somos ni héroes ni villanos, sólo aspiramos a darte lo mejor, colegio incluido, y en la espera nos hacemos fuertes amasando el tiempo futuro. Un futuro que ya es presente con la resolución de idoneidad, con el activismo gravado en la piel como esperanza de tiempos mejores y sabiendo que nuestra sangre o nuestros apellidos no es lo menor que podemos ofrecerte.

 (Continuará…)

Los comentarios están cerrados.