En el bullying, el silencio mata

Por Charo Alises (@viborillapicara)

Imagen de Yessbell Chaves (Flickr)

“Tuve un periodo bastante agobiante. Yo, solo llegaba a casa, me ponía a llorar, llegaba al cuarto, no quería salir del cuarto. Durante mucho tiempo quería arrancarme la piel porque tenía un sentimiento profundo de odio hacia mí mismo”

“Mi primer año escolar fue lo peor, lo peor… Siempre que pasaba yo era como todo lo que es la fila: “¡Tápate el culo, tápate el culo!”. Me sentía no mal, sino peor que mal. Nadie puede imaginarse lo que es sentir el desprecio de toda una clase no por lo que hagas, ni por tu aspecto físico, que podemos cambiarlos, sino por algo tan profundo como tu sexualidad”

“Recuerdo haber bajado a los baños de chicas y había en una de las puertas: “Hay que matar a la secta de las lesbianas”. Estaban mis iniciales puestas y las de mi novia”

“El peor momento fue cuando un niño del colegio (12 años), de un grupo que me estaba acosando, dijo: “Joder, cómo nos pasamos, si yo fuera él, me pegaba un tiro”

Estos son algunos testimonios de las víctimas  de bullying  por orientación sexual e identidad de género.

Estos, en concreto son del informe de la FELGTB Acoso escolar homofóbico: Fracaso del Sistema Educativo.

La  Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE) y la iniciativa educativa infantil ‘Copa COVAP’, con motivo del Día Mundial contra el Acosos Escolar, advierten que el 80% de los casos de acoso escolar no va acompañado de la apertura de un protocolo para su investigación.

Este dato implica que solo en el 20% de las situaciones de bullying se inicia un proceso para tomar las medidas de urgencia necesarias gracias a la insistencia de las familias. La inacción de los centros educativos frente a situaciones de acoso escolar puede depararles responsabilidades penales y civiles.

Respecto a las responsabilidades penales, el personal docente que -a sabiendas de la existencia de una situación de bullying- no tome las medidas oportunas para proteger a la víctima incurrirá en los delitos de omisión del deber de socorro del artículo  195 del Código Penal y  otro delito de omisión de impedir o perseguir delitos, del artículo 407 del mismo texto legal.

En cuanto a la responsabilidad civil, la pasividad de los centros  frente al acoso escolar puede conllevar que sean  condenados a indemnizar a la víctima por los daños morales derivados del bullying que haya sufrido.

Según el III Estudio sobre Acoso Escolar y Ciberbullying de la Fundación ANAR y la Fundación Mutua Madrileña, los padres desconocen que sus hijos sufren bullying porque el 34,2% de los menores de edad no lo cuenta. El silencio es el gran enemigo a la hora de combatir el acoso escolar ya que impide la protección de la víctima que acaba inmersa en una profunda soledad y se siente desamparada  ante la situación que sufre. Un escenario de absoluto hermetismo en casos de bullying, puede ocasionar  secuelas irreversibles  y desembocar en . suicidio en casos extremos.

En el  bullying hacia el alumnado LGTBI el silencio puede ser un problema aún más profundo debido a la incomprensión del profesorado y la familia cuando no aceptan la orientación sexual o la identidad de género de la víctima, ya que en estos supuestos los menores no se atreverán a verbalizar el acoso que sufren para evitar que su orientación sexual o su identidad de género sean objeto de reproche por parte de  sus entornos más cercanos.  Esto aparece reflejado en los testimonios recogidos en el, ya citado,  informe Acoso escolar homofóbico: Fracaso del Sistema Educativo de la FELGTB:

  • “El profesorado casi siempre se mantenía al margen, y cuando intervenía te hacían a ti sentirte culpable de no saber integrarte en la comunidad educativa”.
  • “Mucho acoso escolar homofóbico era claramente visible por los profesores y nunca vi que hicieran nada por evitarlo. Me insultaban y los profesores pasaban de largo”.
  • “Mi infancia transcurre así, entre escurrir el bulto por parte del profesorado, decirles a mis padres que había problemas conmigo y que me mandaran al psicólogo. Yo creo que los profesores de primaria fueron los que hicieron menos”.
  • “En el colegio me siento segura hasta cierta parte… no puedo cruzar unos límites. Escriben cosas en la pizarra, como “Inés bollera” y cosas por el estilo. Me consta que mi tutora del año pasado vio esas pintadas y las borró como si nada”.
  • “Desgraciadamente voy a un colegio de jesuitas, donde la homofobia se respira todos los días en el ambiente. Especialmente por nuestro tutor, que es cura, que suele dedicar horas enteras alimentando tópicos de los homosexuales mediante indirectas”.
  • “Le quise explicar a mi profesor de filosofía. Le dije que era transexual y que no me tratara de señorita porque no me gustaba y no lo hiciera más. El tío se lo tomó a coña”.
  • “Entonces me voy a cambiar, y entonces los chicos no me dejan entrar. Dicen que soy gay, que no quieren que entre. Que me voy a fijar en sus cosas, que tal… que no sé qué, que no sé cuantos…, que me cambie en el de las chicas. Entonces yo, llorando, fui al profesor de educación física, y entonces, estas palabras nunca se me olvidarán. Dice: “Si tú eres gay, total, cámbiate en el de chicas”.
  • “Siempre buscabas el refugio del profesor de turno para que pararan de hacerte burla o de burlarse en clase, y no obtenías respuesta, incluso a veces te recomendaban… te decían como que lo provocabas”.
  • “Me cogieron entre tres personas, cuyos nombres y apellidos recuerdo perfectamente y me pusieron en medio del vestuario y todos los chicos de clase, no todos, algunos, 7 u 8, me empezaron a orinar encima. Me pusieron en el suelo, me empezaron a orinar encima, diciéndome: “Arturo es mariposo”, y a reírse. Pues recuerdo que del escándalo que se formó, de que la gente se estaba riendo y tal, el profesor entró y vio lo que estaba pasando y se fue”.
  • “Me sentía solo totalmente, vamos. De hecho, llegué a pensar que mi padre me podía llegar a matar. Tenía miedo por las noches.”
  • “Mi familia también me maltrataba hasta el punto de echarme de casa con lo puesto”

Todo lo anterior hace que para la víctima de bullying LGTBI sea muy complicado pedir ayuda al profesorado y  a la familia.

En cuanto al  silencio de los compañeros es muy probable que el  bullying sea conocido por gran parte del alumnado, que se mantendrá en silencio por  no “chivarse”. Además, en casos de acoso escolar LGTBI, puede que nadie quiera ayudar a la víctima para no contagiarse del estigma que recae sobre ésta por su orientación sexual o su identidad de género. Es necesario sensibilizar al alumnado para que tome conciencia de que deben  romper el silencio y denunciar el acoso para evitar que la víctima siga sufriendo. Educar en la empatía, la solidaridad y el respeto a la diversidad es fundamental para erradicar el bullying.

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