Visibilizar la bifobia

Por Marcos Ventura Armas (@MarcosVA91) Licenciado en Derecho y activista Gamá, Colectivo LGTB de Canarias

Marcos y Rita en el ‘Día de la Visibilidad Bisexual’ de Las Palmas de Gran Canaria (2016)

Este 23 de septiembre celebramos, un año más, el Día de la Visibilidad Bisexual, y un año más, esta fecha pasará sin pena ni gloria y sin que la mayoría de las personas lleguen a enterarse siquiera. Pero es una reivindicación absolutamente necesaria que tenemos que hacer llegar a la sociedad. Las personas bisexuales tenemos una orientación sexual específica, que sufre de una discriminación específica: la bifobia. Esto hace que se necesiten medidas también específicas para luchar contra ella.

Son muchas las características que hacen de la bifobia una realidad diferente de la homofobia, pero dos de sus distintivos principales son que está muy extendida dentro de la propia comunidad LGTB, disminuyendo los espacios seguros para las personas bisexuales, y que tiende a negar la existencia de la propia bisexualidad.

Como activista bisexual, he tenido que recorrer un largo camino para llegar hasta donde estoy y superar mi propia bifobia interiorizada. Desde que descubrí, iniciando mi temprana adolescencia, que sentía atracción hacia hombres, más que hacia las mujeres, viví en la indefinición. Nunca pude definirme como gay porque el concepto me quedaba estrecho, sabía que mi orientación iba más allá, pero tampoco podía definirme como bisexual, pues en mi mente la persona bisexual debía sentir atracción exactamente igual por hombres y por mujeres. Y eso a pesar de que en el instituto, tras dos intentos fallidos de acercamiento hacia un chico y una chica respectivamente, sufrí acoso bifóbico. Me excluyeron y me señalaban con el dedo mientras se burlaban diciendo “Marcos es bisexual”. Se ve que lo tenían más claro que yo mismo.

Hasta que me inicié en el activismo LGTB y un día fui a las Jornadas Jóvenes de la FELGTB “Jóvenes sin armarios” en Zaragoza. Asistí a una mesa redonda sobre bisexualidad. Allí descubrí la definición exacta de bisexualidad (que al área bisexual de la FELGTB le costó muchos años de sesudos debates consensuar) y que es:

La orientación sexual de quienes sienten atracción sexual, emocional y/o romántica hacia personas de más de un género y/o sexo, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera ni con la misma intensidad.

Por fin pude, derribando mitos acerca de la bisexualidad, encontrar una palabra que me definiera. Porque la bisexualidad no es otra cosa que la orientación sexual de las personas que no son monosexuales, es decir, aquellas que no sienten atracción exclusivamente hacia un único sexo o género, que no son ni heterosexuales ni homosexuales. Y así como a las personas monosexuales pueden atraerles más las altas que las bajas, las gordas que las flacas, o las morenas que las rubias, a mí simplemente me atraían más los hombres que las mujeres, pero ningún sexo ni género quedaba excluido de mi posible atracción.

Fue una experiencia realmente reveladora poder encontrar una palabra que definiera mi realidad, sentir que esa realidad era compartida por otras personas y poder conceptualizarme y entenderme mejor a mí mismo. Pero el subidón me duraría poco. Pronto descubrí que el monosexismo, la estructura ideológica que presupone que todas las personas son monosexuales y que las orientaciones monosexuales son las únicas válidas, me tenía preparada unas desagradables sorpresas en forma de bifobia de mi entorno.

Tuve que salir del armario como persona bisexual con cerca de 20 años. Por ese entonces las personas que me rodeaban sabían que me atraían los hombres pero solo unos pocos que me atraían las mujeres. Mis amigos heterosexuales, con los que había hablado de mi atracción por las mujeres porque había surgido el tema, aceptaron mi salida del armario con poca dificultad. La parte más difícil llegó con mis amigos homosexuales, con los que nunca había surgido el tema de mi atracción hacia las mujeres. Algunos me dijeron que estaba confundido. Otros me dijeron que quería parecer más guay o aceptable (que es un rasgo característico de la bifobia de las personas homosexuales, pensar que por “tener una parte hetero” hay mayor aceptación de la bisexualidad). Todos me negaron mi identidad.

Después llegaron las discusiones con otras orientaciones no monosexuales (fundamentalmente pansexuales), que trataron de definirme como binarista o transfóbico (es decir, que me atraían en exclusiva solo los hombres y las mujeres cisexuales), negando también mi identidad por la vía de redefinirla según sus propios intereses. Y el resto de los estereotipos que acompañan a la bisexualidad, que son muchos.

Pero también tuve sorpresas agradables. Mi salida del armario permitió a muchas personas de mi entorno confesarme su bisexualidad, a pesar de que oficialmente siguen en el armario, mostrándose como heterosexuales u homosexuales. Vinieron a mí en busca de apoyo y comprensión, y muchas pudieron definirse como bisexuales gracias a la reflexión conjunta que pudimos hacer, alguna incluso salió del armario. Todas se han sentido menos inseguras e incómodas tras entenderse mejor y poder compartir su realidad con alguien que la entiende.

Por esto es tan relevante que demos visibilidad a la bisexualidad, la más invisibilizada de las orientaciones sexuales. Solo haciéndolo podremos romper los mitos sobre ella en los que se basa gran parte de la discriminación que sufrimos las personas bisexuales. Y solo haciéndonos visibles, tanto las personalidades públicas como las personas anónimas dentro de nuestros círculos, podremos generar referentes que permitan a los demás vivir fuera del armario.

Les aseguro que se respira mucho mejor aquí fuera.

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