Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar
Estos días se han incorporado al curso escolar 2017/2018 la casi totalidad de las alumnas y alumnos de Educación Infantil y Primaria (en Baleares, Cataluña y Extremadura lo harán a lo largo de la semana). El 25 de septiembre ya estarán delante de sus pupitres todos los menores españoles de 3 a 18 años que, a buen seguro, trabajarán día a día para formarse entre el maremagnun de siglas y asignaturas que los envían hacia el futuro, que nos preparan al conjunto de la ciudadanía para el porvenir.
Algunas de las madres y los padres que hemos acomodado sus mochilas, planchado su ropa y llenado sus plumieres de confianza, sueños y respeto al profesorado, hemos respirando hondo en el momento de dejarlos en la puertas de sus centros, tratando de espantar el fantasma de la incomprensión, la violencia o el acoso para los próximos 10 meses.
Esos padres y esas madres somos lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, y aunque pareciera que nuestra orientación sexual no debería interferir en el deambular de nuestros hijos en las aulas, la realidad nos está demostrando que esos seres que hemos parido, engendrado, adoptado o acogido están expuestos a una falla del actual sistema educativo.
Ya hemos comprobado que los libros de texto del próximo curso nos silencian (como lo hacen con las familias monoparentales, adoptivas, reconstituidas, de padres y madres separados…), por lo que nuestra esperanza reside en la responsabilidad educativa del profesorado, en la acción legislativa y pragmática de las administraciones educativas y en la labor incesante de las entidades LGTBI.
Es septiembre y es tiempo de esperanza, por ello, sin olvidar la reivindicación constante de la necesidad de que la Diversidad Familiar sea un contenido de obligado abordaje en todos los niveles educativos, desde educación infantil a educación secundaria, (y sí, las niñas y los niños desde los 3 años son capaces de asimilar perfectamente que en una familia puede haber un papá y una mama, dos mamás, dos papás, solo un papá o una máma… y con ello crecer como seres humanos, además de emprender una andadura en el roll de agentes socializadores que serán capaces de vivir una sociedad libre de muchos prejuicios, entre ellos la homofobia) es el momento de poner en valor a aquellos que en este país creen en la diversidad.
Creen en la Diversidad Familiar muchos docentes en los miles de centros educativos ya a pleno rendimiento, como Víctor Diez Mazo, maestro sevillano, quien, además de impregnar a sus alumnos con la sabiduría de la aceptación de la diferencia, es el autor de unos de los blogs más completos en recursos sobre diversidad familiar y afectivo-sexual. Necesitamos más profesorado como Víctor en la enseñanza, personas implicadas, consecuentes, investigadoras, comprometidas con su alumnado. Como él hay muchos, pero necesitamos más, los necesitamos a todos.
Creen la Diversidad Familiar profesionales de la abogacía y activistas LGTBI como Charo Alises, autora la Guía de actuación ante el Bulling Homofóbico en las aulas, publicada en papel en colaboración con la Delegación de Igualdad y Diversidad del Ayuntamiento de Marbella. Como ella hay muchas más, pero necesitamos que todos los juristas y ayuntamientos del país comprendan que este es el camino a tomar para alcanzar una democracia real en nuestros colegios.
Creen en la Diversidad Familiar muchas asociaciones LGTBI de la geografía peninsular, como ocurre con SOMOS LGTB+ de Aragón, región en la que trasladarán este curso a 2.800 alumnas y alumnos la necesidad de visibilizar las diferentes realidades familiares, el imperativo de normalizar los afectos y la conveniencia de establecer una base de respeto desde el inicio de la escolarización. Lo harán con los programas Colegios Arcoiris, Compacta e Iedas. En SOMOS, desde el activismo y el voluntariado, patean uno a uno los diferentes centros educativos buscando la receptividad y el compromiso de la comunidad educativa. El círculo perfecto se alcanzaría en las tierras del Ebro cuando el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón camine junto a estos activistas y abra desde arriba las puertas de colegios e institutos. Muchas otras organizaciones LGTB trabajan de similar forma, pero las familias homoparentales necesitamos que sean más, que todas aborden, junto a la diversidad sexual y de género, la Diversidad Familiar.
Creen en la Diversidad Familiar entidades nacionales como la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales) que ha editado la Guía práctica de herramientas y recursos educativos de Diversidad Familiar “Las familias en las aulas”, ofreciendo en ella más de 70 acciones reales para que todas las unidades familiares sean visibilizadas en los centros educativos. Además, esta federación está desarrollando actualmente, con motivo de la vuelta al cole, tres programas de ámbito nacional: Red Educa, Escuelas Seguras y Stop Bullying LGTB. Y No está sola, son muchas, pero es imprescindible que otras, que todas las organizaciones de carácter nacional que trabajan de una u otra manera en torno al hecho familiar, asimilen la heterogeneidad que puebla las calles de nuestras ciudades y pueblos.
Creen en la Diversidad Familiar administraciones como la Junta de Andalucía que ofrece al profesorado andaluz herramientas para abordar esta realidad en los centros de la región. Estos recursos están basados principalmente en las experiencias desarrolladas por la Delegación Territorial de Educación en Málaga en los dos últimos cursos escolares. Y no es la única, pero sí es necesario que todas las administraciones con competencias educativas sean conscientes de que la igualdad real solo se podrá alcanzar si se contempla la belleza de la multiplicidad que hay en los hogares españoles.
Porque esas madres y padres que hoy hemos madrugado con lápices de colores y libros nuevos, cuando vamos a recoger a nuestros hijos y nuestras hijas al colegio queremos ver niños felices, que no solo aprendan lo establecido en el currículo educativo, sino que sean reconocidos en su integridad, que el hecho de que tengan como progenitores a un gay, un lesbiana, un bisexual o una persona trans no sea motivo de conflicto ni de ocultación, que sea simplemente un dato más, sin importancia, sin consecuencias.
Y es por ello, que este curso escolar necesitamos más profesorado, profesionales, ongs, entidades nacionales y administraciones que fomenten la igualdad, la convivencia y el respeto. El elemento enriquecedor de la diferencia nos hará superarnos como sociedad y permitirá que nuestros hijos crezcan en paz.