Por Carolina Laferre (@TSM_es), de Trans·socialmedia – Identidades 3.0
El público asistente al Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado miércoles, nos relacionamos y consternamos con el estreno del último documental de Mario de la Torre que, en esta ocasión, ha reflejado una cruda realidad con absoluta claridad, golpeando sin prevaricar, sin usar un lenguaje confuso.
Este nuevo proyecto de La Primavera Rosa dice mucho sobre el “idílico” país de la samba y de sus costumbres sociales. Estadísticas que pueden ser difíciles de cuadrar con la imagen casi poética de Brasil como sociedad abiertamente tolerante, una nación que aparentemente nutre de expresiones de sexualidad sus días grandes de Carnaval y que cuenta con el mayor desfile del Orgullo Gay del mundo: São Paulo.
En un país familiarizado con la delincuencia, los brutales asesinatos mostrados en este excepcional cortometraje, destacan por el ensañamiento ejecutado sobre las víctimas: víctimas que fueron simplemente vituperadas y vejadas hasta la muerte, por tratarse de personas gays o transexuales. La violencia homófoba ha llegado a niveles de crisis epidémica, mientras el gobierno idealiza y promete igualdad y respeto para todos los brasileños. Actitudes contradictorias ante lo que podría contemplarse como un verdadero fomento de la violencia hacia la comunidad LGTB.
A medida que el documental se desentraña, las escenas toman un giro irreconciliable y cómplice de las escenas siguientes, aún más hostiles. No hace falta entender el mundo con una visión aguda para descubrir que el poder político participa de «ésa» impunidad criminal, de esa humillación llevada hasta los límites racionales. El lenguaje corporal del salvajismo más extremo domina la escena brasileña sin poder evitarlo, ausente de cualquier respaldo policial. El miedo al crimen violento permanece en la mente de muchos, a día de hoy.
Históricamente, Brasil ha sido uno de los primeros países en aplicar muchas de las políticas LGBT más progresivas. Además de constituirse país pionero de América Latina en reconocer las uniones del mismo sexo, también fue de los primeros en permitir la adopción entre parejas homosexuales.
Efectivamente: casi tres décadas después del reemplazo democrático tras una dictadura militar, Brasil ha introducido numerosas leyes y políticas destinadas a mejorar la vida de las minorías sexuales, aunque la violencia contra personas LGTB se siente cada vez más, mostrándose poco interés por crear programas de formación de ayuda para hacer frente a los prejuicios en la calle. No es un suceso actual: posiblemente se remonte a esa cultura del machismo, sumada a una clase de cristianismo evangélico muy franco en su oposición a la homosexualidad, un papel, cada vez más muscular. dentro de la política brasileña, que obstaculiza la legislación que castiga la discriminación y que ha aumentado las penas para los crímenes de odio en los últimos años.
La violencia en Brasil es tratada con indulgencia, tanto, que araña conciencias. Activistas brasileños señalan que las personas trans se enfrentan a la mayor brutalidad. Muchas de las víctimas son asesinadas… pero además mutiladas. Porque en Brasil, la violencia de género se dirige de manera desproporcionada de “macho a hembra”, máxime, si se trata de mujeres trans.
Mientras que las mujeres transexuales representan sólo el 10 por ciento de la población LGTB, sin embargo representan hasta el 40 por ciento de la violencia total a la que el colectivo se ve sometido.
Particularmente este documental me ha provocado un sentimiento de vergüenza equivocada, cruzándome de brazos, bajando la cabeza… y sintiendo dolor, mucha tristeza y dolor. Porque el activismo duele. Y también indignación. Porque algunas escenas no son el mejor panorama para la pasividad de un activista espectador. En Brasil, la tendencia contraria al respeto y la tolerancia se resume en el desarrollo de un discurso mucho más virulento, que bloquea el progreso en relación a una cuestión tan legítima como universal: el derecho a ser.
El documental, en su totalidad, silencia la palabra.
En Brasil si que está la cosa mal, y no aquí. Esto es el paraíso LGTB.
02 mayo 2017 | 23:17