Por Nayra Marrero (@nayramar)
Me gustan los besos. Los que me despiertan por la mañana o me despiden al dormir, pero también los que me acompañan durante el día.
Me gustan los besos con el salado del mar, el dulce de la sandía, el frescor del agua fría o el calor de la ansiedad. Me gustan los besos en la orilla de la playa, en la piscina, en los pasillos del supermercado, en un semáforo en rojo o esperando el ascensor.
Me gustan los besos libres, que surgen, que se encuentran, que se regalan o que tienen ganas de ser robados. Me gustan los besos cortos, los que se prolongan, los que acompañan caricias, miradas intensas o callan la boca, sobre todo si callan la risa.
Los besos no son todos iguales, aunque me gusten con todos sus matices. Lo que sé que no marca la diferencia es el sexo de quienes besan, aunque a veces sea determinante en los ojos de quienes miran.
-Mamá, ¿por qué se besan?
+Es el amor, cariño.
Esa misma conversación no puede ser distinta si quienes se encuentran entre besos son un chico y una chica, dos hombres o dos mujeres. Llamémoslo amor, quizá sólo sean ganas, pero el mismo amor, las mismas ganas, en los tres casos.
Por eso te pido que este verano, cuando tengas ganas de robar un beso, pienses si la libertad para darlo depende del género de los labios que no puedes quitarte de la cabeza. Si hay diferencia, tenemos trabajo pendiente.