¿De dónde surge llamar ‘lumbreras’ a una persona inteligente?

¿De dónde surge llamar ‘lumbreras’ a una persona inteligente?

A través de la página en Facebook de este blog, Manel Escudé me pregunta de dónde surge llamar ‘lumbreras’ a una persona inteligente.

El término ‘lumbrera’ (en singular) es utilizado desde la antigüedad para señalar a aquellos individuos eruditos que sobresalían por sus conocimientos de varias materias. El vocablo proviene del latín ‘luminaria’ cuyo significado literal es ‘lo que alumbra’, en clara referencia a las personas que brillan por su inteligencia y conocimientos (alumbran / iluminan de sabiduría a los demás).

Cabe destacar que es común escuchar decir el término ‘lumbreras’, con cierto retintín o tono despectivo.

Como nota curiosa, añadir que también se conoce como ‘lumbrera’ a las escotillas o claraboyas de ciertas embarcaciones o aperturas en los techos de algunas estancias que es por donde entra la luz.

 

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La leyenda urbana sobre Albert Einstein y sus malas notas de estudiante

La leyenda urbana sobre Albert Einstein y sus malas notas de estudiante Uno de los virales que más tiempo lleva correteando por las redes sociales y los blogs es el relato que explica que Albert Einstein de pequeño padecía tartamudez, tenía cierto retraso psicomotriz y problemas de aprendizaje (asegurándose que sacó unas pésimas notas durante su periodo de estudiante).

Pero en realidad el genio de la física y padre de la teoría de la relatividad (ganador del Premio Nobel de Física de 1921) no padeció ninguno de esos problemas, todo lo contrario, siempre fue un muy buen estudiante que sacaba unas notas más que aceptables.

No tuvo problemas de tartamudez, aunque sí que es cierto que empezó a hablar más tarde de lo que lo hacen otros niños, pero los expertos han confirmado que no se trataba de un retraso, sino un reflejo de su carácter introvertido, observador y reservado. Mientras otros hablaban el pequeño Einstein observaba, aprendía y memorizaba.

Entonces ¿de dónde surge que sacaba malas notas? Pues del modelo de calificación que se empleaba en Suiza, donde se trasladó para realizar sus estudios superiores. En el país transalpino se calificaba del uno al seis (siendo el uno la nota más baja y seis la más alta). Albert era de los que sacaban todo con seis y excepcionalmente algún cinco. Por el contrario, en Alemania (de donde era originario) la calificación en las escuelas era totalmente a la inversa: el uno era la nota más alta y el seis la más baja.

De ahí que sin tener en cuenta el método de calificación suizo, alguien (muchos años después) al ver las notas de Einstein llena de seises y algún cinco, pensó que había sido un pésimo estudiante y ahí nació el mito de las malas notas que en realidad nunca sacó.

 

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Aborrecer, aburrir y horripilante, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘los pelos de punta’

Aborrecer, aburrir y horripilante, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘los pelos de punta’

Nuestro cuerpo es una máquina, casi, perfecta el cual crea una serie de reacciones dependiendo del momento específico que estamos viviendo/experimentando: nos enamoramos y sentimos mariposas en el estómago, tenemos frío y tiritamos para mantener calientes nuestros órganos internos, sentimos calor y sudamos para refrescarnos…

Entre las muchísimas reacciones está la de erizarse el vello (ponerse los pelos de punta) cuando tenemos miedo o estamos pasando por un momento angustioso. Los responsables de esta ‘pilo erección’ son unas fibras musculares que tenemos en la base de cada capilar y que son conocidas como ‘horripiladores’ o ‘arrectores’ (músculos erectores), las cuales se contraen provocando que éstos se contraigan y levanten cada uno de los pelos (esto no solo ocurre con los momentos de miedo, también se produce la pilo erección con el frío, levantando los poros y causando el conocido efecto de la ‘piel de gallina’).

Pues bien, dejando de lado todo este proceso científico de nuestro organismo, ahora voy a centrarme en unos cuantos términos que utilizamos de forma habitual y que tienen el mismo origen etimológico que el vocablo ‘horripiladores’ el cual proviene de la unión de los términos latinos ‘horrēre’ (ponerse erecto / rígido) y ‘pilus’ (pelo) siendo su significado literal: ponerse el pelo de punta y que ha dado lugar a vocablos como ‘horripilante’, ‘horrible’ , ‘horror’, ‘horroroso’, ‘horrendo’ y ‘horrísono’; todos ellos con una relación directa con aquello que causa angustia o un miedo intenso.

Pero el término ‘horrēre’ también ha servido para dar origen a otras palabras que aparentemente no tienen nada que ver pero que en realidad provienen etimológicamente de este vocablo latino: ‘aburrir’ y ‘aborrecer’.

Aburrir/aburrirse/aburrido (términos con el que conocemos aquel estado de apatía, en el que nada satisface o entretiene y que puede llegar a cansar o hastiar) proviene del vocablo latín ‘abhorrēre’ compuesto por el prefijo ‘ab’ (sin) y el mencionado ‘horrēre’ y cuyo significado original era: ‘sin erizar el pelo / lo que no pone el pelo de punta’ por lo que aquello que no producía la sensación de erizarse el vello (sentir miedo) era ‘aburrido’.

Por su parte, aborrecer (tener aversión a alguien o algo) proviene de ‘abhorrescĕre’ y se le dio la acepción de ‘apartarse de algo con horror’, ya que el prefijo ‘ab’ no solo se utilizaba como ‘sin’ sino también se usaba para señalar a algo que se encontraba apartado o se alejaba.

 

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Media docena de curiosidades sobre los cementerios

Media docena de curiosidades sobre los cementerios

El primero de noviembre es por antonomasia el día del año en el que más personas acuden a los cementerios para llevar flores e ir a visitar a sus seres queridos fallecidos. Se realiza esta fecha debido a que es festiva (Día de Todos los Santos) aunque el Día de los Santos Difuntos es el día siguiente, 2 de noviembre.

Aprovechando esta festividad os traigo al blog media docena de curiosidades relacionadas con los cementerios:

 

  • El origen del término ‘cementerio’

Cementerio proviene del latín vulgar ‘cemeteriu’, éste del latín culto ‘coemeterium’ que a la vez venía del griego ‘koimeterion’ -κοιμητήριον-: lugar donde dormir/dormitorio (koimo: dormir/estar echado/acostarse, -terion: sufijo de lugar).

Al castellano nos llegó como ‘cemeterio’ (desde el latín vulgar cemeteriu), pero a través de los siglos se le coló al término una ‘n’ intercalada, la cual los expertos se dividen entre dos motivos las posibles causas de que el término acabase siendo conocido por todos como ‘cementerio’ y no ‘cemeterio’. Por un lado por la facilidad a la hora de ser pronunciada, ya que es mucho menos complicada hacerlo con esa ene extra. Por otro lado, muchos son los que defienden la hipótesis de que hubo quien confundió el origen etimológico de la palabra y se lo adjudicó al término latín ‘caementa’ (piedra quebrada) que derivó en ‘cemento’, al utilizarse esta argamasa para construir y cerrar las tumbas o nichos.

  • ¿Por qué antiguamente llamaban ‘Necrópolis’ a los cementerios?

Antes de la llegada del cristianismo aquellos lugares destinados para dar sepultura a los fallecidos eran conocidos como ‘Necrópolis’, término que proviene del griego ‘nekrópolis’ -νεκρόπολις- y significa literalmente ‘ciudad de los muertos’ (necro: muerte, polis: ciudad).

Ante la creencia cristiana de que la muerte solo es un tránsito y, por tanto, al fallecer lo que se hacía era ‘dormir’ para posteriormente ‘resucitar’ se sustituyó el termino necrópolis por el de cementerio en la mayoría de culturas.

  • El origen de la costumbre de llevar flores a los muertos

El origen de dicha costumbre se remonta a la antigüedad, en la que los fallecidos eran puestos a exposición de todos durante varios días, con el propósito de ser velados y comprobar que no regresaban de la muerte.

Por aquel entonces no existían las avanzadas técnicas de embalsamiento y las que habían no estaban al alcance de todo el mundo, por lo que, los cuerpos (que solían estar expuestos a la intemperie), se descomponían y desprendían un desagradable olor, sobre todo en época de calor. Para enmascarar ese hedor, se quemaba incienso y se cubría al fallecido con todo tipo de flores, lo cual aromatizaba el ambiente y hacía más agradable el acto de velar al difunto.

Con el transcurrir de los años, la costumbre de llevar flores a los muertos perduró y se afianzó, no solo durante el tiempo de vela y entierro, sino que también llevarlos al cementerio en días específicos, como el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos.

  • ¿Por qué en los cementerios hay plantados cipreses?

Una de las características más llamativas de los cementerios (sobre todo de los países mediterráneos) es la visión de los solemnes cipreses que ahí se encuentran plantados.

El motivo de que este vistoso, alto y frondoso árbol esté plantado en el ‘camposanto’, se debe a la longevidad del mismo, su hoja perenne y a no necesitar cuidado especial alguno. Soporta bien los cambios bruscos de temperatura y no varía en su forma y color (verde oscuro).

La altura del ciprés ayuda en gran medida como cortavientos, plantándose próximo a los muros del cementerio, y al crecer su raíz de manera vertical y recta hacia abajo, esta no crea los posibles estropicios que otro árbol ahí plantado causaría a las lápidas y otros ornamentos fúnebres.

La costumbre de utilizar cipreses en los cementerios es antiquísima, encontrándonos que las antiguas civilizaciones griega y romana ya lo plantaban y atribuían toda una simbología alrededor de la muerte. La forma ascendente y frondosa del tronco hacia la copa de este árbol encaminaba (según la mitología) las almas de los difuntos hacia los cielos.

Y ya que he nombrado la mitología, encontramos en la griega el mito alrededor de Cipariso (cuya traducción es Ciprés), un joven que por error mató a su ciervo domesticado, siendo tan grande su dolor y pena que le pidió al dios Apolo que permitiera llorarlo eternamente, convirtiendo a Cipariso en un árbol (ciprés) y quedando, desde ese momento, relacionado este árbol con el duelo tras la pérdida de los seres queridos.

  • ¿Por qué se llama ‘mausoleo’ a los sepulcros suntuosos?

El término ‘mausoleo’, para referirnos a las tumbas construidas de forma esplendida con todo tipo de detalle y gran solemnidad, proviene de Mausolo, gobernador (sátrapa) de la provincia de Caria que falleció en el año 353 a.C.

Su hermana (y a la vez esposa) Artemisia II asumió su cargo, mandando erigirle un monumental sepulcro y para ello reunió a los artistas griegos dedicados a la escultura y arquitectura más importantes de la época. Hasta allí se personaron Briaxis, Escopas, Leocares, Sátiros, Timoteo y Piteos, quienes diseñaron un templo funerario en Halicarnaso en el que colocaron la tumba rectangular de mármol y la rodearon de 36 columnas jónicas sobre las que descansaba un arquitrabe y sobre este una pirámide en la que colocaron un carro de bronce con las estatuas de Mausolo y Artemisa (que falleció un año antes de ser finalizada la obra). El 350 a.C. el monumento estaba terminado, convirtiéndose en todo un símbolo que dio origen al término ‘mausoleo’. En 1404 fue destruido por un terremoto.

  • ¿Cuál es el origen del término ‘sarcófago’?

Conocemos como ‘sarcófago’ al sepulcro, normalmente realizado de obra y piedra, que es utilizado para dar sepultura a un cadáver (o varios).

El origen etimológico del término sarcófago lo encontramos en el griego ‘sarkophágos’ (σαρκοφάγος) aunque al castellano llegó desde el latín ‘sarcophăgum’ y cuya traducción literal es ‘el que se come / el que devora la carne’.

Y es que ese ‘devorar la carne’ provenía del tipo de piedra caliza utilizada en la antigüedad para construir los sarcófagos, la cual tenían el convencimiento que poseía unos poderes especiales para comer y hacer desparecer los cuerpos que ahí se introducían.

 

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¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

Decimos que alguien es ‘dichoso’ cuando es feliz o la fortuna le sonríe.

El término ‘dicha’ como sinónimo de felicidad o suerte tiene mucho que ver con el verbo ‘decir’, ya que en la antigüedad se tenía el convencimiento de que cada vez que venía al mundo un recién nacido las deidades paganas pronunciaban unas palabras por las que aventuraban cómo sería la futura vida de ese nuevo ser humano.

De hecho, el vocablo ‘dicha’ proviene etimológicamente del latín ‘dicta’ cuyo significado literal era ‘palabras pronunciadas’ (cosas dichas). Dependiendo de sí los dioses pronunciaban unas palabras al recién llegado éste sería feliz (dichoso) a lo largo de su vida y si no lo hacían sería infeliz (desdichado… no dicho).

 

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El extraño trastorno mental que hace creer a algunos hombres que su pene está encogiendo

El curiosos trastorno mental que hace creer a algunos hombres que su pene está encogiendoConocido como Síndrome de Koro, se trata de un extraño trastorno que afecta mayoritariamente a hombres orientales (o al menos solo se han detectado casos en el sudeste asiático) por el que quien lo padece cree que su pene va encogiéndose poco a poco y teme que llegue algún día en el que desaparezca por completo.

No se trata de ninguna enfermedad física que afecte al órgano sexual masculino sino que su origen es psicosomático (originado por la mente debido a algún tipo de complejo, trauma, estrés o creencia).

El nombre de este síndrome de retracción genital proviene del idioma indonesio, debido a que el término ‘koro’ significa literalmente cabeza de tortuga y se acuñó de ese modo debido a la analogía que se hacía sobre la supuesta contracción del pene y la cabeza del animal al esconderse hacia dentro del caparazón.

Algunos casos extremos de personas convencidas de padecer el Síndrome de Koro, y ante el temor de que su pene acabara desapareciendo por completo, ha llegado a provocar que intenten alargarse el miembro de cualquier modo (aparatos que los extienden, estirando brusca y manualmente…) lo que ha causado algunos graves –y dolorosos- desgarros y accidentes.

El tratamiento para este tipo de pacientes es a través de terapia psicológica y conductual, haciéndoles ver –mediante las sucesivas sesiones- que el miembro no varía en su tamaño absolutamente nada (evidentemente sin tener en cuenta los estados de flacidez o erección).

Al tratarse de una patología de origen psicosomático, varias han sido las ocasiones en las que ha habido un brote colectivo y donde un gran número de hombres aseguraban estar padeciéndolo (a finales de la década de 1960 en Singapur hubo un gran número de casos en los que acudían al médico indicando que se les encogía el pene por haber comido carne de cerdo en mal estado).

Cabe destacar que existen algunos casos aislados de mujeres que aseguran haber padecido el mismo síndrome pero, en este caso, ellas creían que eran sus pezones los que se iban retrayendo y/o desapareciendo (e incluso los labios de la vulva).

 

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Fuentes de consulta: muyinteresante / elespanol / omicrono / psiquiatria.com / ncbi
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El curioso origen etimológico del término ‘mueble’

El curioso origen etimológico del término ‘mueble’

Conocemos como ‘mueble’ aquellos enseres que forman parte de nuestra vivienda y que utilizamos para decorar y vivir más cómodamente (el armario, sillas, mesas…).

El origen etimológico del término proviene del latín ‘mobĭlis’ y cuyo significado literal era ‘movible/que se puede mover’, ya que esos enseres eran considerados como bienes que podían ser movidos (trasladados de un lugar a otro). Esa movilidad o el poderlo cambiar de lugar es lo que dio lugar a que se quedasen finalmente con el término ‘muebles’.

Pero no se le llamó así desde un principio, sino que llegó al castellano (desde el latín) a principios del siglo XI en la forma de ‘muebele’ modificándose el vocablo en el siglo XIII como ‘muebre’ y finalmente ser llamado ‘mueble’.

Como dato curioso cabe destacar que, al tener esos enseres un carácter de movilidad, de ahí surgió el término ‘inmueble’ para señalar aquellos bienes que no se podían mover de lugar: edificio, vivienda, casa…

 

 

Lee y descubre el curioso origen de otras conocidas palabras y expresiones

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’?

Para encontrar el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’ lo primero que debemos de saber qué era y en qué consistía un ‘cotarro’, el cual era el lugar destinado para albergar y dar cobijo a los vagabundos y pobres que no tenían donde vivir o dormir. Cotarro es una deformación despectiva de la palabra ‘coto’ (lugar o terreno protegido/vigilado)

La elevada afluencia de personas sin hogar hacía que habitualmente se montasen ciertos follones y alguna que otra trifulca entre los mendigos.

Por eso fue necesaria la presencia de alguien que pusiera orden, organizara y manejase aquellos cotarros, procurando que todos esperasen su turno para acceder con tranquilidad y sin montarse ninguna tangana.

Pero como en todas las cosas, algunos fueron los pillos que en el momento de manejar el cotarro cobraban algunas propinas para dar prioridad a unos frente a otros, de ahí que cuando se utiliza la expresión ‘el que maneja el cotarro’ algunas veces suela hacerse de forma negativa para referirse a quien hace chanchullos y trapicheos y está al frente del negocio.

Pero no podemos obviar que la expresión también se usa de modo positivo para señalar al que anima una fiesta u organiza a un grupo de personas. Muchas son las personas que lo utilizan como sinónimo de encargado, por ejemplo cuando preguntan por el que  maneja el cotarro.

 

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El enfado de los campesinos del siglo XIX que dio origen al término ‘cabrearse’

El enfado de los campesinos del siglo XIX que dio origen al término ‘cabrearse’

Conocemos como ‘cabreo’ o ‘cabrearse’ a un estado de mal humor o enfado cuando éste va en aumento y llega a ciertos límites de encolerizarse.

Tal acepción se le comenzó a dar a partir del primer cuarto del siglo XIX tras un descontento general por parte de los campesinos de la época debido al repentino cobro de los atrasos de los diezmos e impuestos por parte de los señores feudales propietarios de las tierras que trabajaban. Pero a pesar del entorno rural en el que se originó, cabe destacar que dichos vocablos no provienen del término ‘cabra’ con el que se conoce al animal.

Y es que los documentos (o libros) en los que se anotaban los pagos y datos referentes a las propiedades recibían el nombre de ‘cabrevaciones’ o ‘cabreos’ (vocablos que provenían del latín ‘capibrevium’ y utilizados en la Península Ibérica a partir del siglo XIV).

Pero para encontrar el origen de los términos cabreo y cabrearse (como sinónimos de enfado) debemos situarnos en el siglo XIX… Tras la llegada a España de José Bonaparte y la promulgación en 1812 de la Constitución de Cádiz (conocida como ‘la Pepa’) se pusieron en marcha una serie medidas liberales entre las que se encontraba el acabar con los abusivos pagos de impuestos y diezmos (entregar como tributo la décima parte de las cosechas y en algunos casos hasta el doble o triple) a los señores feudales propietarios de las tierras. Después llegó la ‘Restauración Absolutista’ (1814-1820), con el regreso del nefasto rey Fernando VII, le siguió el ‘Trienio Liberal’ (1820-1823) y nuevamente otro periodo funesto con una segunda etapa de absolutismo (1823-1833). Y fue precisamente durante esa década ominosa en la que los señores feudales comenzaron a reclamar a los campesinos todos los impuestos impagados desde 1812.

Hasta las propiedades se presentaban los recaudadores de tributos, acompañados en la mayoría de veces por miembros del ejército, y con el libro de ‘cabrevaciones’ (o ‘cabreos’) exigiendo el pago de lo adeudado en todos aquellos años.

Como podréis imaginar el enfado de los campesinos fue descomunal y de ahí que los términos ‘cabreo’ o ‘cabrearse’ comenzasen a utilizarse como sinónimos de enojarse y/o enfurecerse y que nada tiene que ver con las cabras (animal).

 

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Fuentes de consulta: RAE / ireneu / etimologias.dechile
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¿Sabías que no solemos utilizar correctamente la expresión ‘Quid pro quo’?

¿Sabías que solemos utilizar incorrectamente la expresión ‘Quid pro quo’?

Muchas son las ocasiones en las que para indicar que algo es recíproco se utiliza la antiquísima locución latina ‘Quid pro quo’, la cual viene a significar que se sustituye una cosa por otra y surgió del hecho de usarse de forma común el pronombre ‘quid’ en lugar de ‘quo’ (poner quid en lugar de quo).

Pero esta locución que literalmente quiere decir que sustituimos una cosa por otra, es frecuentemente utilizada por algunas personas cuando quieren referirse que hay una reciprocidad con otra (un intercambio de favores). Por ejemplo, yo te ayudo a ti pintando tu casa y tú me ayudarás a mí cocinándome.

Por tal motivo no es del todo correcto utilizar la expresión ‘Quid pro quo’ y en ese caso lo acertado sería la locución ‘Do ut des’ cuyo significado literal es ‘Doy para que des’ (o ‘Te doy para que me des’).

Cabe destacar que la forma ‘Quid pro quo’ se emplea especialmente en países de habla anglosajona, mientras que aquellos cuyas lenguas provienen del latín es más correcto utilizar el modo ‘Do ut des’. Pero la popularización de la primera locución está tan extendida que la propia RAE acabó admitiéndola en 2005 (como ha hecho con infinidad de vocablos de uso común que aunque no son correctos son utilizados por infinidad de personas, como puede ser los ejemplos: ‘haiga’, ‘pelandrusca’‘Conchinchina’)

 

ACTUALIZACIÓN: Varios son los lectores que, tanto a través de las redes sociales como comentarios en este post, me indican que daban por hecho que el uso de la expresión era correcta debido a que en la famosísima película de 1991 ‘El silencio de los corderos‘ el personaje de Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) se lo dice a Clarice Starling (Jodie Foster), tal y como podréis comprobarlo en la escena del vídeo bajo estas líneas.

 

 

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Fuentes de consulta y más info: confilegalabsolutaignoracia / wikipediadelcastellanolarazon
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