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¿Cuál es el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’?

¿Cuál es el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’?

Para encontrar el origen de la expresión ‘manejar el cotarro’ lo primero que debemos de saber qué era y en qué consistía un ‘cotarro’, el cual era el lugar destinado para albergar y dar cobijo a los vagabundos y pobres que no tenían donde vivir o dormir. Cotarro es una deformación despectiva de la palabra ‘coto’ (lugar o terreno protegido/vigilado)

La elevada afluencia de personas sin hogar hacía que habitualmente se montasen ciertos follones y alguna que otra trifulca entre los mendigos.

Por eso fue necesaria la presencia de alguien que pusiera orden, organizara y manejase aquellos cotarros, procurando que todos esperasen su turno para acceder con tranquilidad y sin montarse ninguna tangana.

Pero como en todas las cosas, algunos fueron los pillos que en el momento de manejar el cotarro cobraban algunas propinas para dar prioridad a unos frente a otros, de ahí que cuando se utiliza la expresión ‘el que maneja el cotarro’ algunas veces suela hacerse de forma negativa para referirse a quien hace chanchullos y trapicheos y está al frente del negocio.

Pero no podemos obviar que la expresión también se usa de modo positivo para señalar al que anima una fiesta u organiza a un grupo de personas. Muchas son las personas que lo utilizan como sinónimo de encargado, por ejemplo cuando preguntan por el que  maneja el cotarro.

 

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El día que se aprobó la famosa ‘Ley de Vagos y Maleantes’

El día que se aprobó la famosa ‘Ley de Vagos y Maleantes’Durante los años que duró la dictadura franquista muchas fueron las personas a las que se les aplicó dura e injustamente la ‘Ley de Vagos y Maleantes’ (también conocida popularmente como la gandula’).

Con esta ley se quería sancionar a toda aquella persona que no era del agrado de las autoridades del momento y siempre ha estado vinculada en la memoria histórica con ese régimen, pero en realidad se aprobó y puso en marcha unos cuantos años antes de que Franco tomara el poder.

Concretamente fue el 5 de agosto de 1933 cuando se publicó en la Gaceta de Madrid (germen del Boletín Oficial del Estado) una ley que había sido promulgada y aprobada un día antes por el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y el presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña.

La ley perseguiría a los que ellos consideraban como escoria de la sociedad: vagabundos, pordioseros, rufianes, proxenetas y todo aquel que no pudiese demostrar tener un domicilio fijo y un empleo o modo de sustento.

Se aplicó durante la Segunda República y con la llegada del franquismo se mantuvo, no siendo modificada hasta el 15 de julio de 1954, en el que añadirían a esa lista de perseguidos a los homosexuales (muchos de ellos fueron encerrados en las conocidas como Colonias Agrícolas, manera endulzada de referirse a campos de trabajo forzado).

Se mantuvo en vigor hasta el 5 de agosto de 1970, año que fue sustituida por la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social, en la que se incluyó a los drogadictos, las prostitutas y los inmigrantes ilegales.

Tras el fallecimiento del dictador Franco la ley sufrió varias modificaciones, eliminando algunos artículos, pero no fue derogada totalmente hasta finales de 1995 (concretamente el 23 de noviembre).

 

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La picaresca en la España del siglo XVI

Don Cristóbal Pérez de Herrera en su libro “Discursos del amparo de los legítimos pobres, y reducción de los fingidos, y de la fundación y principios de los albergues destos Reynos y amparo de la milicia de ellos” (Madrid 1598) escribía sobre los inconvenientes que se seguían si continuaban pidiendo limosna los “vagabundos y holgazanes”, ya que esas vidas ociosas y nada cristianas, pues ni una misa oían, era la causa de que cometiesen un sin número de pecados y crímenes. Para referirse a estos embustes y mañas con que se valían para continuar en su mala vida, refiere los siguientes tres casos:

(…) Me contó el P. Fr. Pablo de Mendoza, persona muy devota y de mucho crédito, de la orden de San Bernardo, que en esta corte le pidió con muchas lágrimas una mujer que rogase a su marido que no le cegase un niño recién nacido, quejándose que con un hierro ardiendo, posándoselo por junto a los ojos, había cegado a otros dos, y lo mismo quería hacer a éste: y dice que le habló y reprendió y atemorizó de suerte, que atajó aquel daño y maldad, y que vio que el hombre tenía su casa bien adornada y aderezada con la granjería de una limosna que juntaba con los dos niños cieguitos, que los traía de casa en casa, que eran hermosos y movían mucha compasión y todos les daban limosna. Y también le contó un soldado muy honrado a Andrés de Prada, secretario de V. M., que en un lugar se valió dél una mujer pobre, y le pidió que estorbase que su marido le lisiase y estropease un niño recién nacido, para que pidiesen limosna, y dejarles este oficio. Y en Lisboa fueron castigados dos hombres por justicia; el uno por haber dado un cruzado a otro para que le cortase una mano, y el otro por haberlo hecho así, a fin de quedar lisiado y exento de trabajar. (…)

Anécdota encontrada en el entretenidísimo libro “Quirófano Abierto, anécdotas y curiosidades sobre Médicos, Boticarios y Enfermos” de Carlos Fisas