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¿Cuál es la diferencia entre bruto y neto?

A través de mi perfil @yaestaellistoquetodolosabe2 en la red social Instagram me preguntan cuál es la diferencia entre bruto y neto a la hora de cobrar una cantidad de dinero.

¿Cuál es la diferencia entre bruto y neto?

La diferencia entre bruto y neto se refiere a la cantidad de dinero antes y después de deducir impuestos, contribuciones u otros descuentos.

El ingreso bruto se refiere a la cantidad total de dinero que una persona recibe antes de deducir cualquier tipo de impuesto o contribución. Por ejemplo, si un trabajador gana un salario bruto de 1000 euros al mes, eso significa que ese es el monto total que recibe antes de cualquier deducción.

Por otro lado, el ingreso neto es la cantidad de dinero que una persona recibe después de aplicarle las correspondientes deducciones. Por lo tanto, si el trabajador del ejemplo anterior tiene una deducción de impuestos y contribuciones de 200 euros, su salario neto sería de 800€.

En la nómina de un trabajador el salario bruto es el que aparece como la cantidad total que se le paga antes de que se le deduzca cualquier cantidad y la cantidad de dinero que realmente recibe el trabajador después de las deducciones se llama salario neto. Los impuestos sobre la renta (IRPF), la seguridad social o cuotas a mutualidades de un seguro privado de salud (entre otros), son deducidos del salario bruto y se le ingresa (paga) el salario neto.

 

 

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Fiscal, fisco y confiscar, tres términos con un mismo origen etimológico: una cesta de mimbre

En la Antigua Roma se conocía como ‘fiscus’ a la cesta de mimbre (también podía ser de junco) en la que los funcionarios del imperio depositaban el dinero recaudado por los impuestos y que iban a parar al patrimonio particular del emperador y no al erario del Estado, aunque con el paso del tiempo el término acabó siendo utilizado para designar a todo el capital del tesoro público. Ese término derivó en la castellanización ‘fisco’ que es como conocemos al erario, hacienda o tesoro público.

Fiscal, fisco y confiscar, tres términos con un mismo origen etimológico: una cesta de mimbre

De ahí que, cuando había algún tipo de conflicto legal con ese dinero, se recurriese a la figura de un funcionario público que se encargaba de defender los intereses del Estado o del emperador, siendo conocido como ‘advocatus fisci’ (que vendría a traducirse como ‘abogado del tesoro’) y que con el paso del tiempo se convirtió en la figura del ‘fiscal’ y que en la actualidad conocemos como la persona que representa y ejerce el ministerio público en los tribunales, pero también para designar a lo relativo a la hacienda pública.

Cuando los funcionarios públicos debía ir a privar a alguien de sus bienes (por que había cometido algún delito o no había satisfecho sus pagos tributarios), aquello que le era requisado (normalmente dinero o la escritura de alguna propiedad) era depositado en la mencionada cesta con la que también se recaudaban los impuestos (fiscus), de ahí que se conozca esta práctica como ‘confiscar’, del latín  ‘confiscāre’ (de la unión del prefijo ‘con-‘: agregación y el término ‘fiscus’: cesta)

 

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El enfado de los campesinos del siglo XIX que dio origen al término ‘cabrearse’

El enfado de los campesinos del siglo XIX que dio origen al término ‘cabrearse’

Conocemos como ‘cabreo’ o ‘cabrearse’ a un estado de mal humor o enfado cuando éste va en aumento y llega a ciertos límites de encolerizarse.

Tal acepción se le comenzó a dar a partir del primer cuarto del siglo XIX tras un descontento general por parte de los campesinos de la época debido al repentino cobro de los atrasos de los diezmos e impuestos por parte de los señores feudales propietarios de las tierras que trabajaban. Pero a pesar del entorno rural en el que se originó, cabe destacar que dichos vocablos no provienen del término ‘cabra’ con el que se conoce al animal.

Y es que los documentos (o libros) en los que se anotaban los pagos y datos referentes a las propiedades recibían el nombre de ‘cabrevaciones’ o ‘cabreos’ (vocablos que provenían del latín ‘capibrevium’ y utilizados en la Península Ibérica a partir del siglo XIV).

Pero para encontrar el origen de los términos cabreo y cabrearse (como sinónimos de enfado) debemos situarnos en el siglo XIX… Tras la llegada a España de José Bonaparte y la promulgación en 1812 de la Constitución de Cádiz (conocida como ‘la Pepa’) se pusieron en marcha una serie medidas liberales entre las que se encontraba el acabar con los abusivos pagos de impuestos y diezmos (entregar como tributo la décima parte de las cosechas y en algunos casos hasta el doble o triple) a los señores feudales propietarios de las tierras. Después llegó la ‘Restauración Absolutista’ (1814-1820), con el regreso del nefasto rey Fernando VII, le siguió el ‘Trienio Liberal’ (1820-1823) y nuevamente otro periodo funesto con una segunda etapa de absolutismo (1823-1833). Y fue precisamente durante esa década ominosa en la que los señores feudales comenzaron a reclamar a los campesinos todos los impuestos impagados desde 1812.

Hasta las propiedades se presentaban los recaudadores de tributos, acompañados en la mayoría de veces por miembros del ejército, y con el libro de ‘cabrevaciones’ (o ‘cabreos’) exigiendo el pago de lo adeudado en todos aquellos años.

Como podréis imaginar el enfado de los campesinos fue descomunal y de ahí que los términos ‘cabreo’ o ‘cabrearse’ comenzasen a utilizarse como sinónimos de enojarse y/o enfurecerse y que nada tiene que ver con las cabras (animal).

 

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Fuentes de consulta: RAE / ireneu / etimologias.dechile
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¿Sabías que solemos utilizar incorrectamente el término ‘Dinero negro’?

¿Sabías que solemos utilizar incorrectamente el término ‘Dinero negro’?

Habitualmente se utiliza el término ‘dinero negro’ para referirnos a aquellas ganancias que se obtienen de forma ilícita de actividades ilegales y que queda fuera del control del fisco y las autoridades (por ejemplo a través de la droga, prostitución, extorsión, estafa, robo, juego ilegal, corrupción…).

Pero también es muy común utilizar generalizadamente ese mismo término para señalar aquel dinero que a pesar de haberse ganado de una manera lícita y a través de un trabajo remunerado (e incluso por la venta de algún bien, como puede ser, por ejemplo, un gran número de productos que se comercializan –compra/venta- a través de famosas aplicaciones de internet) y no ha sido declarado a la Hacienda Pública.

Pero en este caso esa denominación de dinero negro está mal aplicada, debido a que existe un término explicito con el que referirse a los dividendos ganados lícitamente pero que quedan fuera del control del fisco: ‘dinero gris’. Éste se obtiene a través de la realización de trabajos que no se cobran mediante factura y/o nómina o, como menciono en el párrafo anterior, es conseguido a través de la venta efectuada entre particulares, el cual no suele declararse y queda fuera del control de Hacienda.

Eso sí, aunque en ambos casos (dinero negro y dinero gris) el objetivo final de los infractores/evasores es hacer que el dinero quede fuera del control de Hacienda y no pagar impuestos por él, debemos diferenciar claramente que uno proviene de actividades ilegales (dinero negro) y el otro se ha ganado dentro de la legalidad aunque se ha escondido al fisco (dinero gris).

A veces podemos encontrar quien se refiere al dinero gris como ‘dinero en B’ o ‘dinero B’, debido a que éste suele ser anotado en una contabilidad paralela llamada comúnmente ‘caja B’.

Para aquellas ganancias que obtenemos de manera legítima y por las que tributamos legalmente puede utilizarse el término ‘dinero blanco’.

 

 

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Fuentes de consulta: archivodeinalbis / asesoriayempresas / acuedi (pdf) / eumed
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El curioso e histórico origen del término ‘proletario’

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Conocemos como ‘proletario’ a aquel individuo que forma parte de la clase social obrera (o como también se define: trabajadores que obtienen sus ingresos a través del trabajo que realizan para otros, siendo en la mayoría de ocasiones explotados por la sociedad industrial).

Tal y como conocemos hoy la acepción que se le da al término fue utilizada a mediados del siglo XIX por Karl Marx y Friedrich Engels quienes incorporaron dicho vocablo en su manifiesto comunista.

Pero este término, hasta entonces prácticamente en desuso, lo habían recuperado de un concepto que se tuvo en el Imperio Romano y que  era conocido como ‘proletarii’ el cual consistía en que las clases más bajas de la sociedad dotasen de soldados al ejército.

Proletarii  proviene de  ‘proles’, que era el término en latín para referirse a los hijos (todavía hoy en día se utiliza este vocablo para referirse a la descendencia de alguien: ‘el matrimonio se marchó de vacaciones con toda su prole’).

En la Antigua Roma se dieron cuenta que para hacer más grande el imperio éste debía ser dotado de un gran número de soldados, algo que chocaba con los estrictos requisitos que se exigían para formar parte del ejército. No fue hasta la reforma realizada por el general y cónsul romano Cayo Mario, quien llevó a cabo una importante reforma del ejército en el año 107 aC.

Hasta entonces aquellos jóvenes que pertenecían a las clases más bajas que no poseían bienes ni tierra alguna no podían ser reclutados por la legión romana. Sin embargo la reforma trajo consigo la eliminación de esa norma y, por tanto, a partir de aquel momento muchas fueron las familias romanas sin recursos que aportando hijos al ejército como forma de pago de impuestos al Estado.

 

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