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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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San Frutos del Duratón, un lugar de leyenda y muchos pájaros

Uno de los espacios naturales más asombrosos de Europa por la espectacularidad de su paisaje, pero también más mágicos por la cantidad de leyendas que se concentran en él, es el de las Hoces del río Duratón, en Segovia. Patearlo por alguna de sus seis rutas oficiales merece la pena. Recorrerlo en piragua es ya increíble, como he tenido la suerte de poder disfrutar gracias a una invitación de la Fundación Patrimonio Natural. Viaje que incluyó la visita obligada a un lugar cinco estrellas, el soberbio entorno donde se alza, cual castillo de la serie Juego de Tronos, el antiguo priorato de San Frutos.

Toma buena nota de la imbatible oferta: la colonia de buitre leonado más numerosa del mundo, uno de los últimos refugios de la amenazadísima alondra de Dupont, cuevas eremíticas visigodas, arte románico y un valioso patrimonio inmaterial de tradición oral que incluye luces espectrales, mujeres oveja, cayados mágicos, asesinatos y milagros mil. Por no hablar de la excelente gastronomía de estos lares. Para hacerlo aún más interesante a los amigos de las aves, San Frutos es conocido como «el santo pajarero«.

Voy a intentar resumirte tanta maravilla para que, si no conoces este parque, vayas pronto a visitarlo, y si ya has estado, repitas. Lee el resto de la entrada »

¿Conoces el árbol más viejo y legendario de Madrid?

Ciprés calvo

Cuenta una vieja leyenda madrileña que este monumental árbol de extraño aspecto es hijo del situado en Popotia (México), bajo el cual Hernán Cortés lloró en la Noche Triste. Ese 30 de junio de 1520, los aztecas pasaron a cuchillo a la mitad del ejército español y les expulsaron de Tenochtitlán, la actual capital mexicana. Las lágrimas de amargura del conquistador habrían regado así el retoño antes de llegar a España.

Pero para algunos jardineros del Parque del Retiro (Madrid), donde se yergue majestuoso, su origen es más antiguo. Incluso los hay que piensan que lo trajo Colón después de uno de sus primeros viajes a América. “Así siempre se dijo”, ratifica una tradición oral sin duda equivocada.

En realidad no lo pudo traer ni Colón ni Cortés porque el Retiro es posterior. Más de un siglo. Aunque el misterio se mantiene, pues no se sabe con exactitud ni de dónde vino el árbol, ni quién lo trajo, ni cuándo se plantó.

Oficialmente se considera que fue de los primeros ejemplares plantados en 1633, cuando el conde duque de Olivares crea el parque madrileño como lugar de descanso y recreo para la corte de Felipe IV.

Especie originaria de México (Taxodium mucronatum), donde se conoce como ahuehuete, también recibe el nombre de ciprés calvo por ser una de las pocas coníferas de hoja caduca; pero las de este ejemplar, en lugar de caer, se mantienen secas en el árbol hasta la primavera.

Otra antigua leyenda madrileña señala la horcadura de este viejo árbol como el lugar sobre el que las tropas francesas instalaron un cañón durante la guerra de la Independencia, desde donde disparaban contra la ciudad. Esta historia podría ser cierta, pues se sabe que los soldados napoleónicos establecieron en esta zona del Parque del Retiro su cuartel general y convirtieron en leña la mayor parte de sus árboles, respetando el ciprés sólo por su utilidad artillera. Aunque los botánicos también la ponen en duda, pues su madera es muy blanda y un cañón puesto encima lo hubiese destrozado.

Pero poco importa si todas estas leyendas son verdaderas o falsas. El ciprés calvo del Retiro está considerado el árbol más viejo, monumental e histórico de la ciudad de Madrid, un símbolo viviente apreciado por todos. O por casi todos.

Desde hace varios años, una reja lo protege de los vándalos que en varias ocasiones han intentando acabar con él arrojando sal sobre sus raíces. Y hasta de los alucinados que lo eligieron como altar para supuestos ritos de magia negra.

También está protegido legalmente, pues es uno de los 255 ejemplares incluidos en el Catálogo de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre de la Comunidad de Madrid.

Lo puedes ver (y disfrutar), estos días de maravillosa primavera, en el parterre francés del parque, cerca de la puerta de Felipe IV y la calle Alfonso XII.

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Cuentos mágicos para niños de 7 a 107 años

Rafa-Firmando2

Estos días he aprovechado para recuperar el contacto con un viejo amigo y paisano burgalés del que hacía demasiado tiempo que la vida nos había separado. Rafa Ruiz es de esas personas imprescindibles. Brillante redactor en El País Semanal, nos conocimos cuando yo colaboraba con esa revista recorriendo España en busca de árboles singulares con historia. Ahora se ha embarcado en una preciosa aventura empresarial, Mad is Mad, increíble galería de arte dedicada a creadores emergentes.

Pero más maravillosa aún (si cabe) es su producción cuentística. Apoyándose en las tres obras cumbres de nuestra literatura infantil (Alfanhuí, El Principito y Platero y yo) indaga en el «realismo mágico-ecológico» con historias para niños «de entre 7 y 107 años«. El resultado no puede ser más asombroso, propio de ese Asombrario digital donde también nos asombra a todos con su cuidado periodismo.

Soy poco dado a recomendar libros en La Crónica Verde, pero los de Rafa Ruiz son siempre una apuesta segura. Delicioso, impecable el de Ninoninoni, «el niño que no sabía dibujar lobos ni avutardas», amorosamente ilustrado por Lorena Álvarez. Un cuento poema para educar en valores sociales y ambientales.

¿Y qué decir de Toletis? 12 cuentos protagonizados por dos niños, una niña y un perro (Amenofis) donde el paisaje, el viento o los árboles son personajes en sí mismos, poética comunidad rural dispuesta a descubrirnos otro mundo mejor. Las ilustraciones textiles de Elena Hormiga reflejan perfectamente esa atmósfera mágica.

Como explica el autor, por encima de edades e ideas estos cuentos tratan de enseñarnos

«a considerar la naturaleza como un ser que piensa y siente, que respira y ríe, llora y habla, que nos da muchas lecciones a poco listos que seamos y queramos atender».

portada

Fotos: Mad is Mad

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Redescubierto en La Gomera el árbol de las brujas de alcurnia

Aderno

La isla de La Gomera es un territorio mágico. Con un bosque mágico, la laurisilva, preñado de historias tan viejas como sus árboles únicos.

En un lugar así, imagínense cómo será Vallehermoso, una de sus localidades más increíbles. Adéntrense entonces en su monte nebuloso hasta acercarse a una fuente misteriosa de siete caños tallados en madera, los Chorros de Epina. Y allí, entre el rumor del agua y del viento alisio agitando la bóveda vegetal, recuerden el refrán gomero:

“Si bebes de los siete caños / te casas antes de un año”.

Para encontrar el amor deseado, asegura la vieja tradición oral que las mujeres deben beber de los caños pares y los hombres de los caños impares, empezando siempre a contar desde la izquierda. Y sólo si las mujeres quieren convertirse en brujas deben beber de los caños de los hombres.

Brujas, auténticas brujas eran las damas de alta alcurnia de Vallehermoso, caprichosas hasta el límite de exigir a sus sirvientas el esfuerzo de invertir todo un día de dura caminata para traerles la preciada agua de esa fuente supuestamente medicinal. Sabedoras de lo sencillo de la falsificación, exigían a las niñas encargadas del transporte una incontestable prueba. Junto con el cántaro lleno debían mostrar la hoja de un aderno (Heberdenia excelsa), un raro árbol de la laurisilva del que, según se creía, sólo existía un único ejemplar en la isla, precisamente en la inmediaciones del manantial.

Considerado cuento de viejas, durante décadas se pensó que tal árbol era una invención popular. Hasta que junto con mi amigo Jacinto lo redescubrimos hace muy poco tiempo. Viejo, muy viejo, pero vivo.

¿Será el mismo de la leyenda? El propio árbol nos lo confirmó, pues tan sólo conserva una de sus cuatro ramas originales, la más inaccesible. Aunque lo siento, no les diré cómo llegar a él. Está el pobre como para regalar más hojas.

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Vivamos hoy la noche más mágica

Noche de San Juan. Noche de hogueras purificadoras, corta y breve, la más alegre. ¿A quién quemaremos en ella? La lista es tan larga que no merece la pena hacerla.

Otra opción es buscar la yerba cabrera. Una planta que, como explicó un casi centenario Vicente González al investigador Jesús Suárez en Folgueraxú (Asturias), la llevan escondida bajo la lengua los pájaros carpinteros, pues gracias a su poder pueden agujerear sin esfuerzo incluso el hierro.

Esta planta “canta” el día de san Juan en las montañas, así que mañana los más aventureros tendrán la oportunidad única de poder encontrarla. El premio no es baladí, pues como todo el mundo sabe, dota a su poseedor de una fuerza física sobrehumana.

Para los más pragmáticos nos queda la posibilidad de disfrutar esta noche de la fiesta mágica y de ese amanecer donde, se aseguraba antes, el sol se pone a bailar y las hadas vuelven a esconderse en sus fuentes.

Aunque mucho cuidado con la diversión. Como advierte el viejo cantar burgalés:

«La mañana de San Juan,
cuando la zorra madruga,
el que mucho vino bebe,
con agua se desayuna»

Foto: Elías Rubio / Memorias de Burgos

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Magia en el bosque

Este año no se cumplió el refrán “Después de Los Santos, níscalos todos los años”. El preciado hongo, también conocido como robellón, apenas se está dejando ver en un otoño especialmente seco y templado. Como tampoco abundan los boletos o las barbudas. Pero los buscadores de setas no pierden la ilusión y siguen escudriñando el monte cada fin de semana, con su cesta en una mano y la guía de identificación en la otra. También los aficionados a las denominadas setas mágicas, con la Amanita muscaria a la cabeza, de potentes y peligrosos efectos alucinógenos. A todos ellos, pero especialmente a estos últimos, no está de más recordarles aquello de que

“Hay buscadores de setas viejos, y hay buscadores de setas osados, pero no hay buscadores de setas viejos y osados”.

Porque el bosque, tan bellísimo en estas fechas, nos sigue ofreciendo una compleja farmacopea llena de magia. El avellano es el árbol de los hechiceros, pues con sus ramas se hacen las varas de adivinos y zahoríes. El narcótico beleño negro, junto con la belladona y la adormidera, es fundamental en el ungüento utilizado por las brujas para poder volar hacia sus aquelarres nocturnos, aunque como escribió Paracelso, “esta receta infernal más vale que permanezca ignorada”. Julieta, la enamorada de Romeo, empleó un elixir preparado con mandrágora para fingir su muerte, cuya raíz sólo se podía arrancar atando la planta a un perro negro, pues ésta grita como un niño y mata a quien la escucha.

Todo es mágico en el bosque animado. La nébeda alarga la vida, la ortiga aumenta la potencia sexual mientras que la borraja combate la esterilidad y el lúpulo la lujuria. El laurel espanta los rayos de manera tan eficaz como la malva la impotencia. Los helechos nos pueden hacer invisibles y el saúco nos permite ver a las hadas. Pero la mejor magia es la que no se ve. La del espíritu henchido de otoño de estos días, caminando sobre un tapiz de olorosas hojas marchitas. Y esa atmósfera decadente donde, como ensalzó Salvador Espriu,

“El viento, los bosques

mueren besando la lenta

luz de la tarde”.