La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Magia en el bosque

Este año no se cumplió el refrán “Después de Los Santos, níscalos todos los años”. El preciado hongo, también conocido como robellón, apenas se está dejando ver en un otoño especialmente seco y templado. Como tampoco abundan los boletos o las barbudas. Pero los buscadores de setas no pierden la ilusión y siguen escudriñando el monte cada fin de semana, con su cesta en una mano y la guía de identificación en la otra. También los aficionados a las denominadas setas mágicas, con la Amanita muscaria a la cabeza, de potentes y peligrosos efectos alucinógenos. A todos ellos, pero especialmente a estos últimos, no está de más recordarles aquello de que

“Hay buscadores de setas viejos, y hay buscadores de setas osados, pero no hay buscadores de setas viejos y osados”.

Porque el bosque, tan bellísimo en estas fechas, nos sigue ofreciendo una compleja farmacopea llena de magia. El avellano es el árbol de los hechiceros, pues con sus ramas se hacen las varas de adivinos y zahoríes. El narcótico beleño negro, junto con la belladona y la adormidera, es fundamental en el ungüento utilizado por las brujas para poder volar hacia sus aquelarres nocturnos, aunque como escribió Paracelso, “esta receta infernal más vale que permanezca ignorada”. Julieta, la enamorada de Romeo, empleó un elixir preparado con mandrágora para fingir su muerte, cuya raíz sólo se podía arrancar atando la planta a un perro negro, pues ésta grita como un niño y mata a quien la escucha.

Todo es mágico en el bosque animado. La nébeda alarga la vida, la ortiga aumenta la potencia sexual mientras que la borraja combate la esterilidad y el lúpulo la lujuria. El laurel espanta los rayos de manera tan eficaz como la malva la impotencia. Los helechos nos pueden hacer invisibles y el saúco nos permite ver a las hadas. Pero la mejor magia es la que no se ve. La del espíritu henchido de otoño de estos días, caminando sobre un tapiz de olorosas hojas marchitas. Y esa atmósfera decadente donde, como ensalzó Salvador Espriu,

“El viento, los bosques

mueren besando la lenta

luz de la tarde”.

1 comentario

  1. Dice ser Rock & Bolesco

    Si señor, que el bosque está precioso en esta época del año. Aunque ya empieza a hacer frío, y las excursiones se hacen más cortitas y abrigadas.PD: Ya podría Julieta haber sacado la madrágora con los pelos del chocho. A ver que culpa tenía el pobre perro.

    19 noviembre 2007 | 09:43

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