La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Baños de bosque y brujas comiendo madroños

No hay duda. Los mejores paseos del año son ahora, en otoño. Y los mejores sitios para disfrutarlos son los espacios forestales, fabulosos para darte en ellos relajantes baños de bosque.

Yo lo acabo de hacer en un lugar increíble: la garganta de Gorropu, en la isla de Cerdeña. Uno de los barrancos más profundos de Europa; un abismo de rocas abierto a golpe de paciencia por el humilde río Flumineddu en medio del macizo montañoso del Supramonte.

El sendero para llegar allí es largo y tortuoso. Más de 6 kilómetros que empiezan a 1.066 metros de altitud y terminan a 400 metros después de recorrer un bosque fabuloso cuajado de encinas y madroños. Cansado, no lo discuto. Pero vaya si merece la pena. Sobre todo cuando puedes ponerte morado comiendo deliciosos frutos de madroño por el camino.

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Redescubierto en La Gomera el árbol de las brujas de alcurnia

Aderno

La isla de La Gomera es un territorio mágico. Con un bosque mágico, la laurisilva, preñado de historias tan viejas como sus árboles únicos.

En un lugar así, imagínense cómo será Vallehermoso, una de sus localidades más increíbles. Adéntrense entonces en su monte nebuloso hasta acercarse a una fuente misteriosa de siete caños tallados en madera, los Chorros de Epina. Y allí, entre el rumor del agua y del viento alisio agitando la bóveda vegetal, recuerden el refrán gomero:

“Si bebes de los siete caños / te casas antes de un año”.

Para encontrar el amor deseado, asegura la vieja tradición oral que las mujeres deben beber de los caños pares y los hombres de los caños impares, empezando siempre a contar desde la izquierda. Y sólo si las mujeres quieren convertirse en brujas deben beber de los caños de los hombres.

Brujas, auténticas brujas eran las damas de alta alcurnia de Vallehermoso, caprichosas hasta el límite de exigir a sus sirvientas el esfuerzo de invertir todo un día de dura caminata para traerles la preciada agua de esa fuente supuestamente medicinal. Sabedoras de lo sencillo de la falsificación, exigían a las niñas encargadas del transporte una incontestable prueba. Junto con el cántaro lleno debían mostrar la hoja de un aderno (Heberdenia excelsa), un raro árbol de la laurisilva del que, según se creía, sólo existía un único ejemplar en la isla, precisamente en la inmediaciones del manantial.

Considerado cuento de viejas, durante décadas se pensó que tal árbol era una invención popular. Hasta que junto con mi amigo Jacinto lo redescubrimos hace muy poco tiempo. Viejo, muy viejo, pero vivo.

¿Será el mismo de la leyenda? El propio árbol nos lo confirmó, pues tan sólo conserva una de sus cuatro ramas originales, la más inaccesible. Aunque lo siento, no les diré cómo llegar a él. Está el pobre como para regalar más hojas.

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