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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Recetar naturaleza: Los pediatras españoles prescriben más paseos por el campo

Dos niños jugando felices en el campo. Foto: Pixabay

Vivir en las ciudades nos enferma. En el caso de los niños este problema es aún más grave; se pasan el día en espacios cerrados y muchas horas frente a pantallitas. Nuestra actual desconexión con la naturaleza está detrás de muchas de las enfermedades mentales que sufrimos, que van a más, y que se podrían reducir con algo tan sencillo (y placentero) como salir a pasear por el campo o por un parque.

El 25% de la infancia y la adolescencia apenas sale alguna vez al mes a jugar al aire libre y solo el 25% visita un parque urbano o espacio natural diariamente.

Para atajar esta auténtica epidemia silenciosa, pediatras, investigadores medioambientales y organizaciones civiles han constituido la Alianza Global para Renaturalizar la Salud de la Infancia y la Adolescencia (GRSIA), que impulsará la prescripción de naturaleza para el autocuidado en centros sanitarios y educativos.

Como lo oyes. Los pediatras españoles van a recetar naturaleza. Que niños y niñas salgan a jugar al campo, se manchen con el barro y corran entre los árboles.

Todos los menores deberían pasar al menos una hora al día en un entorno cercano verde o azul (playas, mares y océanos) para favorecer su desarrollo saludable. Según los expertos, los efectos beneficiosos del contacto con la naturaleza en la salud y el bienestar se notan desde pequeñas dosis de dos horas a la semana. Es la mejor medicina. Y la más barata.

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¿Beberse la orina cura el cáncer?

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Nunca olvidaremos a Azarías, el entrañable personaje de Los Santos Inocentes, la novela de Miguel Delibes a quien bordó el querido Paco Rabal en la famosa película de Mario Camus.

“Me orino las manos cada mañana pa’ que no se me agrieten”.

Y su hermana la Régula (Terele Pávez) le miraba con cara de asco y le decía:

“Semejante puerco, ¿no ves que estás criando miseria y se la pegas a la criatura?”.

Sin embargo era verdad. La orina, rica en urea, es un remedio excelente contra las grietas de la piel. El pobre Azarías no hacía otra cosa que repetir lo que siempre hicimos seguramente desde tiempos prehistóricos, mearse las manos. Pero claro, no tenía cremas de urea al 5% que ahora obtenemos por medios químicos mucho más asépticos.

Viene esto a cuento por la tendencia, últimamente renovada con fuerza inusitada entre los amigos de lo natural y lo magufo, de utilizar la propia orina para supuestos fines medicinales. Orinoterapia la llaman. Y aseguran sus defensores que se trata de un líquido casi milagroso, capaz de regular la tensión arterial, mejorar las defensas, tonificar, servir como potente antidepresivo, aumentar la potencia sexual y no sé cuántas cosas más incluido, por supuesto, curar el cáncer. ¿Para qué tirarlo entonces por el retrete cuándo puede mejorar nuestra vida? Pues porque es mentira.

Como tantos otros de esos remedios tan básicos como increíbles que pululan por las redes, rechazo soluciones sencillas para problemas tremendamente complicados y que, a la larga y a la corta, son tan eficaces como peregrinar de rodillas a un apartado santuario: puro placebo.

Placebo viene de complacer, causar placer. Y yo, amante como soy de los placeres mundanos, sigo sin encontrarle el gustillo a beber mi “agüita amarilla, cálida y tibia”. Prefiero la cerveza.

Los baños de bosque alivian las depresiones otoñales

Decía Pablo Neruda que en otoño la tierra se extiende y respira, mientras al mes y a los árboles se les caen las hojas. Manuel Machado se sentía “triste como una tarde del otoño viejo”. Yo prefiero la visión de Ángel González, maravillado por esas luces doradas que son fuego, o vida.

Todo esto me lo cuento durante mis baños de bosque, de naturaleza. Porque no sólo es posible darse baños de árboles. Es absolutamente necesario, especialmente en estas fechas donde, por culpa de la reducción de las horas de sol, el 30 por ciento de los españoles sufre la “depresión de otoño”. Será porque no conocen los baños de bosque, el mejor antidepresivo natural.

Los japoneses lo llaman Shinrin-yoku, tan famoso que hasta lo recomienda la Agencia Forestal nipona como saludable actividad anti estrés ligada a la aromaterapia.

La receta es sencilla y muy sabrosa. Madruga en fin de semana. Cálzate unas botas, elije el viejo jersey de lana, una buena cazadora y echa a andar por un bosque como quien se zambulle en las cálidas aguas del Mediterráneo. En silencio. Respirando plácidamente al ritmo del canto de las aves. Dejando que el viento se lleve los pensamientos, que el murmullo de tus pasos sea la mejor música. Agudiza el oído para disfrutar con el sonido único de pisar las hojarascas, los charcos, escuchar a las ramas susurrar secretos y agitar conciencias, recuerdos. Después de unas horas de paseo busca la compañía de un viejo árbol. Sentado junto a él saca el bocadillo o, mejor aún, una pieza de fruta, y disfruta del momento.  Olfatea. Tras las abundantes lluvias de esta semana, el olor a bosque, hojas, setas, castañas, barro nos reconcilia con nuestro pasado más natural. Y nos relaja infinitamente.

No hay duda. Los mejores paseos del año son ahora. Y si no tienes un bosque cerca, elije parques y jardines. ¿O eres de los que prefieren pasear por el centro comercial?

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Las moscas también beben para olvidar el mal de amores

Cuando El Principito llegó al planeta del bebedor la justificación de éste fue penosa: “Bebo para olvidar que tengo vergüenza de beber”. Parece muy humano eso de ahogar penas en alcohol, pero no se crean, hasta las moscas olvidan sus frustraciones en tequila. O mejor dicho, en etanol al 15%. De acuerdo con un estudio elaborado en la universidad de California en San Francisco (Estados Unidos) y publicado en la revista Science, los machos de la mosca de la fruta rechazados sexualmente prefieren las bebidas alcohólicas a las sin alcohol. Los experimentos fueron interesantísimos, aunque por pura empatía se nos revelan como auténtica tortura para los pobres animales.

Primer experimento: Un grupo de moscones afortunados se unió con hembras receptivas en proporción de 5 a 1. En otro grupo, cada macho tenía tres encuentros diarios de una hora con hembras satisfechas que acababan de copular y rechazaban el nuevo cortejo. Tras cuatro días se juntaron todos a comer, pudiendo elegir alimentos normales o con alcohol añadido. ¿Se imaginan lo qué ocurrió? Efectivamente. Los machos que no se habían comido un colín se lanzaron al vicio, mientras los sexualmente satisfechos eligieron positivamente la comida sin aditivos.

Segundo experimento: Los machos rechazados son posteriormente llevados a un entorno con numerosas hembras receptivas. Tras disfrutar con ellas volvieron a meterlos en el recinto con comida. ¿Saben lo que pasó? Lo lógico. Satisfechos sexualmente ya no probaron el alcohol.

Fuera de nuestra lógica (y experiencia) humana, la explicación está en los niveles de un neurotransmisor implicado en sistemas de recompensa cerebrales cuyo descenso empuja a la bebida. El experimento puede ayudarnos a superar adiciones y depresiones pero, lo que sin duda confirma, es que la distancia entre una mosca y un Homo sapiens es de apenas un vaso de tequila.

Y aunque no venga al caso (o sí) «tómate esta botella conmigo». Como siempre, Chavela.

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La crisis nos quita la ilusión

La crisis económica nos ha obligado a  poner los pies en la tierra. Se acabaron los años locos del despilfarro en el que todo el mundo soñaba con hacerse rico especulando como en el cuento de la lechera. La incertidumbre se ha apoderado de nuestros actos. También el desánimo ante ideales que hasta ayer nos parecían perfectamente asumibles. Como la lucha contra el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. De repente ya no interesa.

Estamos en crisis y la protección del medio ambiente ha dejado de ser una prioridad para nuestros políticos. Gran equivocación. Ahora es el momento de dar un giro hacia un mundo más sostenible, pues sería un disparate pretender salir de la crisis con las mismas políticas que nos han llevado a ella.

Hoy se inaugura en Madrid el décimo Congreso Nacional del Medio Ambiente (Conama 10), un importante encuentro bianual dedicado al desarrollo sostenible de España. Sabedores de esta desilusión por lo verde, los organizadores han lanzado un manifiesto con el lema ‘Ahora, más que nunca‘.

Ahora, más que nunca, se necesita actuar y dar un fuerte giro de timón hacia un mundo más sostenible.

Ahora, más que nunca, tenemos que salvaguardar nuestro capital natural.

Ahora, más que nunca, hace falta invertir en sostenibilidad, contando con sus tres vertientes, la económica, la ambiental y la social, de forma integrada.

Ahora, más que nunca, hay que demostrar que la sostenibilidad es capaz de generar bienestar y empleo.

Ahora, más que nunca, debemos darnos prisa.

Ahora, más que nunca, hay que pensar en el mañana.

Ahora, más que nunca, la sociedad debe implicarse en un proceso de cambio que necesita de todos.

Ahora, más que nunca, es necesario colaborar, encontrar sinergias, optimizar recursos y trabajar en red.

Si tú también crees que no se puede dejar pasar la oportunidad abierta por la dura crisis económica para introducir los cambios que desde hace años venimos reclamando desde el sector ambiental, adhiérete al manifiesto y ayúdanos a difundirlo. Que la crisis no te quite la ilusión de soñar con un mundo más sostenible y justo.

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¡Liberar a Susi!, una elefanta con depresión del Zoo de Barcelona

Susi es una elefanta nacida en libertad en África hace 36 años que muy pronto puede morir de tristeza. Apresada por los traficantes-comerciantes de animales salvajes, llegó al Zoo de Barcelona procedente del parque zoológico Safari Park Vergel de Alicante en 2002, y desde hace un año vive sola y triste tras la muerte de la elefanta Alicia, quien durante seis años fue su única compañera de cautiverio.

Según la asociación animalista Libera!, este solitario paquidermo sufre ahora graves comportamientos depresivos, como delata un balanceo insistente de la cabeza y la trompa, o el comerse sus propias heces, señal de su estado de ansiedad, estrés y aburrimiento, que igualmente le lleva a reclamar insistentemente comida a los visitantes.

Por el contrario, la dirección del Zoo ha defendido que el animal se encuentra en perfecto estado de salud, «tranquila, receptiva y relajada».

No me lo creo. El único elefante del zoológico barcelonés, un animal eminentemente social, inteligente y muy sensible, está condenado a vivir solo en un pequeño espacio cerrado, con un suelo de hormigón que daña sus patas, donde es diana de la curiosidad de miles de visitantes. Seguro que está profundamente triste, esperando la muerte por aburrimiento, pena y soledad. Eso se llama maltrato.

Aunque quizá ya sea tarde, la gente de Libera! ha lanzado una ciberacción en la que todos podemos colaborar añadiendo nuestra firma.

¿Qué pretende esta campaña?

En primer lugar, lograr el traslado de Susi a un tipo de instalación que le permita acabar su vida en estado de semi-libertad, acompañada por otros ejemplares de su especie.

A medio plazo, conseguir que los elefantes sean “descatalogados” como especie autorizable en los zoos de España.

Y a más largo plazo, crear en Europa un santuario para elefantes cautivos donde estos pobres animales, imposibles de reinsertar en su medio natural, vivan con una mínima dignidad.

¡Firma ya! Entra en www.LIBERAaSUSI.org y ratifica la petición de miles de personas sensibles que tratan de ayudar a esta pobre elefanta.

Al borde de la depresión postvacacional… y el frigorífico apestando

Hoy me solidarizo con mis queridos árboles y, aunque por razones muy diferentes, también moriré de estrés. Acabo de regresar de las vacaciones navideñas y la luz se había ido de casa hace dos semanas. Cuando hemos entrado el frigorífico ha salido corriendo por el pasillo, dejando tras de sí un pestilente rastro de olor a muerto.

Hacia mediados de noviembre, una semana antes del famoso Día de Acción de Gracias, los norteamericanos celebran el National Clean Out Your Refrigerator Day, o sea, el Día Anual de la Limpieza del Frigorífico. Dicen que es la única manera de guardar dentro el gran pavo al que les obliga la vieja tradición gastronómica. Y de acordarse de limpiar el electrodoméstico al menos una vez al año.

Los españoles somos menos disciplinados pero creo que más propensos a descongelar la nevera varias veces al año para tan higiénica costumbre, que al mismo tiempo reduce considerablemente el consumo eléctrico al retirar el hielo acumulado en su interior.

En mi caso, he pasado cuatro horas entre arcadas y estropajos, intentando inútilmente arrancar de la nevera la nauseabunda pestilencia. Lo he probado todo (jabón, bicarbonato, vinagre, limón) pero sin éxito. Si algún lector me puede dar un consejo para acabar con el hedor sin necesidad de tirar el frigorífico le quedaré eternamente agradecido.

Limpieza, maletas, montaje imposible de juguetes de los Reyes, preparación de las mochilas escolares de los niños tras incansable búsqueda de sus tareas navideñas, inútil quema generalizada de incienso, jardín invadido por las malas hierbas, los 15 gatos del vecino celebrando ruidosamente la llegada de su celo en una azotea que ya es definitivamente la de ellos… ¿Era ésta la rutina que tanto eché de menos entre pantagruélicas comidas familiares, reuniones de ex alumnos y dura presión consumista?

La depresión postvacacional me persigue ahora igual que yo persigo a mi frigorífico.