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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La OMS advierte del peligro de los antibióticos en la alimentación animal

Científicos de la Organización Mundial de la Salud, a través de un informe sobre resistencias antimicrobianas, insisten en la necesidad de disminuir el uso de antibióticos en la ganadería, pero nadie parece hacerles caso.

Algunos medicamentos usados para tratar enfermedades en los humanos son ampliamente utilizados en animales sanos como mera prevención. En la actualidad se emplean más antibióticos en veterinaria que en medicina. Como media, para producir un kilogramo de carne se utilizan en Europa 100 miligramos de antimicrobianos.

Este abusivo gasto de medicamentos se realiza sin necesidad y sin tener una constatación probada de su efectividad. Lo único demostrado es que debido a tal abuso se ha disparado la resistencia inmunológica de los animales a enfermedades que también sufrimos los humanos. Según los expertos de la OMS, es posible que cepas de bacterias con genes de resistencia puedan transferirse de animales a personas por medio de los alimentos. El riesgo es evidente. Si enfermamos con esas cepas resistentes, los antibióticos tradicionales no nos servirán para nada.

Como explica el Dr. Klaus Stöhr, científico de la OMS,

el generalizado uso de los antimicrobianos en la agricultura y la ganadería plantea graves preocupaciones, pues algunas de las bacterias resistentes de reciente emergencia en los animales se transmiten a las personas, principalmente por los alimentos de origen animal o por el contacto directo con animales de granja. Tratar las enfermedades provocadas por esas bacterias resistentes en las personas resulta más difícil y costoso y, en algunos casos, los antimicrobianos disponibles no son ya eficaces.

Reforzando esta preocupación, The Washington Post informaba hace unas semanas de la larga batalla legal emprendida por grupos de salud y de defensa del consumidor que demandaron al gobierno norteamericano por permitir el uso de grandes cantidades de antibióticos y otras medicinas en la producción ganadera. Allí un tribunal federal ha ordenado revisar la decisión de autorizar el uso de ciertos antibióticos en la alimentación animal. En el fallo el juez reconoce que a pesar de que desde hace más de tres décadas se sabe que su empleo plantea riesgos para la salud de los seres humanos, se ha hecho «asombrosamente poco» para evitarlo.

Frente al medicamentazo español, empeñado en reducir el gasto farmacéutico, en la ganadería se mantiene un abusivo gasto de medicamentos sin necesidad y sin tener una constatación médica probada de su efectividad e inocuidad. Un problema que pagamos todos en cada filete consumido. Y sufrimos todos.

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Comer mucha carne provoca hambre

Nuestra sociedad siempre ha estado subyugada a los pecados y peligros de la carne. Según el párroco de mi pueblo, la mayoría de los problemas del mundo venían precisamente de allí, de esas bajas pasiones tan cárnicas. Superado el trauma religioso me vuelve ahora el miedo a la carne, pero esta vez desde el punto de vista de la sostenibilidad. Sin ser vegano ni vegetariano, cuanto más analizo este tema menos apetecibles se me antojan los chuletones. Os explico la razón.

La producción mundial de carne se ha disparado hasta los 228 millones de toneladas anuales. Con el actual ritmo de crecimiento de la población y de consumo, la FAO calcula que en 2050 deberá ser el doble o no habrá comida para todos. Al no existir  suficientes pastos, los países desarrollados nos llevamos lo mejor y dejamos el hambre y los desequilibrios a los más desfavorecidos. Como resultado fatídico, cuanta más carne comemos más hambre provocamos. ¿Paradójico verdad?

Con 52 kilos por persona y año España es el octavo país más carnívoro del planeta, muy por encima de la media europea. Y vamos a más, empeñados como estamos en marginar la dieta mediterránea a cambio de grandes filetes diarios. Se nos olvida que su producción tiene terribles consecuencias. Obtener un kilo de carne consume 15.000 litros de agua frente a los modestos 500 litros de un kilo de patatas. Y resulta tan dañino para la atmósfera como conducir 1.600 kilómetros en coche. El excesivo consumo es igualmente perjudicial para nuestra salud, y eso sin hablar de los nocivos efectos de las hormonas y antibióticos con los que inflamos a ganado y consumidores.

Tan monótona alimentación nos hace además terriblemente dependientes. No sólo de las exportaciones cárnicas. Las lustrosas vacas o los gordos cerdos patrios se alimentan de selva tropical a un ritmo anual de deforestación de 600.000 hectáreas sólo en Sudamérica. De ahí proceden los piensos que integran la mayor parte de su dieta, a base de soja venida de Brasil o Argentina y cultivada en lugares donde hace poco tiempo había impenetrables bosques. Quedaros con otra cifra. Hacen falta 9 kilos de piensos para producir un solo chuletón.

¿Qué podemos hacer entonces? Evidentemente, reducir el consumo cárnico. Comer más verdura. Y quizá volver a los consejos del viejo párroco de no probar carne los viernes. De la nutritiva, se entiende. Del otro tipo ya no es pecado.

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El mejor corto ecologista del año vence a los transgénicos

Se le considera el mejor corto ecologista del año, pero a mí me parece el mejor corto ecologista de la década. Si fuese un anuncio publicitario, la campaña viral de Veterinarios sin Fronteras (VSF) resultaría demoledora. Más incluso que la exitosa de Greenpeace sobre el Kit-Kat de Nestlé y su responsabilidad en la desaparición de los orangutanes.

Se titula «Dos tomates y dos destinos» y ataca directamente a los alimentos modificados genéticamente, los temidos, temibles y cada vez más generalizados alimentos transgénicos.

La historia es hilarante. Dos tomates, uno transgénico (K-44) y otro campesino (Mauricio), se citan en un bar después de haberse conocido a través de un chat en Internet. Es una cita a ciegas que se barrunta desastrosa. El del pueblo, acostumbrado al estiercol, el agua pura de la lluvia y la vida natural, parece que tiene todas las de perder frente al cosmopolita colega, sofisticado y muy cool, pero el final acaba siendo grandioso. Porque Mauricio tiene algo muy especial que a K-44 le volverá loco.

Esta imaginativa producción de VSF está basada en la idea original de Aníbal Gómez. Lo interpretan de forma magistral (¡se salen!) nada menos que Joaquín Reyes y Carlos Areces.

Pero los veterinarios no dan puntada sin hilo. No se han limitado a hacernos pensar en las virtudes del modelo de soberanía alimentaria frente al agronegocio industrial basado en el uso indiscriminado de agroquímicos y productos fitosanitarios. Quieren algo más. Nuestra implicación activa a través de la cibercampaña: Y tú… ¿de qué eres? De espachurrar o de abonar?
http://dostomates.wix.com/dosdestinos#!%C2%BFabonas-o-espachurras?

La pregunta se responde sola ¿O es que tú eres de los de espachurrar el futuro?

P.D. Una aclaración necesaria. A la vista de algunos comentarios, hay lectores muy protransgénicos que no entienden las licencias humorísticas. Los tomates transgénicos fueron un estrepitoso fracaso comercial de las multinacionales gracias al contundente rechazo de los consumidores. Pero tienen razón quienes señalan que en estos momentos no existen tomates transgénicos en el mercado. Aunque se mantiene la investigación en los laboratorios para lograr un futuro producto más vendible.

Si quieres saber por qué son peligrosos los alimentos transgénicos, te recuerdo un post mío donde resumo sus desventajas para la salud y el medio ambiente. Lo tienes en este enlace.

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¿Aceptas pagar huevos más caros para que las gallinas vivan felices?

Mi suegra está enfurecida. El precio de los huevos se ha puesto por las nubes. Un 50% más caros que el año pasado, le confirmo. Y trato inútilmente de explicarle la razón. Desde enero la nueva normativa europea de bienestar animal ha obligado a reformar todos los gallineros, haciéndolos más confortables pero menos productivos. Las actuales exigencias obligan a reducir el número de aves por jaula y a que en ellas haya suelo donde poder escarbar, bandejas para baños de arena e incluso espacios reservados para hacer la puesta en la intimidad. ¿Pagar más para que vivan mejor unas gallinas?

Sin duda vale la pena. Quien haya visto alguna vez esas jaulas de medio metro cuadrado donde se amontonaban 20 gallinas de picos cortados, con patas encallecidas de vivir sobre un enrejado y chamuscadas de las descargas de cables eléctricos instalados para evitar la rotura de los huevos sentirá un gran alivio en su conciencia al conocer la desaparición de estas instalaciones de injustificada tortura animal. Pero también hay mucha gente sensible que no necesita ver estas atrocidades para repudiarlas y exigir su final.

Es cierto. La normativa llega en el peor momento, cuando más nos duele el bolsillo. Muchos pequeños avicultores han tenido que cerrar pues el negocio ya no les da para amortizar tan detalladas reformas, encareciendo aún más el producto al descender el número de productores. Y para el español medio tocarle los huevos es algo sagrado. Base de nuestra tortilla de obrero, son junto con el pan alimento fundamental de la dieta de crisis.

Pero aunque pobres, todos tenemos nuestro corazón para demostrar que, como dijo Gandhi,

«un país se juzga por la forma en la que trata a sus animales».

¿Nos duele pagar 15 céntimos por un huevo de gallina feliz y no nos duele el euro y medio del café? Si fuera así hay algo que falla. Por eso me gustaría conocer tu opinión a la pregunta del título de este post:

¿Estás de acuerdo en pagar huevos más caros para que las gallinas vivan felices?

P.D. Por si tienes alguna duda, este espectacular vídeo te ayudará a reflexionar. Muestra una máquina expendedora de huevos frescos instalada en una céntrica calle de Frankfurt (Alemania). En ella había 16 gallinas vivas, encerradas como si fueran latas de refresco, listas para ofrecer su fresco producto al viandante a cambio de una moneda. ¿Os parece mentira? Lo es.

Se trata de uno de esos tan de moda vídeos virales. Es en realidad una espectacular campaña de concienciación de NOAH, una organización alemana defensora de los derechos de los animales.

Su mensaje no puede ser más directo:

El 68% de las gallinas son tratadas como máquinas de poner huevos.

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Los cocineros españoles se unen contra los descartes pesqueros

A primeros de mayo os hablé en La Crónica Verde del tremendo disparate de los descartes pesqueros. Esos peces sin aparente interés comercial pescados para arrojarlos muertos al mar y que muchas veces suponen la mitad de todo lo pescado.

Sólo en el Mar del Norte este derroche supone desperdiciar un millón de toneladas de peces comestibles al año.

Os proponía entonces unir vuestra firma con la mía y con las de casi 800.000 europeos que ya han suscrito la campaña “Fish Fight”. Alguno me reprochó entonces que la iniciativa fuera británica, cuando somos los españoles los segundos consumidores en el mundo de pescado detrás de Japón y nuestra flota es una de las más importantes de Europa. Pues tengo que daros una buena noticia. La campaña ya tiene su versión española y cuenta con el apoyo de nuestros mejores cocineros.

El pasado miércoles 23 de mayo los chefs Paco Roncero, Mario Sandoval, Ángel León, Joaquín Felipe y Darío Barrio, que entre todos suman 4 estrellas Michelín, invitaron a políticos, ecologistas y pescadores de todo el país para exigir un cambio de la Política Pesquera Común de la UE en el acto de presentación de www.niunpezporlaborda.org.

Sobrasada de pescado, ensalada de berberechos, centollo con gelatina de apio o sardinas marinadas con sandía y jengibre fueron algunas de las tapas que se pudieron degustar en el primer bar de tapas de pescado sostenible con 4 estrellas Michelín del mundo.

Darío Barrio, uno de los chef que apoyan esta campaña, ha destacado que

«el actual sistema no es sostenible ni inteligente, ¿cómo vamos a disfrutar de pescado a largo plazo si lo tiramos de forma indiscriminada?”.

Te lo vuelvo a pedir. Entra en www.niunpezporlaborda.org para que nuestra protesta llegue contundente a Bruselas y podamos cambiar estas leyes de derroche sin sentido de la naturaleza.
Éste es el vídeo del evento:

También os dejo a continuación el Biodiario de Luis Miguel Domínguez dedicado al mismo tema pero desde la visión de los propios pescadores. Como todos los trabajos de este gran divulgador, resulta un interesantísimo reportaje.

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Mañana comenzamos a comer el pescado de otros

Dicen nuestros políticos que no se puede gastar más de lo que se tiene. Pero esta máxima no sirve para los alimentos. Y menos para recursos tan limitados como los pesqueros.

Un informe publicado hoy por NEF (New Economics Foundation) y OCEAN2012 revela que si la población española solamente consumiera pescado de suministro propio, al ritmo de consumo actual se quedaría sin pescado el 25 de mayo, pasando a depender del pescado del resto del mundo a partir del 26 de mayo.

El informe El Día de Dependencia de Pescado revela hasta qué punto los países de la UE están importando todo tipo de peces y exportando la sobrepesca por encima de sus posibilidades naturales. Los recursos pesqueros son un recurso renovable; sin embargo, de acuerdo con las cifras de la Comisión Europea, estamos extrayendo pescado de nuestras aguas más rápidamente de lo que el pescado puede regenerarse, y así nos va. Agotamos el recurso, nuestros caladeros tradicionales. Y a cambio llevamos esta agotadora rapiña a los lugares más apartados del globo.

Puedes seguir leyendo el resto de la noticia en la página oficial de OCEAN 2012.

Y también te recomiendo este excelente documental sobre el grave problema planetario de la sobrepesca. ¡No te lo pierdas!

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La crisis dispara el consumo de pescado basura

Una niña escocesa ha convulsionado Internet mostrando fotos del menú de su colegio: pizzas, macarrones, croquetas, hamburguesas, magdalenas, helados,… ¿Comida basura? Aquí lo llamamos menú infantil.

Dirá alguno que no es cierto. Que en nuestros comedores escolares y hospitales se ofrece a diario carne y pescado. Es verdad pero ¿qué carne y qué pescado? Porque con esto de la crisis la calidad de los alimentos es cada vez más baja. Ello explica que la merluza haya desaparecido de los platos. O no, pues en realidad nos la siguen dando, pero con queso, al ponernos panga por merluza. Muchos ya la conocen como «la merluza de la crisis«. Sin embargo, esta especie [Pangasius hypophthalmus] venida de Vietnam y China no es una alternativa, es pescado basura. Un engaño asociado al desastre ambiental, social y sobre todo nutritivo de su presencia cada vez más frecuente en nuestras cocinas.

Hagan cuentas. Se trata de una especie de pez gato propia de los ríos asiáticos, especialmente del Mekong, cuyas aguas sufren elevados niveles de contaminación industrial. Piscicultura masiva, las pangas viven hacinadas en mínimas jaulas donde se amontonan por miles. Sus escasas propiedades nutricionales, su dudoso control sanitario y mala calidad no lo hacen apetecible, pero sí su bajo precio, inferior al del pollo. Sólo por ser barato nos hemos lanzado a consumirlo, más de 50.000 toneladas al año.

Hay también otra razón que da vergüenza. Lo compramos porque viene limpio y en filetes, como si fuera carne. Nos hemos hecho tan vagos que somos incapaces de comer unas anchoas o un jurel por no quitarle las espinas.

Los pescadores españoles están que trinan con esta competencia desleal. ¿Estaremos diciendo adiós al besugo, al abadejo, a la merluza, al lenguado, la sardina o a la pescadilla? No caigamos en la trampa. Ahorremos en móvil o en ropa, pero no en la calidad de la comida, base de nuestra salud.

Otro pescado de la crisis es la perca del Nilo, que muchas veces nos venden como mero. Una estafa y un desastre ambiental al que dediqué en este blog la entrada La pesadilla de Darwin.

Respecto al panga y la perca, os recuerdo que la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha recomendado reducir su consumo después de que unos análisis detectaran la presencia de sustancias nocivas para la salud. Tienes la noticia completa en 20 Minutos.

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Ni vegetariano ni carnívoro ¿Sabes lo que significa ser locávoro?

Me confieso. Soy locávoro. Ni vegetariano ni carnívoro: omnívoro concienciado, consumidor de productos locales. No en su totalidad, pues vivo en una isla, pero sí al menos en lo que está a mi alcance en el pequeño pueblo de Fuerteventura donde habito.

La señora Isabel me trae todos los días leche recién ordeñada de sus dos vacas, unos animales formidables a los que trata y cuida como a queridas mascotas. Cuando la recojo está aún tibia. Y después de hervirla queda flotando una nata maravillosa, fantástica para hacer postres. Los huevos son de gallinas felices, esas que aún corretean por la calle y escarban en las cunetas. Y el pescado lo compro en la cofradía, recién capturado con viejas técnicas artesanales. Por no hablar del queso de cabra que hace Felipa, uno de los mejores del mundo.

Alarmados por nuestro desmedido impacto ambiental, cada vez somos más los que nos preocupamos por elegir productos de cercanía y de temporada, a ser posible ecológicos y mejor aún de razas y variedades autóctonas, las nuestras. Menos transporte significa menos consumo de combustibles fósiles, menos contaminación, pero también menos intermediarios. Un comercio más justo donde el productor recibe el dinero que vale lo que nos vende, con el reconocimiento del consumidor a su trabajo como inmejorable pago añadido.

Desgraciadamente, lo normal es lo contrario. En el mercado los productos vienen del otro extremo del planeta. Según un estudio de Amigos de la Tierra, los alimentos importados por España recorren más de 5.000 kilómetros hasta llegar a nuestra mesa. Ello supone la emisión anual de 4,7 millones de toneladas de CO2, un 67 % más que en 1995. Los productos más viajeros son cereales y piensos, pescados y mariscos, café, cacao y especias, frutas y legumbres. Vamos, casi todos.

Muy viajados, es verdad, pero yo prefiero la comida sin marear.

Foto: Efeagro

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¿Deberíamos celebrar el día de la sequía?

El 22 de marzo celebramos el Día del Agua y el 23 de marzo deberíamos celebrar el Día de la Sequía. Este año las lluvias han sido un 49% inferiores a la media. No llovió ni en otoño ni en invierno y la primavera llega parda y parca, pues los primeros chubascos y nevadas del mes son como gotas en el desierto: insuficientes. O esto cambia o vamos a superar el triste récord de 2005, el año más seco desde que tenemos registros fiables.

Un septenio ya de la última sequía y los buenos propósitos cayeron en saco roto. El agua es tanto un derecho como una responsabilidad de la que sólo nos acordamos cuando nos falta, como de Santa Bárbara con las tormentas. ¿La razón? Resulta demasiado barata como para ahorrarla.

Hagan cuentas. Un metro cúbico de agua cuesta en Dinamarca tres veces más que en España. Y hagan también una paradójica comparación. Con el precio de una botella de agua mineral se puede pagar el consumo de una familia de tres miembros durante tres días. España es así uno de los países de mayor consumo hídrico del mundo, 149 litros por habitante y día sin contar la producción agrícola y ganadera (el 80% del total gastado) y la producción industrial (el 6% restante).

Abres el grifo y ahí está, abundante y potable. Dicen los médicos que debemos beber al menos dos litros de agua diarios, pero en realidad consumimos mucho más. Producir un kilo de carne de vacuno consume al menos 15.500 litros, confeccionar un par de vaqueros 10.850 litros, obtener un kilo de trigo se bebe 1.500 litros y 70 litros una sola manzana.

Según la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) gastamos un 20% más en agua mineral y bebidas refrescantes que en todo el consumo de agua potable. Y si lo comparamos con la factura telefónica, ésta nos cuesta un 470% más. ¿Será más importante hablar por el móvil que beber, cocinar y lavarnos? Se nos olvida que el 20% de la población mundial carece de acceso al agua potable y que el 42% no tiene un grifo cerca para su aseo personal. Así que actúa, #ahorraAgua. Cada gota es importante. Mucho más en tiempos de sequía.

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Llega el champú milagro inspirado en los caballos

Al salir ayer del supermercado, poco antes de pagar, la solícita cajera me mostró una botella de champú de caballo.

– «¿No le interesa probarlo?», me espeta. «Es buenísimo para el pelo».

– «Gracias, pero no tengo caballo», le respondo con igual amabilidad.

– «No es para los caballos, es para las personas», me advierte sin perder la sonrisa.

– «¿Está hecho con extracto de caballo?», pregunto horrorizado.

– «No, no creo», me responde dudosa. Y rápidamente llama por el intercomunicador a su jefe para confirmarlo. Segundos después, respira aliviada:

-«No tiene nada que ver con los caballos. Se llama así por llamarlo de alguna manera. Pero tiene biotina, que es algo muy bueno para el pelo. Y sólo cuesta 6 euros».

Rechacé la oferta y me quedé intrigado. ¿Qué tienen en común los champús con los caballos?

Para quienes hayan tenido la misma duda se lo cuento: no tienen nada en común.

Por lo que se ve, algunos cuidadores de caballos se lavan el pelo con el mismo champú con el que les lavan las crines a sus animales, a pesar de que los equinos carezcan de cuero cabelludo. Y también, según parece, el resultado en cuanto a brillo y fortaleza resultaba espectacular. En España se ha corrido la voz gracias al boca a boca, y desde hace poco hay una auténtica fiebre cosmética por este productos cuyo uso en principio no debería de estar indicado para las personas. ¿Pero de verdad funciona?

Dicen que el secreto de este jabón está en un ingrediente casi mágico, la biotina. Una vitamina que, empero y según los especialistas, no se absorbe por nuestro de natural impermeable cuero cabelludo, y que el organismo (de personas y de caballos) produce de forma natural. Así que poco podrá hacer por nuestros tupés y pelucones.

Me temo, queridos amigos y amigas, que nos hallamos ante otro de estos productos milagro tan del gusto de los magufos de la cosmética. Esos que nos ofrecen sin parar babas de caracol, proteínas de seda (pero no de garbanzo), liposomas antiarrugas, iones, química cuántica o veneno de serpiente, entre otras moderneces de discutible efectividad.

Y es que parece mentira que estemos en pleno siglo XXI y sigan contándonos eso de «pero a mí me funciona» al estilo de los charlatanes del salvaje oeste americano. Primero llegaron sus carromatos ambulantes y ahora tenemos incluso a sus caballos. Engrifada se me ha quedado la melena.

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