La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Archivo de la categoría ‘Consumo’

Mari Pili sigue teniendo miedo al hipermercado (y yo)

En 1980 Alaska y los Pegamoides se lanzaron al estrellato musical gracias a una pegadiza canción titulada “Horror en el hipermercado”. Ya saben, aquella que cuenta la terrible aventura de la pobre Mari Pili, quien a pesar de ir “muy mona con su faldita de goma” acabó despiezada en la sección de ultramarinos.

Pocos se acordarán de que por aquellos años de oro de la movida el carrito de la compra prácticamente acababa de llegar a nuestro país. Que hasta entonces nuestras únicas grandes superficies comerciales eran los mercados de abastos. Y que a pesar de Mari Pili, de papeles de estraza y de huevos en cestas de mimbre, comprar no nos daba más miedo que pagar, al contrario que ahora.

Pero ahora, además de ese miedo inevitable a pagar más de lo debido que nos obliga a recordar mil y un precios para evitar falsas ofertas, vamos con miedo por las estanterías sorteando grasas saturadas, hidrogenadas, de palma y de coco, evitando colorantes azoicos, descartando potenciadores del sabor, emulgentes, espesantes y gelificantes, optando por pescado procedente de pesca sostenible, eligiendo fruta y verdura local y de temporada, tratando de recordar qué era eso de la dieta mediterránea. Al final leemos más etiquetas en busca del ingrediente maldito que entradas tiene la Espasa. Nos llaman “consumidores concienciados” pero en realidad somos “consumidores asustados”.

Nunca antes en la historia de la Humanidad había existido un sistema de control sanitario y de calidad más estricto. Nunca antes se tenía la seguridad de su trazabilidad, su viaje comercial desde el lugar de producción al de consumo. Nunca antes todos estos certificados, normas, leyes y análisis se habían universalizado, globalizado. Y nunca antes habíamos tenido tanto miedo con lo que comemos. Más miedo que la pobre Mari Pili.

A continuación os dejo el videoclip de la famosa canción de Alaska y los Pegamoides. ¿A que ahora tiene una nueva lectura?

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

 

Cada vez tiramos más comida a la basura

En tiempos de crisis nos hacemos más ahorradores, pero en lo fundamental, en la alimentación, seguimos apostando por el derroche. La culpa la tiene esa confusión entre límite de venta y límite de consumo.

Según estadísticas oficiales de la Unión Europea, el 18% de los europeos no conoce la diferencia entre “consúmase preferentementey “caduca, cuando la primera sólo hace referencia a la calidad, mientras que la segunda se refiere a seguridad alimentaria. Y así nos va.

Cada europeo tira anualmente a la basura una media de 179 kilos de alimentos en perfecto estado, medio kilo al día. O lo que es lo mismo, cerca del 50% de productos comestibles se pierde en el intrincado camino que une a productor con consumidor, la mitad desechados directamente por nosotros mismos desde casa.

Esto no hay quien lo entienda. 79 millones de personas viven en Europa en la pobreza, mientras casi 90 millones de toneladas de alimentos en perfecto estado terminan todos los años en los contenedores. Y como nos creemos más ricos que nadie, en las tiendas, cuando el producto fresco ya no está en óptimas condiciones o está próximo a caducar, en lugar de venderlo más barato como se hace en muchos países, aquí directamente lo tiramos.

Frente a este despropósito se nos olvida lo auténticamente importante, la calidad de lo que comemos. Adoramos las marcas de todo lo superfluo y regateamos dos céntimos en la leche sin valorar su origen incierto. Obviamos así la presencia en los alimentos de conservantes, colorantes y otros componentes poco saludables como grasas hidrogenadas. Y apostamos con alegría por la insostenibilidad de comprar productos de orígenes transcontinentales despreciando los producidos en nuestro entorno más inmediato.

Ya lo dice El Roto: Cada vez hay más comida en la basura y más basura en la comida.

También puedes encontrarme en Twitter (@lacronicaverde) y en Facebook (www.facebook.com/cronicaverde)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

 

Comer bien salva osos, ganaderos y un paisaje único

¿Qué tendrá que ver la comida con la conservación de la biodiversidad? ¿Unas manzanas con los osos? ¿Una copa de vino con los burros?

¿Qué tienen en común los ganaderos de montaña, las razas autóctonas, el turismo y los quebrantahuesos?

La respuesta es la misma para todas estas preguntas. Sólo manteniendo las actividades agrícolas y ganaderas tradicionales será posible mantener un paisaje único, el esculpido por la humanidad a lo largo de los últimos 10.000 años. Y con él su biodiversidad productiva asociada.

Porque el paisaje no es un mero concepto estético, geográfico o biológico, aquel terreno que vemos desde un sitio concreto. El paisaje es todo eso y mucho más. Es el alma de la tierra, un complejo producto del tiempo, de la evolución geológica, biológica e histórica de un lugar, de la herencia de nuestros antepasados, pero también de las generaciones futuras. Ya lo decía Azorín: “El paisaje somos nosotros”.

Sin embargo, la globalización está acabando con este paisaje cultural profundamente nuestro, abandonando pueblos e industrializando los sistemas de producción de alimentos de forma terriblemente homogénea. Extinguiendo nuestra biodiversidad productiva, las razas ganaderas autóctonas, las variedades vegetales propias de cada región, provincia e incluso valle.

Sólo hay una manera de detener esta pérdida que ya se conoce como erosión genética. Convirtiéndonos en consumidores responsables. Rechazando los productos llegados de países lejanos, los industriales, los medioambiental y sociológicamente insostenibles. Dejándonos llevar por lo que nos dicta la cabeza y el corazón en lugar de por las leyes de la mercadotecnia.

Y para ayudarnos acaba de nacer un proyecto realmente maravilloso. Se trata de la marca de garantía ConSuma Naturalidad, una iniciativa de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente que aportará información complementaria sobre biodiversidad a los consumidores, con el fin de que éstos puedan tomar una decisión de compra responsable. Que ayudará a proteger 150 razas de ganado y a unas 300 variedades vegetales locales.

Porque el día en que el ganadero y el agricultor abandonen las montañas desaparecerán de ellas buitres y quebrantahuesos, pero también praderas cuajadas de flores y mariposas. Desaparecerán con ellos esos sabores únicos. Nuestras pequeñas y grandes historias. Nuestras gentes. Y nosotros seremos más pobres e infelices.

ConSuma Naturalidad es el único proyecto español que ha sido financiado por el programa LIFE+ de la Unión Europea (2009) en la categoría de campañas de información y comunicación. Tienes toda la información en su página oficial y en este vídeo que te incluyo a continuación:

 


Por cierto, la música de fondo son las Variaciones Goldberg, una de mis composiciones favoritas. ¿No te parece que el estilo de Bach, tan sosegado y espiritual, está muy relacionado con ese modo de vida tranquilo al que aspiramos todos?

Foto: Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ)

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Los aviones ya vuelan con aceite de cocina usado

La aerolínea holandesa KLM empezará en septiembre un programa de más de 200 vuelos entre París y Amsterdam usando aceite de cocina reciclado como original biocombustible. Según la información publicada por Associated Press, la compañía no deberá hacer ningún cambio en los motores para usar este nuevo combustible procedente de las fritangas de pescadito y churros.

En la actualidad, y en contra de lo que muchos piensan, el transporte aéreo mundial es poco contaminante, responsable de tan sólo un 3% de los gases de efecto invernadero. Pero al ser un medio cada vez más usado, su proporción de emisiones está aumentando tan rápidamente como las compañías tratan de reducirlo.

Los vuelos con este tipo de biocombustibles procedente del reciclaje reducen la emisión de los gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Paralelamente, y no menos importante, al reutilizar aceites no es necesario sustituir plantaciones dedicadas a la alimentación por otras dedicadas a los combustibles, ejerciendo así un mínimo impacto negativo sobre la biodiversidad y el suministro alimenticio mundial.

Junto con el uso de estos combustibles más limpios, las compañías aéreas están mejorando su eficiencia ambiental incorporando motores menos contaminantes, modelos de aviones más ligeros e incluso asumiendo pautas de ahorro de combustible en vuelo como los «aterrizajes verdes«.

En los hogares españoles se utilizan al año 97 millones de litros de aceite de cocina sólo en frituras. Si todos esos que tanto critican el actual sistema de reciclaje se incorporaran a él, y en lugar de arrojar el aceite usado al fregadero lo llevaran a los puntos de recogida como ya hacemos muchos  ¿os imagináis las cantidades ingentes de combustible sostenible y barato que podríamos utilizar, no sólo en los aviones, sino también en nuestros coches?


**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Quiero cobrar un euro por devolver cuatro botellas de plástico

En Alemania, devuelves en la tienda la botella de plástico del refresco que te acabas de beber y te devuelven 0,25 euros. Allí no sufren la crisis pero tampoco son tontos. Nadie tira una botella a la papelera porque vale dinero. Y encima se enorgullecen de conducta cívica.

Ayer en España, en el colegio de mi hijo celebraron la entrega de orlas. Al final del acto hubo una merienda y cientos de niños se lo pasaron bomba jugando al fútbol con botellas de plástico y latas de refresco que dejaron el patio sembrado de basura.

Mi primer pensamiento fue hacia el fracaso de un sistema educativo que ha sido incapaz de inculcar a los niños algo tan básico como no ensuciar. Mi segundo pensamiento iba dedicado a Alemania.

Viene todo esto a cuento por la aprobación este miércoles en el pleno del Senado de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados. Una Comisión decidirá próximamente sobre la viabilidad técnica y económica de la aplicación del sistema de depósito, devolución y retorno de envases (SDDR), o lo que es lo mismo, volver al viejo sistema de devolución de envases, el que ya tienen desde hace tiempo los alemanes. No sé a qué estamos esperando para ponerlo en marcha.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

¿Estamos dispuestos a pagar más por contaminar menos?

El 72 % de los españoles está dispuesto a cambiar sus hábitos de consumo para luchar contra el cambio climático, y un porcentaje similar (80%) apoya la imposición de etiquetas para conocer el impacto ambiental de lo que compran. Al menos así concluye una encuesta electrónica de la Fundación Entorno, divulgada por la Agencia EFE, donde se contradice la idea generalizada de que los españoles somos mayoritariamente «irresponsables» en nuestros hábitos de consumo.

Estos datos me producen una tormenta de preguntas. ¿Somos los españoles consumidores verdaderamente responsables? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos de consumo, a reciclar más y a gastar menos? Y la pregunta del millón: ¿Estamos dispuestos a pagar más por ayudar a nuestro planeta?

Sinceramente, pienso que esa encuesta realizada por Internet a 700 personas tiene un alto margen de error, como evidencian los estudios del Observatorio de la Sostenibilidad, que demuestran como la mitad de nuestros residuos no se recicla.

La realidad es testadura, y no hay más que acercarse a los contenedores de basura para encontrar en ellos inmensas cantidades de cartones y plásticos sin separar, a escasos metros de los puestos de reciclaje. Para ver toda clase de aparatos electrónicos averiados y no llevados a un punto limpio. Para acercarnos a las tiendas de moda y comprobar la manera compulsiva en que compramos de todo sólo por el vicio de atrapar chollos innecesarios. Esto último, la nueva cultura de la ganga, cada día más enquistada en nuestro registro genético, casa muy mal con la cultura del desarrollo sostenible que decimos apreciar pero que en realidad muchos prácticamente han desterrado de sus hábitos, ¿no os parece?

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Estamos rodeados de bombillas venenosas

Vaya por delante que estoy a favor de las bombillas de bajo consumo. Con la que está cayendo y la que se espera, ahorrar energía es un ejercicio de necesaria responsabilidad, además de una eficaz acción en la lucha contra el cambio climático. Pero me parece muy grave cómo se está promocionando esta sustitución de luminarias en toda Europa, donde a partir del próximo año se prohibirá la venta de cualquier tipo de bombilla incandescente, las de toda la vida, sin explicarnos antes los riesgos de este cambio.

Primero se popularizan (y hasta regalan) y ahora, muy tímidamente, empiezan a desarrollarse campañas para promover su reciclaje. Sin embargo, ninguna administración nos advierte del peligro sanitario que el manejo de estas bombillas encierra en su interior: vapor de mercurio.

Es verdad, la cantidad es muy pequeña, cien veces inferior a la de un termómetro, pero su inhalación puede provocar graves problemas en nuestro sistema nervioso, especialmente en el de los niños, pues es un metal pesado bioacumulable.

¿Sabías que si se nos rompe en casa una de estas bombillas, lo recomendable es abrir las ventanas y evacuar la habitación durante al menos 15 minutos? Ni tú ni prácticamente nadie.

Compruebo con preocupación cómo la improvisación no es un vicio de exclusividad española. Junto al plan de recambio de lámparas incandescentes por las de bajo consumo, es imprescindible un plan de recolección diferenciado que no sólo haga hincapié en el buenismo cívico del reciclaje, sino también en los peligros de su manejo y destrucción, ampliando la distribución de contenedores específicos fuera de los comercios. Al menos hasta que la tecnología led, sin estas amenazas para la salud, abarate los costes y permita sustituir dentro de pocos años a las ahora recién llegadas de bajo consumo.

Resumiendo, y sin caer en alarmismos, es importante tener en cuenta unos mínimos consejos cuando debas sustituir tanto estas bombillas como los tubos fluorescentes convencionales:

> Nunca las tieres al cubo de basura doméstica o a los contenedores de reciclaje de vidrio.

> Deposítalas en los contenedores de cartón que para su reciclaje existen en los comercios de iluminación o llévalas al punto limpio más cercano.

> Cuando las dejes en el contenedor hazlo con cuidado para evitar su rotura.

> Siempre que se rompan, adviértelo y ventila la habitación durante un cuarto de hora.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

200 dólares, precio mínimo de una hamburguesa

Hamburguesa y refresco por dos euros. Comida rápida y barata. ¿De verdad puede ser tan barata la carne? ¿Cuánto cuesta en realidad una hamburguesa?

Un reciente reportaje del periódico La Vanguardia, firmado por Andy Robinson, nos aclara estas dudas. En opinión del periodista y de muchos expertos, si se incluyen las llamadas externalidades –los costes externos medioambientales, sociales y de salud–, el precio de una hamburguesa podría ascender a 200 dólares (140 euros). Muy por encima de la que hasta ahora se considera la hamburguesa más cara del mundo, 85 euros por una hecha con solomillo de Kobe japonés.

El novelista norteamericano Jonathan Safran Foer coincide con esta valoración en su último libro, Eating animals:

“200 dólares no es una hipótesis, no es un número imaginario; es lo que verdaderamente cuesta una hamburguesa”.

Este sobreprecio no lo pagamos en el restaurante de comida rápida pero, no nos engañemos, alguien lo va a pagar, empezando por el Planeta, por todos nosotros. Veamos como se llega a tan alarmante cálculo.

1. Recursos Naturales. La producción masiva de carne pasa una factura enorme en cuanto a consumo de energía, uso de agua y aumento de la huella de CO2. El ganado es el primer responsable de deforestación en América Latina y Asia, según Greenpeace.

2. Salarios. El segundo coste escondido es el que el Estado tiene que asumir para garantizar una mínima calidad de vida como consecuencia de los bajos salarios en el sector de comida rápida.

3. Salud. La tercera externalidad es el coste de enfermedades relacionadas con la comida rápida. Según un estudio estadounidense, el coste del consumo excesivo de carne en EE.UU. se sitúa entre 21.000 y 42.000 millones de euros al año, precio de los tratamientos médicos de enfermedades provocadas por el sobrepeso.

Más información: El bajo precio de la comida rápida esconde enormes costes sociales y medioambientales.

http://www.lavanguardia.es/vida/20110310/54125438057/el-bajo-precio-de-la-comida-rapida-esconde-enormes-costes-sociales-y-medioambientales.html

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

¿Somos ecologistas o tan sólo ahorradores?

La crisis Libia ha desatado todos los miedos que la crisis económica no había logrado aún despertar. El precio del petróleo se ha disparado y es necesario reducir nuestra fuerte dependencia energética con el exterior. De la noche a la mañana los políticos se han convertido en preocupados gurús del desarrollo sostenible, defensores de las bombillas de bajo consumo, del transporte público, de reducir la velocidad de los automóviles, dar prioridad a las bicicletas, bajar las calefacciones y el aire acondicionado, reciclar.

Hemos pasado del eufórico “consume hasta morir” de la despilfarradora época de la burbuja inmobiliaria al modelo de la “slow life”, la vida pausada y respetuosa con el entorno. ¿Nos estaremos convirtiendo en ecologistas o tan sólo en obligados ahorradores?

Desde su nacimiento hace poco más de medio siglo el ecologismo ha sido criticado con dureza por defender un modelo de desarrollo diferente al actual que siempre se tachó de ir en contra del progreso, de querer volver a la Edad de Piedra.

Y ahora, de repente, no sólo se acepta esta filosofía sino que ya empieza a verse como tabla salvadora de nuestra economía. Aunque se nos nota todavía algo verdes. Porque mientras se anuncia que Fomento apagará la mitad de las farolas de las autopistas para ahorrar electricidad, los nuevos tramos se siguen diseñando con más luces que la Feria de Sevilla y los monumentos se iluminan toda la noche para regocijo de las aves nocturnas.

Ni ahorradores ni ecologistas. Lo único que sufrimos es un ataque de sentido común. Porque como dice muy acertadamente el profesor emérito de Economía de la Universidad de París, Serge Latouche,

“cualquiera que piense que es posible crecer ilimitadamente en un planeta con recursos finitos es, o bien un loco, o bien un economista”.

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share

Aumenta la producción de alimentos ecológicos a pesar de la crisis

Muchos pensaban que con la crisis económica los primeros en caer iban a ser los productores de alimentos ecológicos. Que puestos a apretarnos el cinturón, a muchos se nos iban a bajar los humos del ecologismo e íbamos a acabar comprando la comida más barata, ajenos a químicas y transgénicos. Pero se han equivocado.

La producción de alimentos ecológicos ha experimentado durante el pasado año un importante crecimiento, tanto en superficie como en número de operadores. A falta de datos nacionales más recientes, la superficie dedicada en España a la agricultura ecológica registró en 2009 un incremento de 21,64% hasta superar las 1,6 millones de hectáreas. Y en ganadería ecológica ya hay más de 5.000 explotaciones ganaderas registradas.

El año pasado ha sido todavía mejor, especialmente en Andalucía, la comunidad que más está apostando en nuestro país por los productos agroganaderos exentos de fertilizantes artificiales y pesticidas. Allí, y según datos del Servicio de Certificación CAAE, en 2010 se han alcanzado las 829.840 hectáreas de producción ecológica, un 4,91% más que el año anterior.

Y es que en esto de comer son pocos los que ponen en juego su salud. Consumidores responsables y sensibilizados, cada vez somos más lo que preferimos ahorrar en ropa o en los últimos gadgets tecnológicos antes que hacerlo con la comida. Ecológica, de cercanía, respetuosa, solidaria y sana, muy sana. Que por suerte ya no es tan cara como antes, teniendo en cuenta su calidad y sabor ¿no te parece?

**Comparte con tus amigos este post:

Bookmark and Share