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La princesa Li y el derecho a la libertad

Una de nuestras autoras invitadas más activas, Nieves Gascón (@nigasniluznina), nos vuelve llevar a mundos que no son ni tan lejanos ni tan de fantasía como aparentemente pueda parecer. De la mano de los cuentos infantiles que habitualmente nos propone, los más pequeños y no tan pequeños volamos y también aterrizamos en la diversidad.

Princesa Li
Fotografia propia

Al estilo de los cuentos tradicionales, con un comienzo en «Érase una vez, en un lugar… muy lejano…», en esta ocasión recomendamos el álbum ilustrado La Princesa Li. Un libro de Elena Rendeiro y Luis Amavisca de la Editorial Egades, publicado en 2012.

Inicialmente ofrece unas imágenes en sencillos trazados de acuarelas de tonalidades granantes, moradas y grises combinandas con lápiz carboncillo y jugando al contraste blanco del fondo papel. Grandes ilustraciones que hacen su lectura mucho más atractiva y recomendable junto a un relato lleno de contenidos que van más allá de la igualdad y diversidad afectivo-sexual. Recomendable para neolectores y neolectoras: desde los 6 o 7 años con ayuda y de ahí en adelante con más autonomía relatando cuentos sin querer y creciendo entre historias de lejanas tierras, palacios y princesas. Con el texto bilingüe ofrece la atractiva posibilidad de leerlo en voz alta y perfeccionar nuestro conocimiento de inglés.

La historia de Li comienza en un lugar lejano con su amor a Beatriz, otra mujer de origen extranjero. ¿Se puede amar a alguien que viene de otra cultura? Por supuesto. E igualmente, se puede ser feliz en una pareja del igual sexo y construir en positivo la propia identidad sexual. Todas cuestiones importantes a trasmitir al mundo pero especialmente a los y las adolescentes, no sólo por los valores relacionados con una cordial convivencia sino con todos aquellos que inciden directamente en una sana construcción de la propia identidad. Desafortunadamente, y con más frecuencia de la que quisiéramos, chicas y chicos en todo el mundo sufren rechazo y acoso, e incluso llegan a suicidarse por no contar con apoyos adecuados para resolver un conflicto de identidad sexual alimentado por la lgbtfobia y la violencia.

La relación de pareja entre Li y Beatriz es perfecta hasta que el rey Wan Tan, padre de la princesa, decide que ésta tiene que elegir un marido y descubre el amor entre ambas. Aparece el conflicto: el rey rechaza esta relación y el odio junto a la brujería hacen que Beatriz se convierta en un pájaro de grandes alas, fiel a Li, de la que no se separa a pesar de su metamorfosis.

Ni el mal, ni el odio, ni la ignorancia, ni el patriarcado heteronormativo vencen al amor entre ambas. El brujo, hombre de confianza de Wan Tan, del que Li sospecha sus oscuras y ambiciosas intenciones, intenta envenenar al rey traicionándole para usurparle el trono. Beatriz convertida en pájaro, salva a Wan Tan y este agradecido no sólo aprueba su relación con Li sino que, desaparecido el maleficio sobre Beatriz, las nombra princesas herederas de su reino.

Una historia de amor más bien romántico pero no sujeto a estereotipos ni tradicionales roles de género. Un amor que triunfa por encima del matrimonio forzado y las convencionalidades de los lejanos reinos llenos de fábulas de magia y brujería.Un cuento con un desenlace justo y feliz que invita a llenar nuestras vidas de expectativas de libertad, igualdad y un montón de estimulante y satisfactoria diversidad.

 

En 2015, Salud, Libertad y Lucha

feliz2015

Desde 1 de cada 10 queremos invitaros a disfrutar de lo lindo de 2015 con fuerza, con alegría y en nuestra compañía. Somos un blog joven pero con recursos, así que nuestra amiga Olga de Dios, diseñadora e ilustradora infantil entre muchas otras cualidades, nos ha dotado de una enorme sonrisa y unos ojos bien abiertos para marcarnos el camino.

Otro gran amigo, Paco Tomás, director de Wisteria Lane, barrio radiofónico al que os invitamos, nos dio el deseo: Salud y Libertad. De la primera depende un poco la suerte, pero también una sanidad universal y de calidad; de la segunda, una legislación justa y una sociedad abierta a la diversidad.

Además queremos añadirle un punto reivindicativo, de empuje, de trabajo conjunto por el bien común. Que quienes menos tienen estén un poquito mejor, nos hace mejorar al resto. Esto sirve tanto para los bienes materiales como para los inmateriales, léase derechos o bienestar general. La lucha nos hace crecer por dentro, nos une a otras personas y nos da motivos para sentir orgullo y satisfacción (tan nombrados en estas fechas navideñas).

Así que nuestro monstruo aún sin nombre, Olga, Paco (sin preguntarle), Violeta, Nayra, Carmen, Lucía, Javier, Laura y tantas otras personas que han ido dando forma a este pequeño proyecto en el que nos sentimos como en casa, os deseamos ánimo para luchar que razones no nos faltan.

Doce campanadas por ‘la pluma’

Por Javier Termenón

Diciembre
Ilustración de Javier Termenón

 

Todos los años me empeño en que cada uva sea un recuerdo para algún amigo que no esté cerca. Una suerte de magia parasimpática que nunca me sale; un difícil hechizo, como el espectro patronum de Harry Potter.

Se me confunden las caras, los nombres y la gente con las risas de ver a mis sobrinos, hermano y hermanas, sus respectivos cónyuges y mis padres y demás —que soy de nochevieja familiar—, hinchados los carrillos, el mosto a borbotones por las comisuras de los labios, los ojos chispeantes, el stress de los tres o cuatro segundos entre campanada y campanada, aguantando la risa o el llanto, la emoción de cruzar en unos segundos el umbral de una nueva fecha, la excitación por estrenar 365 días, la melancolía de hacer inventario de los 365 pasados.

A las doce de ese día, intento repasar esa lista mental de amigos, cuatro segundos por persona, mientras como uva tras uva.

Este año las campanadas no me pillan en renuncio, me voy a hacer la lista previa.

Campanada 1:
Por la gente que tiene pluma, una buena pluma como un penacho, estridente, casi insolente.

Campanada 2:
Una pluma que se hace visible cada día; llueva o haga sol no se desluce; acompaña, con brillos de lentejuela rutilante, extrañada y, por tanto, destacada del fondo gris marengo, a las burbujas doradas de algún reclamo de consumo navideño.

Campanada 3:
Una pluma que trabajó mucho antes que tú y que yo por la visibilidad; un mariposeo de mano alegre y muñeca laxa, cuello ladeado y morritos fuera. Alguna posturita de Marilyn. Rompiendo la barrera de lo que se le asigna a un género o a otro.

Campanada 4:
Despreocupada del qué dirán e incluso del qué insultarán, que se agita con brío, vuelve la cabeza atrás por encima del hombro y suelta una melena imaginada serpentina en espiral corriendo por su espalda arqueada.

Campanada 5:
Artificioso culito en pompa, manos en los muslos semiflexionados, hombros arriba.

Campanada 6:
No se me escapa la imagen, es nítida y concisa, mientras sonrío y me empeño en seguir el ritmo de las campanadas entre las cabezas de mis familiares que me ocultan el reloj de la Puerta del Sol.

Campanada 7:
Víctima de la homofobia del heterosexual temeroso de que las barreras de su sexo se confundan o incluso se derrumben y víctima ahora también del homosexual con miedo a que le identifiquen, le tilden de femenino como si lo femenino fuera algo deleznable y despreciable.

Campanada 8:
Una pluma atacada también por mujeres que buscaban un macho, ese que a la mínima de cambio les partiera la cara, quizás…

Campanada 9:
Una pluma que juega con las fronteras de lo incorrecto entre pantomimas de nóes mohinos que son síes.

Campanada 10:
Huyendo de la discreción, de la identificación, de la etiqueta, de la uniformidad, del aburrimiento.

Campanada 11:
Una pluma abanderada del insulto, que lo ha hecho suyo con dignidad y lo esgrime para llamar a sus saltarines congéneres de la misma o distinta orientación sexual, usando del femenino y masculino con libertad, sabiéndose punta de lanza sin pancartas, quizás sólo por provocar.

Campanada 12:
Esa pluma que me expande los pulmones como aquel pitorro giratorio y silbante de las ollas express antiguas; con ese ruido de maquinaria ferroviaria, un tren imparable que nos liberó y nos trasladó a otros barrios en donde fundar otras familias con las que comer las uvas.

Este año, mis doce campanadas van a tener esa imagen; así no me lío convocando doce rostros; convoco la pluma y entraré el año de su mano divertida y alocada.

Va por los que dicen aquello de que la toleran pero que prefieren “sin”, que se queden patidifusos dentro de su ropita interior roja.