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Carta a un chico gay agredido en Caravaca de la Cruz, Murcia

Por Nayra Marrero

Sales del instituto con una amiga, comentando, tranquilo y muerto de hambre, con ganas de llegar a casa. Entonces les escuchas acercarse, gritarte maricón, gritarle a ella bollera, y las ganas de llegar a casa se multiplican. Aceleras el paso, ella a tu lado; ellos, justo detrás.

Escuchas sus risas y sus insultos y sientes que el espacio que os separa es demasiado escaso y te preguntas por qué, otra vez, tienes que aguantar esta mierda.

Foto de Martijn Van Dalen
Foto de Martijn Van Dalen

Les pides que te dejen en paz y empiezan a lanzaros piedras. Corres, corréis, y escuchas la pedrada que impacta sobre la cabeza de tu amiga. Cae. Siguen cayendo piedras del cielo y tú sigues corriendo. Ellos se paran donde está ella, en el suelo, tirada. Sientes cómo el coraje y el miedo se mezclan con el sudor y las lágrimas.

Ves que hay gente que estaba por la calle y que interviene. Se acercan a ella, ellos se van y tú vuelves a su lado sintiéndote mal, culpable, derrotado.

Ella llora, se levanta y os vais a casa. Ella tendrá que contárselo a sus padres: tiene sangre y es evidente que le han pegado, pero desde fuera del armario puede además contarles los 15 minutos de infierno que sólo reflejan una situación que dura mucho más en el tiempo, que es mucho más cansada que la agresión en sí. Irá al hospital acompañada, la curarán y le harán un informe que podrá presentar a la policía si al final se anima a denunciar, que es lo suyo.

Tú te irás a casa sintiéndote mal porque se te nota demasiado la pluma, porque no fuiste capaz de callarte e ignorarles por completo, por no haberla defendido, por no haber sabido plantarles cara. Por todo y por nada. Te irás a casa agotado y tendrás que pasar el rato de la comida dejando que hablen de las noticias o de lo que quieran. No has encontrado el momento de contarles que eres gay y quizá creas que ese momento no llegará nunca, así que con la comida te tragarás las palabras que no puedes compartir todavía.

Te meterás en tu cuarto y buscarás apoyo en las redes, como tantas otras veces, y encontrarás a alguien con quien compartir tu frustración, tus dudas, tus miedos. Alguien que te saque una sonrisa cuando te diga que de culpable nada, que te sientas orgulloso de ser maricón, nunca culpable.

Mañana te encontrarás con ellos otra vez en el instituto, creyéndose impunes, orgullosos, cual gallitos. Pero mañana no se acaba el mundo porque quedan muchos días después en los que tú vivirás una vida ajena a ellos, al miedo, donde quizá cuentes esta historia como un episodio desagradable de la España de ayer, porque tú podrás contarlo pero a ellos, con el tiempo, la vergüenza les hará ocultarlo ¿o crees que alguien les aplaudiría la hazaña?

Desde 1 de cada 10 te mandamos ánimo, un abrazo virtual y mucha fuerza. Esperamos que encuentres el momento de compartir con tu familia lo que te inquieta y lo que te gusta. Esperamos que un día sientas su apoyo como hoy tienes el nuestro y el de los colectivos LGTB. Esperamos que tu centro escolar afronte que tiene un problema de LGTBfobia en sus aulas y que tiene la responsabilidad de abordarlo: si no sabe cómo, que busque ayuda. Esperamos que encontréis impulso para denunciar y que los delitos de odio como este tengan consecuencias sobre los agresores. Esperamos un mundo mejor para ti, contigo.

Esta historia está basada en los acontecimientos que tuvieron lugar en el entorno de un instituto de Caravaca de la Cruz, Murcia, el pasado lunes 20 de octubre de 2014.