Por Violeta Assiego (@vissibles)
«Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor»
Desmond Tutu
Esta misma semana el Consejo de Seguridad de la ONU en una reunión informal y a puerta cerrada escuchó las voces de personas LGBT que sufren la discriminación y la violencia. Escucharon dos testimonios de personas homosexuales procedentes de Oriente Medio, uno de Siria y otro de Irak.
Subhi Nahas, de origen sirio, tuvo que abandonar su hogar y su país y refugiarse en Líbano y en Turquía debido a las amenazas de muerte y a los agravios que sufría a causa de su orientación sexual. Sin embargo, esto no evitó que su vida siguiera corriendo grave peligro. El grupo terrorista ISIS persigue y asesina a cualquier persona que, como Subhi, pretenda defender su derecho a una identidad de género u orientación sexual propia. «El Estado Islámico (EI) rastrea de manera sistemática a todas las personas que identifican como homosexuales, para ejecutarlos en actos públicos. En las ejecuciones, cientos de personas en los pueblos, incluidos niños, celebran jubilosos como si estuvieran en una boda».
El Estado Islámico se ha hecho responsable de al menos 30 ejecuciones de personas acusadas de «sodomía», algunas de las cuáles difunde a través de vídeos a fin de enviar un mensaje para el resto de la población en los territorios bajo su control.
Vídeos que nos dejan llenos de horror, y que difícilmente pueden ser contrarrestados por otros que la misma Naciones Unidas difunde a favor de los derechos humanos de las personas homosexuales, bisexuales y trans* (LGBT). Uno de los mayores riesgos frente a esta ola de violencia, impunidad e indiferencia de la que estamos siendo testigos es que la rabia y la impotencia den paso al escepticismo y la incredulidad.
Es cierto que a los representantes políticos, líderes religiosos y miembros de organizaciones como Naciones Unidas se le llena la boca de buenas palabras, de premisas de justicia perfectamente construidas y de recomendaciones correctamente dirigidas a subsanar las violaciones de derechos humanos que se están produciendo. Y sin embargo, la impresión es de que no sirven de nada. Pero no es cierto. Ahora más que nunca son necesarias.
No es precisamente éste el momento de tirar la toalla en la promoción y defensa de los derechos humanos. Todo lo contrario. Es ahora, cuando delante de nosotros se está retransmitiendo el horror y la reacción egoísta de quienes miran hacia otro lado, cuando el movimiento de los derechos humanos necesita que cada vez más personas repitan sus enfoques, sus discursos y sus ‘buenas palabras’. Porque muchas de las vidas que se salvan es por los muchos defensores y activistas de derechos humanos que se las creen y las hacen valer. Por supuesto que hay buenas palabras que son parte del cinismo y de la impunidad, pero todas salvan vidas. El enfoque de derechos humanos salva vidas, los que defienden los derechos humanos salvan vidas. Parte de la estrategia viral del enemigo a estos derechos es hacer creer que son pura palabrería. En cuanto lo creamos, han triunfado.
Respecto a los hechos hay mucho por mejorar, pero es el discurso de derechos humanos el que construye la convivencia, el diálogo y la paz. No hace falta ser LGBT para saberlo ni pertenecer a un país concreto. El mensaje de los derechos humanos es universal, para todas y todos. Trasladable a cada lugar. Lo importante son sus mensajes y del bando de quien te ponen. En este momento histórico que vivimos ahora tú eliges, ¿de qué bando estás?
Estamos en el lado del bienestar de la sociedad, por ello hay que concientizar a las personas desde la educación y promover así a que las personas sean felices.
19 octubre 2015 | 21:44