«El cruel experimento del Dr. John Money»

Por Carolina Laferre (@TSM_es), de Trans·socialmedia – Identidades 3.0

El sádico Dr John Money

 

Me molesta rotundamente tener que plantear este tema aquí, por lo fácil que es refutarlo todo por parte de “tertulianos con intenciones” que van categorizándote por internet y las redes sociales, suponiendo de ti todo aquello que ellos creen, es decir; “tu experiencia personal, no es válida, es tu interpretación particular, no vale”. Apuesto a que la mayoría de los millennials no binarios que puedan estar hablando de ello en las últimas semanas, no conocen al hombre que concibió los términos «identidad de género», «orientación sexual» y «rol de género”, a mediados del siglo XX. Desafortunadamente, debería hacernos reflexionar a todos. A estas alturas de infoxicación digital, donde todo el mundo opina sobre cuestiones de las que no tienen información precisa y que no saben defender de ninguna de las maneras, filtrar la información adecuada se convierte en una distopía, cuando menos.

Durante los últimos meses, ciertos grupos políticos y sociales han usado malintencionadamente información sobre John Money, con el único fin de “salpicar” a las personas trans como si la comunidad trans lo hubiera mantenido en secreto por el bien de la propia comunidad. Y no precisamente porque estos grupos conozcan la carrera profesional de Money, que sería muy discutible, sino por lo que ello significa y cuantifica en este caso concreto.

En primer lugar, quiero decirle a cualquiera que lea este artículo, que no hay absolutamente ningún criterio exacto que se pueda extraer de este relato, aparte de «no abuses de los niños en favor de la ciencia, que asustas”. Sí creo, personalmente, que en la actualidad todo se está transformando en una pesadilla ética, dando voz a esa locura democrática llamada crispación (me atrevería a decir que con exorbitante inmediatez) además de contemplar una visión terriblemente estrecha y una metodología de discusión de muy baja calidad, la verdad. Se ha impuesto la negatividad por pura inercia, porque las corrientes emocionales negativas son más fáciles de crear y se proyectan con mayor rapidez. Así que, cualquiera que intente usar esta opinión (la mía, ¿la nuestra?) para probar algo a favor o en contra de las personas trans, de nuestros derechos y libertades, debería plantearse por un momento la posibilidad de que puedan estar equivocándose.

¿Que cuál es el argumento? En líneas generales, la posición anti-trans que se suscita se resume en que la comprensión actual sobre el colectivo se basa en gran parte en el trabajo del Dr. John Money, responsable de acuñar la palabra «identidad de género», lo que puede ser cierto o no, ya que una infinidad de profesionales se encontraban trabajando ya en esta campo, durante esos años, y por defecto, aquel que da forma a expresiones o conceptos y logra difundirlo y perpetuarlo, es el primero en publicarlo -en su propio nombre- en cualquier medio escrito. En todo caso, es importante significar que sus creencias y lo que intentó demostrar a partir de un experimento macabro, no están en línea con lo que, creo poder asegurar, pensamos las personas trans (o al menos, una gran parte del colectivo).

Además, los investigadores y organizaciones médicas que respaldan nuestros derechos y nuestra existencia, creen que la identidad de género es algo que existe, obvio que sí. Pero también es verdad, que existen múltiples teorías diferentes sobre cómo o por qué existe, si tenemos en cuenta que, por otro lado, son válidos los principios de bioquímica que afirman que se presenta hormonalmente ya en el útero materno o en la genética del propio individuo. Esto contrasta completamente con lo que Money trató de demostrar de forma obstinada, asegurando que la identidad de género es maleable y que podría cambiarse a través de la “crianza”, ese estilo de vida alrededor de uno que marca las primeras relaciones de los niños con sus padres y sus entornos más próximos, y en donde la sincronía entre las necesidades del hijo y de los padres, puede producir desajustes en las interacciones familiares, si ésta, no es la conveniente. Como consecuencia de ello, la posible aparición de trastornos en el desarrollo personal de los más pequeños, a lo largo de su vida, es más que probable.

Lo que Money llevó a cabo en una ocasión, es lo que conocemos como “terapias de conversión”. Así, sin más. Porque sí, forzar a un niño cis a ser trans, es tan terapia de conversión como forzar a un niño trans a ser cis. Lo entiendo así, más que cualquier otra versión. Y la única razón por la que entiendo que alguien mencionaría a John Money y trataría de vincularlo a las personas trans, es para crear un desconcierto social que se repite, que se agota, que deja de interesar. Se falta el respeto a las evidencias con la misma facilidad que se respira. La sociedad no debería ser engañada continuamente, por el bien de la comunidad trans, a corto y medio plazo. La mentira debilita la libertad, la elección, el debate, la democracia, el sentido común… y el derecho legítimo a ser.

Sinceramente, creo que es un gran error que seamos tan incapaces de frenar la ignominia de cualquier tipo.

Resulta que “género” alguna vez fue solo un término gramatical que se refería a sustantivos masculinos, femeninos y neutros. Sin embargo, en 1955, Money comenzó a usar el término para definir la sexualidad humana basándose en “factores sociales”. Después de todo, se trata de avances posteriormente “avalados” por organizaciones internacionales, lo que “supone” que se debería poder confiar en la fuente. Money quería diferenciar entre la biología de ser hombre o mujer, y el género, para denotar un papel que la cultura asigna a través de la “socialización que cada individuo asume”. O sea, que despojó a la palabra su significado gramatical y punto. Estaba interesado en ir más allá de los cromosomas y la biología. Su interés centrado en la identidad humana, incluida la sexualidad, se basaba en las influencias y sentimientos sociales. Pensó que la identidad sexual podría cambiar en los primeros años de vida, defendiendo la inexistencia de una sexualidad innata y sosteniendo como hipótesis que, hasta la edad de dos o incluso tres, los niños eran lo que él denominó “género neutral”. Ciertamente se trataba de pensamientos falsos y probablemente muy peligrosos, pero nadie, nadie, se atrevió a denunciarlo.

En 1967, Money ya aspiraba a poder cambiar la sexualidad de un niño a través de su desarrollo evolutivo, pretendiendo demostrar que la sexualidad dependía más de la educación, que de la biología propiamente dicha. Para ello, el «sexólogo» tomó a dos gemelos como ejemplo,  sometiendo a uno de ellos a un sórdido experimento para ser criado como una niña. La solución más inmediata fue “transexualizar”  al bebé aprovechando una ocasión excepcional, convenciendo a los padres de la criatura con que “sería psicológicamente beneficioso para su hijo vivir como una niña” tras una iatrogenia practicada en el transcurso de una circuncisión, siete meses después de nacer.

Los acontecimientos reales seguramente fueron algo más oscuros, ya que Money también abusó verbalmente y sexualmente de los niños, obligándolos a asumir posiciones sexuales y simular sexo entre ellos “para codificar con mayor firmeza la identidad sexual de la niña“.  Se sabe que al menos, en una ocasión, les hizo una serie de fotografías, actualmente en propiedad del Instituto Kinsey de Investigación en Sexo, Género y Reproducción de Indiana, EE.UU.

Este nuevo Frankenstein de la Ciencia se sentía motivado por el deseo de desarrollar su teoría sobre “la crianza que superaría a la naturaleza” y se apresuró a utilizar a la familia para probar esta hipótesis ocultando que, en realidad, aquel bebé iba a convertirse en un conejillo de indias para su investigación. Su “peculiar” proyecto podría alcanzar su culmen particular por el hecho puntual de la existencia de un hermano gemelo, que ayudaría a llevar a cabo una prueba comparativa más concluyente. Así, a la edad de 2 años, Bruce pasó a llamarse oficialmente Brenda. La identidad de Brenda se mantuvo en secreto durante años. Cada año, la madre viajó hasta Baltimore con sus hijos para ver al doctor, siguiendo el protocolo de intervención médica de lo que se conocería públicamente como “el caso John / Joan” o “los gemelos de Money”. Cuando los gemelos cumplieron los 9, Money creía fervientemente que su experimento tiránico había concluido con éxito. Publicó un artículo sobre sus hallazgos, en el que declaró: “el comportamiento es el de una niña pequeña, normal y activa, y tan claramente diferente en contraste con las formas infantiles de su hermano gemelo, que no cabe ofrecer conjeturas”. En una de las reuniones anuales con los gemelos, siempre según Money, la madre declaró que “su hija era mucho más ordenada que su hermano y, en contraste con él, no le gustaba estar sucia». Sin embargo, la realidad fue mucho más complicada y aunque su madre comentó ciertamente que ella la percibía como una niña, Brenda nunca se sintió así, prefiriendo las pistolas y los camiones, por encima de las máquinas de coser y las Barbies, según se podía leer en varios artículos de “The LA Times” de la época: “[…] Brenda no era feliz cuando fue niña, demasiado rebelde, demasiado masculina […] no había forma de persuadirla para que hiciera nada femenino. Brenda casi no tenía amigas mientras crecía”. Seis años después (15), Brenda retomó su masculinidad bajo el nombre de David, tras una conversación con su padre donde este le contó la verdad para aliviar su sufrimiento “regresando” al sexo / género con el que nació. Tras descubrir que el trauma de su vida había sido causado por aquel cruel experimento a lo Jekyll & Hyde, decidió revelar toda la verdad en el libro de John Colapinto “As Nature Made Him: The Boy Who Was Raised as a Girl”, publicado en el año 2000. La historia completa la podéis leer sin problema en varias entradas de Google, la mayoría de ellas, obviamente, de índole religioso. Este enlace, aunque es antiguo, fue redactado sin necesidad de caer en el morbo tóxico que pudiera provocar esta historia: el niño que fue criado como niña en 1967

En 1972, John Money (con Anke Ehrhardt), publica «Hombre y mujer, niño y niña: identidad de género desde la concepción hasta la madurez». Continuaría publicando varios libros más afirmando que el género se aprende y “no genéticamente predeterminado”. Esta teoría fue aprovechada por el movimiento feminista como evidencia de que “las mujeres son socializadas para ser pasivas” contra su verdadera naturaleza y esto se convertirá posteriormente en una “cuña” entre feministas lesbianas y mujeres transexuales. Como consecuencia de muchos de los escritos de Money, los pediatras comenzaron a ejecutar erróneamente la práctica de la asignación de género al nacer. Se determinó con mayor frecuencia por la longitud del tejido del pene / clítoris: si se trataba de un miembro más pequeño que un tamaño promedio, el tejido del niño se «recortaba” (de hecho, se extirpaba en su mayoría) y se le asignaba “niña” para criarlos como tales. Esta política continuó hasta el cambio de milenio y se convirtió en un “factor origen” de muchos niños intersexuales.

Concluyendo; desde la supuesta “ideología de género” (como si ser hombre o ser mujer fuera una ideología) se pretende, según algunos, desconocer y eliminar las diferencias naturales entre hombre y mujer y atribuirlas, únicamente, a la cultura social, al cambio climático, a criterios análogos a los marxistas y a no sé cuantas cosas más, cuando, precisamente, son estos grupos los que llevan décadas negando otros adoctrinamientos e ideologías detrás de sus propios dogmas. Esa supuesta “ideología” con la que nos señalan diferentes sectores de la sociedad, sobre todo los que llegan de los entornos políticos-eclesiásticos, está basada única y exclusivamente en este fatídico episodio sobre un experimento médico inhumano, y que no es, sino un episodio individual de un personaje con una relevancia internacionalmente reconocida, cuya influencia, lamentablemente, ha sido determinante en la historia de la medicina universal.

No cabe duda que, a día de hoy, su actuación y mala praxis representan un claro condicionante como aval de discusión desde los grupos de poder, que aseguran que las personas trans, desafiamos las reglas “antinatura” de la humanidad. Se asocia a diario la pedofilia con nuestro colectivo y se nos acusa de pederastia y de “delincuentes travestidos”, enfermos mentales que andan sueltos por la calle pervirtiendo a niños con fantasías sexuales y parafilias varias a partir de nuestra “falsa condición humana”. Me encanta esa “fe” tan directa, y cuando menos me parece anecdótico, que ese imaginario popular nos señale sin tener conocimiento de causa, porque, curiosamente, fue este gurú de la sexualidad, una persona cisgénero y heterosexual, quien defendió los matrimonios «abiertos» con consentimiento mutuo y estimulaba el sexo grupal y bisexual, además de, aparentemente, tolerar el incesto… o la pedofilia. Simpleza; hemos sido víctimas de ello.

Resaltar que Money fue nombrado primer Miembro Honorario de la Asociación Española de Sociedades de Sexología. Ahí lo dejo.

Esta trágica historia me plantea algunas interrogantes; 1. ¿Por qué hay quienes han ignorado cómo John Money desarrolló y llevó a cabo sus ideas y dan por sentado como fundamentales, hoy, unos estudios de género que pueden estar afectándonos actualmente a las mujeres trans, especialmente? 2. Si es cierto que las ideas de Money sentaron las bases intelectuales sobre personas transgénero, ¿cómo podemos dar por válidas y desarrollar un conjunto de pensamientos y definiciones cuyas consecuencias incluyeron garantías falsas para los padres, abuso de niños, transiciones fallidas, procedimientos experimentales cuestionablemente incestuosos, trastornos de salud mental y suicidios? 3. ¿Es posible que la intensidad que estamos viviendo en los desacuerdos internos entre la comunidad transgénero sobre feminismo, transgenerismo, no-binarismo, etc. provengan de una mala base intelectual construida sobre ciencia “defectuosa”? 4. ¿Quizás la incertidumbre y la angustia mental que sienten muchas mujeres actualmente en transición, pueden vincularlse a una idea incorpórea que llamamos género?.

Conjunto de actitudes, ideas y pensamientos basados en realidades ajenas que reflejan su impacto en el odio, el rechazo, la radicalización y la patologización, hacia una comunidad aún no reconocida por la sociedad. “No queremos menos que lo que la igualdad de derechos significa para todos” que diría mi estimada Marcela Romero. Y sí, quizás también debamos hacer un acto de introspección personal desde el colectivo para ser más honestos y justos. La causa trans no es un concepto etéreo e impreciso. El paradigma, está claro, cambia con ejemplos, no con opiniones

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