Diario de dos papás: “la idoneidad” (página 8)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Estamos en la página 8.

Foto: Reddy Aprianto

Ya tenemos en nuestras manos la idoneidad.

Ya somos adecuados para poder acoger a un menor dentro de nuestra familia con las características que se han considerado las mejores para su desarrollo personal y social en su futuro, en su vida.

“La idoneidad” es la resolución de adecuación para el acogimiento familiar que emite una administración autonómica, un documento legal que te valida como familia acogedora. Es el trámite más esperado por las personas o familias que inician procesos de adopción o acogimiento, pues su existencia abre o cierra puertas a la posibilidad de ser madre o padre.

Estos dos folios que ahora tengo en mis manos son el fruto de un proceso previo al que las familias se enfrentan siempre con cierto respeto y en muchas ocasiones con temor. Cuando te acercas a una administración para ser adoptante o acogedor se pone en marcha un mecanismo que pasa, en primer lugar, por entregar una serie de documentación que acredite la residencia, los ingresos económicos o la ausencia de determinados delitos penales.

Posteriormente, un equipo social de profesionales comienza el proceso de contacto directo con las familias. Un test, entrevistas en conjunto e individuales y una visita al domicilio familiar.

Cuando hace más de una década nos íbamos a enfrentar por primera vez a esta situación he de reconocer que teníamos muchas dudas y cierto pánico ante el hecho de que alguien extraño se introdujese en nuestro universo personal. Además, siempre han circulado informaciones o bulos sobre la intromisión en la intimidad de trabajadores sociales o psicólogos, sobre faltas de respeto, frialdad… En aquel momento no ocurrió y ahora tampoco y después de hablar con muchas familias que han transicionado por el mismo camino la respuesta era siempre ha sido la misma, siempre ha sido positiva.

En esta sociedad, en la que estamos dispuestos a desnudarnos socialmente a través de las redes sociales, hay un pánico atroz a sentarse delante de un especialista en temas sociales o psicológicos, por si descubren no se que secreto que nos dejará a la altura del betún. Quizá sea debido a que no consideramos la salud social y psicológica como un elemento a cuidar en nuestra cotidianeidad o por considerar que estos profesionales no tienen nada que ver nosotros, que somos gente sana, sin problemas, felices, con nuestra casa y nuestro coche y que nadie tiene derecho a preguntarnos si sentimos miedo o felicidad ante un hecho concreto. Podría afirmar que somos una sociedad poco madura, que sólo admite problemas de salud físicos y que los otros, si los hubiese, mejor los resolvemos en un confesionario o vomitando palabras en las redes sociales.

En nuestro caso, las dos experiencias han sido sumamente enriquecedoras. Uno, que es tímido por naturaleza, tenía cierto resquemor a no saber que contestar si hurgaban demasiado en la herida. Pero el problema era mío. El problema era que no había herida. Que resulta que uno es igual que el resto de la humanidad, que comparto con el resto de la ciudadanía similares miserias y bondades y que esa imperfección es justamente lo que me hace valido socialmente.

Personalmente solo he encontrado delante de mí a profesionales de gran talla que han ido preguntando con el más absoluto de los respectos, personas que no han señalado mi orientación social como un dato relevante, seres humanos que se han acercado con una enorme empatía para solventar un trabajo que tenían que realizar. Aprovecho este medio para darles las gracias su seriedad, sus sonrisas, su compromiso con la infancia, su respeto a las leyes… su humanidad.

Y hay que tener claro que esto no es un examen para ser padre. Esa facultad no la tienen, esa facultad reside en uno mismo, en tu naturaleza, en la capacidad para ser flexible, para abrirse de corazón, para respetar a tus hijos, para ser capaz de equivocarse y reconocerlo, para aprender de los traspiés, de las risas, de las lágrimas, para pensar antes de hablar, para hablar, para hablar con esas criaturitas que dependen temporalmente de ti, para hablar, para seguir hablando, pero no hablar tu sólo y soltar lecciones magistrales, sino para hablar con el objetivo de escuchar… para comunicarse.

En todo caso, esa idoneidad lo único que atestigua es que tienes las condiciones necesarias para poder afrontar una adopción o un acogimiento; por que en esta realidad ser padre implica serlo de una niña, de un niño o un niñe con unas características especiales, que ha tenido que ser apartado definitiva o temporalmente de su familia de origen por unas circunstancias concretas. Además, tampoco te da derechos, simplemente te valida como un nido donde esas criaturas puedan recaer.

Nunca está demás recordar que la adopción y el acogimiento son procesos en los que se busca a las familias más adecuadas a para unos menores, no al revés. Se selecciona a aquellos adultos que mejor puedan acomodarse a las necesidades del niño o la niña y, que ese motivo, no pueden compararse o ser un sustituto a otras formas de ejercer la parentalidad.

Es vidente que habrá personas que no puedan obtener esta certificación de idoneidad, que no estén preparas, que no sepan o que no puedan gestionar la convivencia y la educación con unas personas menores de edad que tienen unas características determinadas y a las que hay que acompañar a lo largo de su vida en situaciones de tal difícil gestión como el abandono o la ausencia total o parcial de sus padres biológicos. Por ser titular de esta resolución nadie es mejor ni peor, simplemente no se considera apto para este modo especifico de crianza. Siempre hay que recordar que se trabaja por el bienestar del menor.

Querida hija, hijo o hija, la puerta de casa sigue abierta. Tus dos papás te esperamos,  embarazados, yo con miedo y tu hermano apostando para que seas niño y blanco; dentro de poco sabrás que no somos ni héroes ni villanos y que aspiramos llevarte al mejor de los colegios.  Mientras llegas gestionamos tu espera de manera positiva pues adivinamos la maravilla del tiempo que estaremos a tu lado. ¿Y, sabes? Nos han enviado un papelito, que es como un plano para que vengas a conocernos.

(Continuará…)

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