Los donantes no son los padres (ni las madres)

Por Marta Márquez (@marta_lakme) escritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI

Foto: Bruno Vellutinib

Estos días mucho se está hablando sobre la decisión del Comité de Bioética de España de levantar el veto sobre el anonimato de las donaciones de gametos en nuestro país y, sinceramente, me debato entre el sí y el no.

Para poneros en antecedentes os cuento que hacía ya meses que se esperaba que el Comité hiciese un pronunciamiento al respecto y solo hace unos días que han emitido un informe de 54 páginas en el que recomiendan al Gobierno (recordamos que es un órgano consultor y por tanto no vinculante) que levante el anonimato para las donaciones en la reproducción asistida humana. Esto significa que aconsejan un cambio legal para que las personas nacidas por estas técnicas puedan tener acceso a la información de donantes de esperma y óvulos si así lo requiriesen y, por ende, conocer su origen biológico.

La propuesta que aquí recogemos no sólo debiera suponer un cambio legal, sino sobre todo un verdadero cambio de cultura en el ámbito de la reproducción humana asistida y de las relaciones entre los padres, los hijos nacidos de las técnicas de reproducción humana asistida y los progenitores.

Sabemos que en otros países como Dinamarca o Estados Unidos la posibilidad de tener datos sobre el o la donante está al alcance de cualquiera y se ve como algo natural. Hay donantes que aceptan dar algunos datos o su identidad por si en el futuro se requiriese. Sin embargo, en España eso no es posible. La ley dice que las personas donantes de órganos, sangre o gametos han de ser siempre anónimas. Lo que plantea ahora el Comité de Bioética es levantar esa prohibición de forma no retroactiva, es decir, respetar –momentáneamente- el anonimato de quienes donaron antes de un posible cambio en la ley. ¿Dejarán también que sepamos quién nos ha salvado la vida donándonos un corazón, un riñón, médula ósea o sangre? Porque tan importante es ayudar a concebir una vida como salvar una ya existente, ¿no?.

Ciertamente, proponer un modelo irretroactivo plantea dilemas éticos relevantes, pero creemos que la prudencia en esta propuesta puede ser precisamente la que ayude más fácilmente a cambiar el paradigma actual de anonimato, de manera que a través de la promoción de un nuevo paradigma éste pueda alcanzar también en el futuro a los nacidos antes de la reforma legal que pudiera llevarse a cabo.

Y yo lo que ahora me planteo es cómo afectará esta decisión (si llegase a convertirse en ley) a los y las menores, a sus familias y a los y las donantes. Por un lado, quizá se reduzca el número de donaciones porque hemos de suponer que quien dona lo hace por altruismo y no para querer formar parte de vidas ajenas. Que un día cualquiera alguien pueda llamar a tu puerta para pedirte explicaciones de por qué donaste o conocer cómo es tu vida y tu familia quizá es algo que ahora mismo no forma parte de nuestro ideario. Yo misma, como donante que he sido, no creo que tenga ningún hijo por el mundo más que el mío propio, pero quizá sí que en algún momento he sentido curiosidad por saber cómo son esos posibles bebés. Pero claramente no quiero ningún tipo de responsabilidad.

Por otro lado, se me ocurren muchas causas para seguir debatiéndome entre el sí y el no. Lo que pensarán ahora las clínicas de fertilidad y el chollo que se les terminaría al poder elegir un donante conocido, el turismo reproductivo que existe en España, la importancia que le damos al biologicismo, si será igual en las donaciones de órganos, cuáles son las necesidades del nacido…

De entre todas hay dos que me suponen más esfuerzos que el resto, y son la importancia de la biología y la protección a nuestras familias. ¿Por qué nos planteamos que una persona nacida por inseminación in vitro y que vive en una familia que ha decidido que venga a este mundo y es amada va a querer conocer su origen biológico? ¿Acaso creemos que importa el origen para amar a nuestras hijas e hijos? Con esto ponemos en duda el amor que hace fuertes los lazos familiares. Desde luego, no es un gen el que hace que las familias se quieran y desde luego no es padre ni madre aquella persona que ha puesto un óvulo o un espermatozoide para que un ser humano venga al mundo, al igual que alguien que recibe un corazón donado no se convierte en el donante. ¿Qué sucedería si ese o esa donante altruista un día decide que quiere formar parte de esa nueva vida? ¿Qué protección legal tienen madres y padres que utilizan la donación de gametos?

En las familias heterosexuales esta cuestión puede llegar a ser un “secreto de Estado” y podría darse (y los habrá) el caso de padres y madres que no quieran contar la verdad ni a sus hijos e hijas ni a sus familias, pero, claramente, en el caso de las familias del colectivo LGTBI es más que obvio que hay una parte de la genética donada. A mi parecer estamos dando a entender que una parte es menos familia porque no comparte genética y que las personas nacidas llegará el momento en que quieran conocer su origen, como si no estuviese claro que su origen está en su familia, porque quienes hicieron que llegara a este mundo están en su casa y pueden darle todo el amor y todas las explicaciones necesarias. Es más, los y las menores nacidos en familias LGTBI son conscientes de que para nacer sus padres y madres han tenido que pasar por una clínica y por un proceso de donación.

El último lado que quiero explorar es la necesidad, curiosidad o el derecho de las personas nacidas a querer saber. ¿Tenemos derecho a saberlo todo? ¿Por qué nuestro origen biológico nos resulta tan importante? ¿Qué es lo que realmente se quiere descubrir? Quienes realmente somos ya lo deberíamos saber, pero si no es así no creo que vayamos a descubrir América por saber qué cara tiene quien puso el esperma en un bote.

Realmente tengo muchas dudas y esto no es más que una reflexión al aire. No tengo claro cuál es mi posición al respecto, aunque llevo días leyendo y las asociaciones LGTB están igual de divididas que yo entre quienes ven con buenos ojos el acceso a la información y quienes tienen miedo por la inseguridad que provocaría en sus familias. Sin embargo, hay una cosa que sí tengo clara: quien dona óvulos o esperma no es una madre o un padre, es una persona donante. Padres y madres son quienes te quieren, te cuidan, te limpian los mocos cuando eres pequeño, te escuchan llorar cuando te rompen el corazón, te dejan que te des contra un muro aún sabiendo que va a doler, quienes te acompañan en todos los momentos de tu vida y no alguien que, por vete tú a saber el motivo, regaló una pequeña parte de su cuerpo para que otra persona llegase a nacer. Es maravilloso sí, pero no son padres ni madres. Son donantes.

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