Nadie tiene derecho a acosarnos en la escuela o en la calle

Por Sergio Siverio, co-coordinador del Grupo Joven de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB)

Foto: Yessbell Chaves

El año 2020 ha comenzado con una nueva amenaza al colectivo LGTBI. La extrema derecha y sus irresponsables aliados pretenden imponer el llamado pin parental, esto es, el cuestionamiento de las intervenciones en los centros educativos, sobre diversidad afectivo sexual y de género, entre otras materias. Con esta medida, los padres podrán decidir unilateralmente si sus hijas e hijos reciben charlas sobre diversidad o no. Y es que, según dicen, nos están adoctrinando a las personas jóvenes y adolescentes en la ideología de género, lo que se suma a un burdo intento de menospreciar las dignas acciones que los colectivos y las activistas desarrollamos con nuestros programas educativos en las aulas. Nada nuevo bajo el sol: una vez más quieren arrebatarnos el derecho a ser educadas en diversidad, con una imposición del rodillo de la cisheteronorma por bandera.

Cuando yo tenía 15 años, llegó a mi instituto en Los Realejos (Tenerife) una unidad didáctica sobre educación en valores, en la que nos enseñaron por vez primera que todas las personas somos diversas en nuestra forma de ser y amar y que nadie tiene derecho a acosarnos en la escuela o en la calle. En esa misma clase del centro en el que había sufrido y seguía sufriendo homofobia, me armé de valor para ser visible como chico gay.

Puede parecer simple, pero una charla de apenas una hora hizo que pudiera plantar cara por fin a los matones que me acosaban, ser visible y también amar con libertad. Y unos pocos años después, pude volver al mismo instituto donde estudié, ahora ya como activista, para contarle a centenares de jóvenes la homofobia que sufrí y decirle a las chicas y chicos LGTBI que no están solos ni solas, que no son bichos raros y que merecen vivir en libertad, digan lo que digan.

Incluso, en algunas ocasiones, me vuelvo a ver reflejado en los pupitres, cuando alguna chica tiene la valentía de confesarse bisexual delante de sus compañeras y compañeros. Una de las veces, al terminar una charla, un pibe y su amigo se me acercaron porque querían hablar conmigo en privado. “Gracias por este taller, de verdad. Soy gay y hace una semana intenté quitarme la vida”, me dijo. No pude evitar que se me rallaran los ojos de la emoción y, desde entonces, no he podido quitarme de la cabeza aquel momento.

Señores de VOX: ustedes aún no lo saben, pero las charlas en diversidad de los colegios e institutos salvan las vidas de muchas personas, también la de sus hijos e hijas. Nos hacen libres e iguales a todas, frenan el odio y multiplican los afectos. Las personas jóvenes tenemos derecho a saber que la diversidad existe, a sentirnos escuchadas y representadas; tenemos derecho a ser quienes somos y amar a quienes queremos, digan lo que digan nuestros padres y madres y, por supuesto, piensen ustedes como piensen.

Señores de VOX: para la diversidad en las aulas no hay pin que valga.

En Los Realejos (Tenerife), a 28 de enero de 2020

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