Diario de dos papás: «estamos embarazados» (página 1)

Cada domingo Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar, escribe este Diario de dos papás. Empezamos por la página 1.

Foto: ryanhsuh31

A sólo unos días de celebrar las fiestas de Navidad ya podemos decir que estamos embarazos. Están todos los trámites finalizados y comienza la segunda fase de la espera para poder convertirnos de nuevo en padres. Tras nueve años de nuestra primera incursión en la crianza ya estamos preparados poder recibir en nuestra casa a un nuevo integrante de la familia que, sin duda,  alterará el orden establecido y duplicará las risas, los llantos y todo aquello que, por suerte, acarrea el ejercicio de la parentalidad.

No, no sabemos su sexo, hasta que sea una realidad no descubriremos si nuestro hijo tendrá un hermanito o una hermanita. Más allá de las predilecciones personales por una u otra posibilidad, es algo que, en realidad, carece de importancia.

Sigue sin ser fácil afrontar la paternidad en caso de dos hombres gais. Los prejuicios siguen estando a flor de piel: la sociedad sigue buscando con desespero la presencia de una mujer, que es la que verdaderamente está preparada para las tareas de crianza; continúan en pie y con más fuerza que nunca quienes dudan de que dos personas del mismo sexo puedan tener hijas o hijos; habrá que reabrir el lento y laborioso trabajo para que en su futuro colegio aborden con naturalidad la diversidad familiar…

Pero en estos momentos lo más importante es preparar el hogar para que acoger a nuestra nueva hija o hijo sea una experiencia positiva y que nos haga crecer como personas. Trabajar el hogar no solo implica reordenar o comprar muebles, cambiar el uso de las habitaciones, instalar enchufes o pintar; supone preparar nuestros corazones para hacer posible que se multiplique por dos el amor que ahora depositamos en exclusiva en nuestro hijo. Ya no somos neófitos, tenemos algunas de las claves que hace unos años descubrimos a golpe de vivencias o improvisando, y aunque cada vida es un mundo de experiencias y necesita de respuestas individualizadas, con esta nueva criatura al menos nos habremos desprendido de la carga social de ser padres perfectos.

Ese reacondicionamiento de nuestras vidas desplazará el eje de nuestra existencia, moverá los centros de gravedad de la cotidianeidad y tendremos que acostumbrarnos, los cuatro, a una nueva realidad que deseamos y sentimos para poder seguir creciendo.

Conscientemente he ocultado hasta este párrafo el origen de nuestra nueva hija, de nuestro nuevo hijo. Si ahora dijera que esa flor de vida está ahora creciendo en un generoso vientre de mujer que vive más allá del océano, no serían pocas las personas que nos acusarían de horrorosos delitos inexistentes. Si ahora expresase que esa pequeña, ese pequeño, está siendo cuidado y amado por una familia de acogida hasta que formalicemos el proceso de adopción, esas mismas personas dirían que así sí, que somos un ejemplo frente a quienes ponen la continuación de sus cromosomas por encima de los derechos humanos. Si ahora declarase que ese niño o esa niña está en situación de acogida temporal y que dentro de muy poco llegara a nuestro hogar, que se convertirá en el espacio de su nueva familia de acogida permanente, esas mismas voces alabarían nuestra capacidad de amar hacia quien no puede ser cuidado por su familia biológica y nos elevarán a los altares de la santidad de responsabilidad humana.

Y todas esas apreciaciones son falsas. En cualquiera de los casos, no somos más que dos hombres que se sienten capaces de ser padres de nuevo, que necesitan que una vocecita nos diga papá o papi, que nos llene de besos y mocos, que haga realidad el verso de Víctor Manuel: “no es que la casa no tuviera techo, pero si algo faltaba lo tenemos. Ya está el rompecabezas amarrado, es la pieza que andábamos buscando”.

Hayamos escogido una u otra opción seremos las mismas personas, con los mismos valores, las mismas miserias, las mismas cualidades (buenas o malas). Y sobre todo, nuestra futura hija o nuestro futuro hijo no merecerá ser señalado por ninguna circunstancia, no solo porque él no lo ha elegido, sino porque tiene derecho a vivir una infancia feliz, plena, una vida más allá de las ideologías castrantes o de ensalzamiento que una persona, una entidad o un grupo político quiera lanzar hasta alcanzarle.

Nuestro próximo hijo, nuestra próxima hija, tiene derecho a que se le trate como al resto de menores de este país, que no se le catalogue en función de la orientación sexual de sus padres o del método al que han podido accede rpara incorporarlo al seno familiar.

Como indica la Constitución Española, “los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia” y “los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos.” Y entre esos tratados internacionales en necesario recordar la Convención sobre los derechos del Niño, cuando señala que “Los Estados Partes respetarán los derechos enunciados en la presente Convención y asegurarán su aplicación a cada niño sujeto a su jurisdicción, sin distinción alguna, independientemente de la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño, de sus padres o de sus representantes legales”.

Ahora solo sabemos, solo queremos que sepáis que estamos embarazados. Porque esa criatura se siente dentro de uno desde el momento en que es realidad la posibilidad de ser. Va creciendo dentro de ti, evidentemente no en el vientre, pero si dentro del corazón. Vas almacenando amor para cuando esté entre tu brazos, para cuidar sus lágrimas, para celebrar sus sonrisas, para poner tiritas en sus heridas, para cubrir con algodón su sangre inocente que siempre acaba brotando, para hacerlo un ser fuerte, empoderado, con recursos desde muy temprana edad para afrontar eso tan maravilloso que es la vida y que algunas y algunos se empeñan en convertir en una guerra de guerrillas por que han confundido su corazón con sus ideas.

Aparte de estas sinrazones de la sociedad en la que vivimos, nos hubiera gustado que esa niña o ese niño al que ya le late el corazón, hubiera llegado a nuestra vida durante este periodo festivo y que en nuestra casa recibimos cada año con ilusión, cariño, sonrisas, magia y regalos. Y ya aprenderás, querido mío, querida mía, que los mejores regalos no los traen los Magos en sus camellos sino quienes te quieren en sus corazones. Ya no será posible, pero, no te preocupes cariño, habrá otras navidades, muchas, muchas más, en las que compartiremos el calor del hogar y madrugaremos. Sabemos ahora que estas siendo bien cuidado, que hay calor a tu alrededor, que estas recibiendo amor, que estás creciendo feliz.

Y mientras llegas, tu papi, tu hermano y yo seguiremos puliendo detalles en nuestra casa y nuestro corazón para que tu entrada sea la mejor posible.

(Continuará…)

Los comentarios están cerrados.