¿Quién teme a lo queer? – Citas con Elizabeth Duval, sobre palabras y silencios

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

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Elizabeth Duval estudia Filosofía en la Université Paris I Panthéon-Sorbonne y Letras Modernas en la Université Paris III Sorbonne Nouvelle. Ha participado en antologías de ficción como Cuadernos de Medusa (Amor de Madre, 2018) y la recopilación de poesía De Chueca al Cielo (Ayuntamiento de Madrid, 2019). Recientemente como dramaturga, creadora e intérprete, junto con Consuelo Trujillo y Ana Rossetti, en la pieza teatral-performance multidisciplinar Y el cuerpo se hace nombre (2018-2019).

Sus reflexiones y poemas inundan también las redes, y hoy cerramos temporada de ¿Quién teme a lo queer? con ella. Esta no es una entrevista al uso (¿cómo iba a serlo?). Le propuse a la poeta una serie de citas, de fragmentos, versos y trozos de texto, para saber qué le sugerían, qué tendría que decir al respecto… Este es el resultado:

 

“El ser que puede ser comprendido es lenguaje”

Gadamer

 Más allá de que el ser que puede ser comprendido sea o no lenguaje, es exclusivamente a través del lenguaje (o de algún lenguaje) que ese ser puede ser comprendido. No es tan sólo la necesidad del lenguaje del opresor para hablarte, que diría Adrienne Rich, sino una necesidad de ese lenguaje (que es ajeno) para entender, para delimitar las cosas, para volverlas inteligibles. Dentro de esto, y si es el lenguaje lo único que nos queda para comprendernos (y comprendernos los unos a los otros), sí que cabe preguntarse qué, si hay algo, no es lenguaje.

oh por favor

entiéndeme

oh por favor los puentes y

déjame escribirte

y esta noche

dame algunas palabras imposibles

o aquellas que no puedan ser dichas

oh por favor

¡esto no es un error!

es un juego del lenguaje

dame los silencios menos comprensibles

y hazme aunque sea una noche un ratito

poder creer en el poder del lenguaje

dime

una a una, no sé

las letras de tu nombre

repíteme

una a una

las letras de tu nombre

quiero volver a ocupar el lugar de quien enuncia

si es enunciando por ti

déjame besar ya

una a una ir besando

las letras de tu nombre

 

“Queer son los monstruos que aparecen por las grietas del urbanismo patriarcal. (…) Queer es un punto de ternura ajeno a la economía heterosexual”

Sejo Carrascosa

La noción de economía heterosexual entronca muy bien con un análisis de los desarrollos contemporáneos de los afectos, de sus roles en nuestra sociedad, del componente psicológico del capitalismo. Habría, de todos modos, que problematizarlo. Lo queer puede perfectamente ser, en su teoría, un punto de ternura ajeno a la economía heterosexual, pero este punto de ternura, topográficamente, es un no-lugar, una utopía que se construye discursivamente y a la cual se aspira pero que no se materializa: es infinitas veces más difícil llegar a administrar el deseo y los afectos de una forma que no esté sometida a las lógicas del libre mercado que conceptualizar una administración de los afectos libre del mercado. Es el caso de las problemáticas sobre el poliamor y su tendencia en muchos casos a dejar una larga lista de cadáveres emocionales más que de relaciones plenas y sanas, o incluso de su consideración en ciertos círculos como una lógica radicalmente positiva y satisfactoria de las relaciones. Si bien lo queer puede ser ajeno a la economía de la reproducción (en tanto que no reproduce físicamente; quizá sí replica y performa, constituye representaciones, pero no (re)produce, no produce un valor por sí mismo), no sé si puede plenamente escapar a lo otro y cabría preguntárselo. Igual que la pregunta de ¿quién teme a lo queer?, plantearse hasta dónde se puede o debe no-temer a lo queer, o erotizar lo queer en exceso.

 

“De–limitar, deshacer, deshacerse, tratándose del velo, ¿no significa la misma cosa que desvelar? ¿O sea, destruir un fetiche?”

Derrida

Se plantea una cuestión muy parecida a la inmediatamente anterior, a aquello de otro punto dentro de la economía de lo heterosexual… en el contexto de lo queer, al menos, si tomamos esta cita en ese contexto específico, dudo sobre si la desidentificación que va inherente a lo queer, la interpretación del género como un código tecnolingüístico (y le robo esto a Rodrigo G. Marina, porque en ese análisis concordamos), como una especie de lenguaje… si se asume un nomadismo dentro de ese lenguaje, una desterritorialización, una existencia en tránsito dentro de ese lenguaje, ¿no queda también contenido dentro de los límites de ese lenguaje aquello que por ese lenguaje está excluido? No sé si lo queer puede, por sí solo, destruir el fetiche o simplemente revelar (desvelar) su carácter en tanto que lenguaje, pero hay una parte del lenguaje que es cruelmente necesaria, que es fundamental, como ya decía, para la comunicación con el otro: en una cuestión onomástica disfrazada como ontológica, si surgiera otro lenguaje posterior que ocupara el mismo lugar que ocupa ahora el género dentro de nuestra sociedad, ese lenguaje sería género en todo salvo en nombre, y acabar con ello plenamente, destruir el fetiche, me resulta tan, tan imposible.

 

“Así se evita la palabra. A causa de todo lo que la palabra abarca. En el campo de las agredidas, como en el de los agresores, todo el mundo da vueltas en torno al término. El resultado es un silencio cruzado”

Virginie Despentes

Responde, por mí y en parte, Cernuda: no decía palabras, / acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, / porque ignoraba que el deseo es una pregunta / cuya respuesta no existe. Si todo queda bajo el reino de la palabra, ¿qué escapa? Quizá, precisamente, el silencio y el cuerpo, el tacto, el contacto con el otro… como decía en uno de mis textos para Y el cuerpo se hace nombre, el más absoluto de todos los presentes se elabora a partir de esa desidentificación, de ese deshacerse, a causa de todo lo que la palabra abarca. La palabra tiene que fundirse para poder escapar de sí misma. En el caso contrario, nos quedará ese silencio cruzado… que no veo, por otra parte, tan negativo.

También se plantea la cuestión de si ese silencio cruzado es más poderoso de por sí que la palabra. Dice Lacan, al principio de los Écrits, aquello de un significante que penetra un objeto sin que se toquen en absoluto. En parte concibo yo así el lenguaje, o al menos el lenguaje de la palabra: como un fracaso doloroso de la comunicación, como una ausencia. Todo son preguntas cuya respuesta no existe. El resultado será, en el mejor de los casos, un silencio donde sí que nos crucemos, donde sí que exista el contacto.

 

“Estamos mutando y sólo algunos de nosotros (los que llevamos el monstruo dentro, aquellos en los que nuestra propia subjetividad y nuestro propio cuerpo han sido públicamente señalados como campo de experimentación y testigos materiales de la mutación) lo notamos.”

Paul B. Preciado

Yo soy muy crítica con Paul siempre y a veces lo que escribe me parece delirante. En esto… sí, afirmativamente, pero más que ser públicamente señalado ha sido él quien ha decidido devenir campo de experimentación durante un tiempo. Me parece que hay algo hipócrita en la noción de reinvindicar ese carácter experimental y performativo y, a su vez, rechazarlo como algo impuesto desde fuera. En cualquiera de los casos, hay cuerpos cuyas mutaciones me van a parecer más interesantes que las de Paul, porque la mutación de Paul lleva, al final, a su integración casi completa en la sociedad en tanto que hombre, igual que yo he logrado una integración o asimilación como mujer o lesbiana, ¿no?, y es más difícil identificarlo ahora como un mutante. Dentro de esto, creo que aquellos que estarían mutando, según de lo que está hablando aquí Paul, que es la relación con la tecnología, serían un grupo compuesto por tantísima gente y cubriendo un espectro tan, tan amplio que se me hace un sinsentido ese sólo algunos de nosotros.

A lo mejor es que soy simplemente muy cínica con todo lo que dice Preciado. Incluso llamándole antes Paul, que es una especie de inversión de lo que se suele hacer con las autoras, las mujeres, a las cuales con frecuencia se las llama exclusivamente por su nombre y no por su apellido cuando no sucedería así con un autor asentado, porque los autores hombres están en otra categoría. Me estoy justificando aquí, pero me parece una justificación necesaria: lo que quería resaltar es que Paul B. Preciado ocupa, ahora, el rol de un académico hombre, en un casi devenir señoro. Tengo críticas más fuertes a lo que dice y a aquello de lo que habla, siempre desde el respeto y aprecio intelectual que le tengo, pero esas ya se publicarán.

 

“no sé dónde mirar / me duele este entusiasmo / del signo lingüístico empeñado en existir.”

Berta García Faet

Berta García Faet es probablemente una de mis poetas contemporáneas de preferencia y admiro mucho su obra, las cuestiones por las que se interesa y se intriga, quizá por compartir rasgos comunes en nuestra poética y sensibilidades generacionales. Respondo a esta última pregunta, o última cita, o último verso, a través de versos propios, reunidos a partir de tres poemas distintos, como no podría ser de otra manera.

arráncame la muerte [el lenguaje]

yo asumo todas las muertes como propias.

si te cortas un cuadrado si un ciervo si una nieve si trigos

son, ay, unidades de sufrimiento o sustantivos innombrables

nombres innombrables

los nombres de las cosas

las palabras pre-palábricas

[…]

préstame tu lengua aunque digamos no a la lengua

como si yo te amara como si como si

yo quisiera ser sintagma preposicional

[…]

como las palabras pre-palábricas

los nombres de las cosas

las unidades de sufrimiento o los sustantivos innombrables

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