De Christopher Street al Paseo del Prado, todo es Orgullo

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Foto: Travis Wise

Toda historia tiene un comienzo y algunas de ellas un final. Esta tuvo su origen a la una y veinte de la madrugada del 28 de junio de 1969 en un antro regentado por la mafia en la calle Christopher de Nueva York. Lo que podría haber sido una redada más en un local ilegal, el Stonewall Inn, se convirtió en el primer episodio en el que la comunidad LGTBI se enfrentó a las fuerzas policiales en vez de asumir con resignación la cárcel, las terapias de conversión y la vergüenza social de ser visibles.

De aquella noche surgieron las manifestaciones que hoy se multiplican en muchas ciudades del mundo reivindicando la esencia de ser y de amar diferente y hacerlo públicamente, visibilizando orientaciones, géneros y familias.

Y sí, en el inicio la protesta vino acompañada de violencia, pero no sólo, hubo mucho más. La resistencia al orden establecido que penaba ser lesbiana, gay, bisexual o trans no sólo fue la negativa a ser detenido y el lanzamiento de objetos a la policía. Quizá la escena con más fuerza de aquella noche fue cuando las mujeres trans, los jóvenes que ejercían la prostitución, los gais que vivían en las calles, los jóvenes con más “pluma” se cogieron de la cintura y, como chicas de cabaret, levantaron sus piernas y su voz  al ritmo de The Howdy Doody Souw:

Somos las chicas de Stonewall, nuestro pelo es rizado, nos llevamos ropa interior, mostramos nuestro vello públic

Frente a este grupo estaba a policía de Nueva York dispuesta para la carga.

Quedaba inventada una nueva forma de protesta basada en la ironía, en la risa, en la burla de quien te anula, en el espectáculo. Y esa forma de entender la vida, sorbiendo las reivindicaciones a golpe de canción y de carcajadas trasgresoras es lo que hace de especial al Orgullo LGTBI, que todavía se mantiene 50 años después.

En este país, por suerte, no es necesario utilizar la violencia física y verbal ante las Fuerzas de Seguridad y ante los representantes de las instituciones ya que la verdad del ordenamiento jurídico nos protege y lo hará aún más cuando tengamos en la calle la Ley de Igualdad LGTBI estatal.

En las calles y en el Orgullo debe caber todo el mundo: las mujeres trans, los hombres trans, las personas trans hormonadas, las que no se hormonan, los gais con expresión de género no normativa, los gais musculados, los gais con estética del 15M, los gais de traje y corbata, los que vienen en tanga, las lesbianas con pelo largo y falda, las de pelo corto, las que llevan falda, las que van en pantalón, la de expresión de género no normativa, las personas bisexuales, las personas no binarias, las de pelos de colores, las rapadas, las de las pelucas, las familias con dos padres, las familias con dos madres, las familias con dos xadres, las familias solo un papá, las familias con una mamá, las familias queer, las familias poliamorosas, las familias basadas en la coparentalidad…

Porque ser LGTBI es creer en la diversidad, porque por muy crítico que se sea se debe abrazar a quien viste, piensa y se expresa de manera diferente; porque la política del buen trato debe ser la premisa principal y, porque la LGTBIfobia se ceba en cada una de las personas del colectivo, en todas, independientemente de cómo sean o a quien confíen sus votos.

Este año, viendo quien ha llegado a las instituciones públicas tras los procesos electorales y quienes le están ayudando para que así sea, las calles tienen que vibrar como nunca lo han hecha. La protesta reivindicativa, festiva y burlona de Christofer Street debe replicarse en el Paseo del Prado, en la avenida Menéndez Pelayo, en la plaza de la Constitución, en la avenida del Paralelo, en Puerta del Mar, en la rúa Nova, en el paseo de Begoña, en la plaza de San Miguel, en la plaza Weyler, en la avenida de la Constitución…

Y todas ellas tienen que ser espacios seguros y libres de violencia en los que la manifestación de personas con movilidad reducida, las personas mayores y las familias con menores pueda tener lugar. Porque, sí, en los orgullos hay familias con niñas, niños y niñes, y si la organización de las manifestaciones no les contempla  y no  les protege, se estará vetando la participación de quienes ya se han constituido en un motor de cambio social.

Nuestras hijas, hijos e hijes, esos pequeños activistas que desde que están en sus familias son la mejor referencia para una sociedad libre, deben de cobrar el protagonismo que casi siempre les está vetado. Es necesario liquidar los principios de una sociedad adultocentrista que niega el discurso de quienes cometen el gran pecado de tener menos de 18 años. Las familias LGTBI, las familias homoparentales tienen que salir a las calles, llenar los orgullos de sus localidades y propiciar que sus hijos mojen a los asistentes con el agua de sus pistolas de agua y diversidad.

Las calles son protesta y son fiesta el 28 de junio, de una manera que sólo sabe hacer el colectivo LGTB. Es reivindicar desde la alegría.

Además, el Orgullo es política, entendida esta como la actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar un objetivo, en este caso la defensa de los derechos humanos. Quienes siempre se han opuesto a que salgamos a las calles a vivir, quienes han denigrado nuestra forma de reivindicar, son los que ahora nos quieren enviar a las afueras de las ciudades, los que amenazan con prohibir nuestras manifestaciones o se echan las manos a la cabeza porque seamos capaces de no permitir que se manifiesten a nuestro lado quienes tienen las manos manchadas en contubernios con la ultraderecha.

Ahora que las voces que estigmatizan el hecho familiar han llegado al Congreso de los Diputados, a los parlamentos autonómicos y a los ayuntamientos, son las familias LGTB las que tienen que llenar los espacios públicos, es el momento.

Ahora que la manifestación estatal de Madrid ha decidido sabiamente que en las pancartas de cabecera sólo cabe el activismo, aquellas personas que han llegado a la madurez en la defensa de los derechos humanos desde las trincheras, es el momento.

Ahora que las entidades organizadoras del orgullo estatal han vetado la presencia en la cabecera y en la zona de carrozas a los partidos políticos que han negociado con la extrema derecha para alcanzar el poder a costa de nuestra dignidad y de la de nuestras familias, es el momento.

Ahora que se celebra el 50 aniversario desde que Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera lideraran el basta ya de humillaciones y oscurantismo, es el momento.

Ahora que en Madrid se homenajea a las personas mayores y en Barcelona a las familias, es el momento.

Ahora, por que el  orgullo es y será reivindicación y lucha y bailes y sonrisas y niñas y cuerpos desnudos y memoria histórica, es el momento.

Ahora, más que nunca, es necesario salir a las calles unidas, las voces críticas y las oficiales, a reivindicar y a celebrar como sólo lesbianas, gais, bisexuales, trans y sus familias sabemos hacerlo.

Los comentarios están cerrados.