Por Marcos Ventura Armas (@MarcosVA91) Licenciado en Derecho y activista Gamá, Colectivo LGTB de Canarias
Ayer, paseando por la calle, me fijé en una camiseta que rezaba “think less, live more”, “piensa menos, vive más”. Contrariamente a la intención que tienen las cadenas al estampar sus camisetas, me causó una honda impresión, y me llevó a una reflexión que me gustaría compartir.
Tengo un amigo que no solo es licenciado y ha tenido éxito en su educación formal, sino que también tiene cultura, conocimiento sobre muchos campos del saber y del arte y además gran agudeza mental y capacidad de análisis. Es un hombre instruido, culto e inteligente. Y sin embargo, trata de vivir su vida de espaldas a estas características personales, de las que reniega. Me transmite, cuando hablamos de ello, que desearía ser de otra manera. Que cuanto menos piensa, más feliz es.
En mi opinión, esta actitud es entendible dentro del contexto anti-intelectual en el que vivimos en España. Es cierto que nuestro nivel de titulitis alcanza niveles tan absurdos como los que estamos viendo en los escándalos relativos a las titulaciones falsas con las que muchos políticos han engordado sus currículos. Pero ahí, en la posesión formal del título, acaba todo. Cuando demuestras tener alguna habilidad inusual, en la que superas a los demás, inmediatamente eres objeto de rencores y maledicencias. Y si encima quieres ser serio en tus opiniones, negándote a que te puedan convencer con 140 caracteres, huyendo de las consignas fáciles y tratando de argumentar tu propio pensamiento, prepotente es lo más bonito que te van a decir. Creo que todos hemos visto o sufrido estas actitudes, en nuestra actividad política o social, en nuestro entorno laboral o en las reuniones familiares, cuando nuestro cuñado nos arrastra a la discusión de turno.
Sin embargo, no creo que este clima anti-intelectual sea, como pensaron ilustres pensadores patrios del siglo pasado, algo consustancial a la condición española. Hay un elemento muy relevante, y es que al poder no le interesa que pienses fuera de los estrechos márgenes que ellos han establecido. Y mucho menos al poder patrio, que a pesar de los ocho lustros transcurridos desde la muerte del dictador, no ha interiorizado los valores democráticos. Pensar es el mayor acto de rebeldía, y el mayor garante de la libertad frente a la opresión. Y hay demasiados intereses a los que eso no les conviene.
De forma más concreta, la lucha contra las estructuras de poder de la sociedad solo es posible desde el análisis de sus mecanismos y la reflexión sobre la manera de desarticularlos. Ni el racismo, ni el machismo, ni la aporofobia, ninguna discriminación se vence sin recurrir al pensamiento. Y aunque es cierto que el simple pensamiento tampoco puede cambiar las estructuras arraigadas sin el concurso de la acción, esta por si sola carecería de rumbo y estrategia sin la dirección del pensamiento, siendo solo realmente eficaces cuando se presentan conjuntamente.
¿Qué sería del colectivo LGTB si nos hubiéramos dedicado a pensar menos? ¿Habría sido posible un movimiento de liberación homosexual sin los antecedentes teóricos de la lucha por los derechos civiles, sin la revolución sexual que se gestó en los 60 y 70? ¿Gozaríamos de los derechos que tenemos sin el trabajo teórico de tantos activistas que sacaron a la homosexualidad del catálogo de enfermedades mentales? ¿Estaríamos tan cerca de conseguir la despatologización de la transexualidad sin el trabajo teórico para definir las identidades sexuales (cisexualidad incluida) y la relación de poder entre ellas?
A un nivel más personal, ¿Viviríamos igual nuestra orientación sexual si siguiéramos en el esquema de desviados VS normales? ¿Estaríamos felices con nuestra identidad de género si no pudiéramos nombrarla? Como persona tras no binaria, bisexual, autista y que se siente orgullosa y muy feliz de todas estas realidades, diré que no viviría mi vida como la vivo si no hubiera pensado mucho. Durante años viví disconforme con mi identidad de hombre, sin imaginar que existían alternativas, hasta que un día alguien que había pensado mucho sobre ello, me enseñó que existía el género no binario. Desde entonces soy mucho más feliz.
Yo lo tengo claro. Pensar menos es vivir peor, es vivir esclavo de como otros quieren que vivas, es vivir menos. ¡Piensa más, vive más!
piensa menos, vive más
es lo mismo que
no vivas para trabajar, trabaja para vivir.
01 mayo 2018 | 14:02
Gran artículo, Marcos y qué cierto, pensar es un privilegio que necesitamos para avanzar como sociedad 🙂
04 mayo 2018 | 14:14