Resiliencia. Capítulo 16: Hemos terminado

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas
Capítulo 13: Hacer sangre
Capítulo 14: Madrid me mata
Capítulo 15: Tú tienes la culpa

Capítulo 16: Hemos terminado

Andrés no había querido ni oír la palabra ‘Hospital’ por lo que se limitó a dejar que la encía cicatrizara de manera natural. Lo más natural posible teniendo en cuenta las circunstancias en las que se había abierto. Desde aquel día notaba como Mia se guardaba mucho de cualquier tipo de enfrentamiento entre ellos. La chica se limitaba a hacer todo lo que él pudiera pedirle. Desde fotos en clase a notas de audio hablando con su familia para que Andrés pudiera comprobar que realmente se encontraba en casa. Casi podía notar como su novia había tirado la toalla y no podía sentirse más agradecido. Por eso no pudo evitar sorprenderse cuando discutieron poco antes de despedirse el viernes, a las puertas del fin de semana.

-Estos dos días voy a estar en casa estudiando, que necesito el tiempo, por lo que no voy a poder quedar.-dijo Mia cuando estaba a punto de bajarse del coche.

-¿Cómo es eso de que en dos días no vamos a vernos?

-Tengo que estudiar Andrés, voy muy atrasada y necesito el tiempo.

-Bueno, pero un rato podrás quedar, ¿o de verdad pretendes que me crea que vas a estar 48 horas estudiando sin hacer una sola pausa?-Mia titubeó mientras trataba de buscar algo que sonara convincente.

-No es que no vaya a hacer ninguna pausa, obviamente tengo que parar para comer y dormir, es que necesito concentración y si te veo sé que ya no voy a estar pensando en los exámenes sino en disfrutar, por lo que necesito que no nos veamos.

Andrés la miró sin creerse lo que decía.

-Pensaba que tenías tantas ganas de estar conmigo como yo contigo, pero ya veo que me equivocaba.

-Andrés no es eso, claro que tengo ganas de estar contigo.

-Si de verdad las tuvieras sacarías un hueco de donde fuera. Creo que cuando quieres hacer algo lo que te sobran son razones, y que cuando no quieres, encuentras excusas- el chico tomó aire-. Y eso suponiendo que en realidad vayas a estar estudiando en casa, algo que no acabo de creer.

Mia le miró con sus enormes ojos castaños. Andrés podía leer en ellos toda la tristeza que guardaban. Se mezclaba con las líneas avellana que entrecruzaban su iris. Una tristeza que, al poco de conocerla, no estaba. Si solo fuera menos rebelde y se abriera más a él…

-Ya sé, ¿por qué no me invitas a comer a tu casa este fin de semana? Así conozco a tus padres y estoy ese rato de pausa de estudiar contigo.

-No.

Mia había respondido tajante. Era la primera vez que se negaba a algo en mucho tiempo y Andrés recibió la negativa como si le hubieran abofeteado la cara.

-¿No? ¿Por qué no?

-Porque no quiero que conozcas a mis padres todavía, es muy pronto.

-¿Cómo que pronto? Llevamos ya unos meses saliendo.

-¿Y qué? Para mí aún no ha llegado el momento, además es algo que debería salir de mí, no ser impuesto por ti.

Andrés, sin poder retener el enfado le pegó un puñetazo al volante guardándose de darle al claxon.

-No te lo estoy imponiendo, pero el tiempo es algo muy relativo. Miriam me presentó a sus padres a los pocos días de empezar a salir.

-Sí, pero yo no soy Miriam- replicó ella.

«Desde luego que no» pensó Andrés. Con su ex novia todo esto había resultado infinitamente más fácil de lo que nunca había sido con Mia. Decidió atacar por otro flanco.

-Si de verdad me quisieras estarías muriéndote de ganas de que me conocieran. De hecho yo a los míos no paro de hablarles de ti y no hay día que mi madre no me pida que te lleve a su casa. No sé cómo no ves que todos saldríamos ganando. Tú estudias, pasamos un rato juntos y me meto a tus padres en el bolsillo, es perfecto- el chico le cogió la mano y se la acercó a su pecho-. Además de que para mí significaría mucho. Suelta el freno, caramelo.

-Bueno…está bien. Se lo diré a mis padres. Luego te digo por whatapp lo que sea.- Mia le besó y salió del coche. Andrés bajó la ventanilla.

-Espero tener una respuesta afirmativa. No me gustaría que este finde discutiéramos. No sé cuántas muelas más van a aguantar nuestras broncas.- Vio como la chica se estremecía, seguramente recordando el final del concierto.

Para Andrés, conocer a los padres de Mia, era un gran paso. Sabía cómo ganárselos y aquello siempre ponía las cosas infinitamente más sencillas, de hecho incluso podían convertirse en aliados. Cuando le abrieron la puerta, saludó con una gran sonrisa. Los padres de Mia y sus hermanas pequeñas le esperaban en medio de una cocina en la que reinaba la algarabía. Mia cogió en brazos a la más pequeña.

-Mira Raquel, este es Andrés, mi novio-La pequeña le miró con desconfianza.-. ¿A que es guapo?

-No.-la niña se revolvió entre sus brazos y salió corriendo hacia la mediana, algo más mayor, que tenía la mitad del salón ocupado por un despliegue de muñecas.

-Andrés, perdona el desorden- Carol, la madre de Mia le dio dos besos mientras sacaba una fuente del horno, cerraba la nevera y elegía dos piezas de fruta pareciendo que tenía ocho en vez de dos brazos-. Teníamos ganas de conocer al chico con el que nuestra hija pasa tanto tiempo.

Lo dijo de pasada, pero a Andrés no se le escapó el tono de aquel «tanto». No llevaba ni cinco minutos en aquella casa y ya había algo que le había hecho sentir incómodo. Sus padres no serían fáciles, pero acabaría por gustarles. Estaba convencido.

-¿Qué tal Andrés? Yo soy Ramón.- El padre de Mia le tendió la mano y este se la estrechó con fuerza. Sabía que los apretones de manos hablaban de una persona antes de que esta abriera la boca y Andrés sabía cómo darlos para transmitir confianza y seguridad.

Tras las presentaciones de rigor, el alboroto de la cocina se mudó al comedor, donde Ramón y Carol intercalaban retazos de conversación con los berrinches de la más pequeña. Cuando las niñas terminaron de comer y se marcharon a la habitación, pudieron hablar de manera más distendida. Andrés, tras adular en repetidas ocasiones las dotes culinarias de Ramón, el responsable del asado, les habló de su trabajo y de cómo cada día su hija llegaba a casa sana y salva gracias a que él la esperaba cuando salía del bufete.

-Bueno, así también te aseguras de que no vea a nadie más -dijo la madre mientras cortaba tranquila un trozo de carne. Mia la miró incrédula.

-¡Mamá!

-¿Es o no es verdad? Ha sido llegar este chico y de repente dejar de tener interés por todos tus amigos.

Andrés dejó los cubiertos lentamente.

-No creo que tenga nada de malo que Mia esté tan enamorada como para que quiera pasar conmigo todo el tiempo.- Andrés miró a la chica esperando alguna respuesta por su parte.

-Creo que mi hija puede hablar por sí misma, no necesita que ni tú ni nadie opine por ella.-soltó Carol con calma.

-Déjalo, mamá, tú no lo entiendes. No hay nadie con quien prefiera estar que no sea Andrés. Con él estoy feliz.

Andrés se quedó satisfecho con la respuesta de su novia y su madre no hizo más comentarios, solo cuando Andrés se estaba despidiendo volvió a abrir la boca.

-Por cierto, se me ha olvidado preguntarte antes, ¿qué te pasó en esa mano?

Andrés no tuvo que ver a dónde le señalaba para saber que se refería a la que había reventado la ventanilla del cristal. En ese momento sus sospechas de por qué no le acababa de gustar a la madre de Mia se confirmaron. «Lo sabe».

-Una caja demasiado pesada que tuve que cargar yo solo. Me cayó encima destrozándome la mano.

Carol asintió. Como inspectora de Hacienda que era, su trabajo era fijarse en los detalles y descubrir toda irregularidad que pudiera existir. Andrés le pidió a Mia que saliera con él para poder pasar unos minutos juntos.

El chico la convenció para despedirse en el coche. Y en cuanto ella estuvo subida, arrancó dejando atrás la calle de la chica.

-¿A dónde vas? Tengo que estudiar.

-Tu madre nos vio el día que me contaste lo del bufete.

-¿Qué?

-No te hagas la tonta. O nos vio o se lo dijiste, y quiero pensar que no fuiste tan gilipollas como para contarle eso, porque sería el fin de nuestra relación.

-¡Yo no le he contado nada a nadie!

Andrés aceleró y adelantando a varios coches, y pasando por algún que otro semáforo en rojo, enfiló la Castellana a toda velocidad.

-¿Puedes ir un poco más despacio por favor? Me estoy asustando.

El chico, en vez de atender a Mia, pisó más a fondo el acelerador y recordando la sensación amarga de rechazo que había sentido durante la comida, atravesó las dos rayas perpendiculares metiéndose en el carril contrario.

-¡Dios mío! ¡Qué haces! ¡Estás loco!- Mia gritaba mientras los coches del carril contrario les pitaban y les sorteaban dando volantazos. -¡Basta por favor!- Andrés aguantó un poco más hasta que al final, de un movimiento brusco, se incorporó a su carril y se paró en una de las perpendiculares. Mia tiritaba nerviosa en el asiento fruto del shock mientras lloraba sin emitir ningún sonido. Con los ojos vidriosos parecía totalmente ida.

-Nada en esta vida me importa lo más mínimo, Mia. Nada excepto tú.

La chica seguía callada hasta que Andrés la dejó en su portal. Sin mediar palabra, Mia salió del coche. Al poco de arrancar, Andrés recibió un whatsapp

«Es la última vez que juegas con mi vida. Esto se ha terminado. Casi nos matas.»

 

 

4 comentarios

  1. Dice ser Pebbles

    Qué alegría!!!
    Mara, sigo Resiliencia desde sus comienzos y tenía ganas de leer algo como lo que hoy has escrito, «Se acabó jugar con mi vida. Esto ha terminado»
    Andrés lleva jugando con Mia y con su vida desde que la conoce y Mia ha caído en su tela de araña con la inocencia propia de los 20 años…así que celebro, por todo lo alto, que dicha relación termine y además le diría un par de cosas al personaje de Andrés, lo primero, España es un país civilizado y en metro o en autobús también se puede llegar sana y salva a casa, y otra más, los padres de tus posibles , o imposibles, novias, te dan mil vueltas, simplemente por tener más edad y más experiencias que tú, con lo cuál, cuando tú vas , ellos vuelven y con la seguridad que les da la vida, una vida sana y llena de experiencias positivas ganadas a pulso…no se pueden dar clases cuando no se es maestro.

    08 mayo 2016 | 19:55

  2. Dice ser Calania

    ¡Qué largo se me va a hacer el tiempo hasta el próximo capítulo!

    Vaya descenso a los infiernos, vaya contraste de actitud de Andrés con Mimi y con Mia, cuánta toxicidad disfrazada de «amor»…

    Esperando quedamos para continuar con la historia.

    09 mayo 2016 | 07:11

  3. mara-viste-y-calza

    Queridas Pebbles y Calania,

    Muchas gracias a las dos por seguir Resiliencia. El control de las idas y venidas de Mia forma parte de, como dice Calania, la toxicidad de esa relación. Veremos que pasa la próxima semana.

    Os espero 🙂

    09 mayo 2016 | 07:34

  4. Dice ser Sara

    Aplaudo la decisión de Mia de dejar a Andres. Una pena que los chicos como él, los no no lo entiendes ni los aceptan.
    Como siempre que acabo de leer un capitulo de «Resiliencia» me quedo con ganas de mas.

    09 mayo 2016 | 19:16

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