Resiliencia. Capítulo 13: Hacer sangre

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo
Capítulo 10: Lo que te mereces
Capítulo 11: No deberían hacerte llorar
Capítulo 12: Jugando las cartas

Capítulo 13: Hacer sangre

«Inspira». «Espira». «Inspira». «Espira».

Mia se repetía mentalmente las órdenes que le permitían llevar una respiración profunda, pero no había manera. Nada lograba calmar su ansiedad. Consultó una vez más el móvil pero Inés continuaba sin darle ninguna respuesta. Nunca la había necesitado tanto como en aquel momento en el que su estómago era un manojo de nervios. Pensó en llamar a Fer, pero desde la fiesta las cosas no estaban como para contar con su amigo para nada. Después de que se «arreglaran» las cosas con Andrés el chico le había cogido el móvil y, tras obligarla a darle su contraseña, la había convencido para borrar a todos sus amigos de las redes sociales y bloquearlos. «Pura prevención» le había dicho Andrés, pero Mia sabía que había mucho más detrás. Y pese a ello había accedido. El porqué todavía le resultaba un misterio. Quizás era el magnetismo que ejercía Andrés sobre ella. Una mezcla de fascinación, miedo y furor que le hacía sentir como en una montaña rusa constante. Le daba rabia admitirlo, pero estaba enganchada. Y más que nunca desde la discusión. Jamás había querido tanto tener a su lado a alguien. Andrés había jurado que, teniéndole a él, no necesitaría a nadie más. Pero entonces ¿por qué se sentía tan sola?

-Vamos, Inés, contesta.-Mia necesitaba desahogarse, hablar con alguien que la entendiera, que la escuchara sin juzgarla y sabía que Inés era la persona perfecta para ello. Estaba a escasos minutos de una de las entrevistas de trabajo más importantes de su vida y necesitaba el efecto tranquilizador que le producía la voz de su amiga en aquellos casos.

-¿Mia Martín?

La chica se levantó como un resorte y todas las preocupaciones desaparecieron de su cabeza excepto una. Necesitaba ese trabajo como fuera.

-Entraría a las tres de la tarde y saldría sobre las once. Son ocho horas pero tengo descanso para merendar, ¡además de que me hacen indefinida!- relataba Mia eufórica a su madre.

-Sí, si eso está muy bien, pero ¿qué vas a hacer con la universidad? ¿Cómo vas a compatibilizarlo? ¿Vas a poder con todo?

-Claro, voy a la universidad, como allí y directa al bufete. Además no es que sea un trabajo que me vaya a exigir mucho precisamente. Es como una mezcla entre azafata y secretaria, porque mi función, aunque es la de imagen, va a ser la de llevar las salas donde se realizan las reuniones.

-¿Y qué significa llevar las salas?

-Lo típico, ver que hay bolis y cuadernillos de sobra, estar pendientes por si necesitan un portátil o hacer una videollamada… Ese tipo de cosas.-Mia colgó en el armario el que sería su uniforme de todas las tardes a partir de ese día. Un traje de americana y pantalón azul marino que llevaría con una camisa blanca.

-¿Y para eso necesitan a alguien? ¿No pueden hacerlo ellos?

-Ay no mamá, ¿cómo van a hacerlo ellos? ¿No sabes que es una de las firmas de abogados más importantes de España? No te haces una idea del nivel que hay ahí.

-Bueno hija, si te permite llevar la carrera, ya sabes que por tu padre y por mí no hay problema.-Mia le dio un beso a su madre y echó la cartera a toda prisa en el móvil.

-Me voy, que he quedado con Andrés. Luego te veo.- Sin esperar a que su madre se despidiera, salió a la calle al sitio donde la esperaba su novio. Desde aquel día, Andés la esperaba religiosamente aparcado en la puerta de su edificio. La chica se apoyó junto a él en el coche y, nada más besarle, empezó a hablar.

-Tengo que contarte algo muy muy muy genial.

El chico la miró frunciendo el ceño. No sabía a qué venía tanta emoción.

-¿Te acuerdas de Aarón? ¿El de la agencia? Me llamó la semana pasada diciéndome que estaban buscando en un bufete de abogados a una azafata para trabajar por las tardes de manera indefinida. Le dije que estaba interesada y que contara conmigo para la entrevista. He ido después de la universidad a hablar con ellos y…¡me han cogido!

Andrés no le devolvió ninguna de las sonrisas, lo que hizo que a Mia no se le escapara que no se alegraba tanto como ella de las noticias.

-Así que con lo difícil que me resulta verte, ¿ahora se nos va a complicar más?

-No, Andrés, claro que no. Tendremos todos los fines de semana para nosotros y si quieres incluso podemos comer juntos algún día.- La chica trató de contener la tristeza que le producía que su novio no se hubiera alegrado lo más mínimo.

-No entiendo por qué no me has dicho nada de esto y por qué no has contado conmigo a la hora de tomar una decisión. Mierda, Mia, ¡se supone que somos una pareja! No puedes decidir estas cosas que nos afectan a los dos tú sola. ¿Qué hay de mi opinión?-Andrés empezó a alzar la voz alterado. Mia intentó acercarse a él pero el chico le pegó un empujón para que se apartara. Dolida, la chica trató de hacerle entrar en razón.

-Andrés, tengo 20 años y quiero trabajar. Quiero ganar dinero y poder hacer cosas con él. Quiero ahorrar e independizarme. ¡Quiero sentir que progreso en la vida!

-¿Y qué hay de nosotros? ¿De tu relación?-Andrés la cogió por los hombros y la zarandeó mientras le gritaba.- ¿Es que no te importa que vayamos a vernos menos?

Mia, aguantando las sacudidas, trató de zafarse inútilmente.

-Por supuesto que me importa, no vayas a pensar que no. Pero quiero hacerlo. Suéltame, por favor. Me estás haciendo daño.

El chico la soltó bruscamente contra la puerta del coche.

-¿Que yo te estoy haciendo daño a ti? Cada día me sorprende más lo egoísta que puedes llegar a ser.-soltó Andrés sin mirarla. Seguidamente se volvió alzando el puño y, de un golpe, reventó el cristal de la ventana pasando el brazo junto a la cara de Mia. La chica contuvo un grito y Andrés se arrodilló en el suelo gimiendo de dolor mientras se agarraba el puño con los nudillos ensangrentados.

-¡¿Te das cuenta de lo que me haces hacer?!-Mia se arrodilló a su lado tratando de aguantar las lágrimas. Mientras con la otra mano Andrés la apartaba de su lado.

-Me he destrozado la mano por tu culpa. No hay forma de que me pongas nunca por delante de nada, todo lo que quieres lo haces sin importar por encima de quién tengas que pasar o a quién le hagas daño. Lárgate de una vez.

Mia hizo caso omiso y le rodeó con los brazos mientras lloraba junto a él.

-Lo siento, Andrés. Perdóname por favor.

Unos metros más arriba, la madre de Mia les observaba por la ventana.

MARA MARIÑO.

MARA MARIÑO.

2 comentarios

  1. Dice ser Anónimo

    Empiezan a ser monótonos los capítulos… si ya van a ser todos los capítulos contando que Andrés es agresivo y que te grita, te manda y amenaza… puedes ir ya al desenlace. Además, tu exageración aburre, todos sabemos que una chica tan lista como tú, con tu carrera de periodismo, tus idiomas… no es tan tonta como para aguantar esas cosas, para que haya un enganche al menos tendrá que hacer una de cal y otra de arena… Así que a ver si te esfuerzas más en el capítulo 14 😉

    18 abril 2016 | 10:31

  2. Dice ser Pebbles

    Resiliencia va ganando fuerza narrativa con el paso del tiempo…
    Parece mentira estar ya leyendo el capítulo 13 de lo que empezó como una historia de amor ( amor malentendido) de juventud y encontrarnos ahora con una historia de maltrato físico y emocional delante de nuestras narices…
    Mara, sabes engancharnos y fidelizarnos cómo lectores, enhorabuena!!!
    Sólo espero que en la trama haya gran parte de ficción y poco de realidad, porque me entristece enormemente cómo pueden llegar a manipular los maltratadores a sus víctimas
    Ánimo para ti, Mara, cómo escritora en ciernes.
    Y para Mía, que acabe cuanto antes su pesadilla

    18 abril 2016 | 17:04

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