Por Ignacio Elpidio Domínguez Ruiz (@i_elpidio)
Mientras activistas de todos los rincones de España se reuníanhace algunos fines de semana en Madrid por el séptimo Congreso de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales, yo estaba en una plaza pasando frío y siendo confundido con un policía de incógnito o con un heterosexual. Estaba junto a jóvenes no heterosexuales -gais y lesbianas- con los y las que estoy hablando e investigando desde la antropología mientras hacen botellón en una plaza madrileña. Y he de decir que es algo que tiene mucho interés para un historiador del arte y antropólogo (en proceso) no heterosexual como yo.
Aparte de comentarios y opiniones sobre la actividad policial, sobre el precio de las bebidas, o sobre hábitos de fiesta, destaco una cosa: la endoLGTBfobia. Destaco comentarios discriminatorios, insultantes y degradantes entre personas a las que vemos como parte de un mismo colectivo, el LGTB, LGTBI, LGTB+ o en definitiva, el de las personas que no somos heterosexuales. Algunos comentarios pueden pasar por inocentes, por diferencias de estética o por gustos distintos. Pero otros definitivamente no, y creo que necesitamos nombrar, destacar estos comportamientos. Sin un nombre concreto, un comentario denigrante de un gay “activo” hacia uno “pasivo” puede pasar por una broma sin importancia; el llamar “machorra” a una compañera lesbiana puede parecer una simple cuestión de estética; y cuestionar como gay o lesbiana la existencia o la necesidad de reivindicación de las realidades bisexuales y transexuales puede ser visto como una opinión inocente o desconocedora. Al utilizar una palabra concreta para estos y otros muchos ejemplos de comportamientos discriminatorios entre personas no heterosexuales, les damos realidad como discriminación, y sólo así podemos entenderlos para posteriormente enfrentarlos.
Destaco esta palabra, bizarra palabra, por el hecho de que a no demasiada distancia había activistas luchando y organizándose, incluyendo necesariamente la lucha contra la LGTBfobia en general. Una discriminación que en las últimas semanas ha estado más que presente en los medios, entre las cada vez más visibles agresiones puntuales u organizadas: la circular interna del Metro de Madrid que nos señala como un colectivo a vigilar para algunas personas; y por la increíble campaña de #LaLigaArcoIris que ha llevado tanta visibilidad y concienciación en pocos días a un mundo que nos suele ser tan ajeno.
En este contexto puede parecer inocente, egoísta, estúpido y hasta caprichoso pensar en endoLGTBfobia, en la discriminación interna de las personas no heterosexuales, pero quiero convenceros de que no es así. No podemos ni debemos olvidar que esta endoLGTBfobia, que sepamos, no nos deja personas heridas, no nos excluye de producir o consumir bienes y servicios y no lleva a personas jóvenes o aisladas a considerar el suicidio. Hay una clara diferencia cuantitativa y cualitativa entre estas dos formas de discriminación, pero creo que pensar la endoLGTBfobia no es un frente estéril sino que nos lleva necesariamente a comprender más y mejor la discriminación LGTBfóbica en toda su extensión.
Por seguir con los ejemplos de antes: un gay “activo” que piensa que otro “pasivo” es menos que él, no hace más que imitar perversamente lo que un hombre heterosexual homófobo utiliza como discurso contra nosotros. Cuando una mujer lesbiana critica o censura a otra por vestir, hablar y actuar como quiere, y la encasilla por eso como “machorra” o como menos mujer, no hace más que participar de la lesbofobia más generalizada. Por último, todo comportamiento que, desde nuestras filas, discrimina o cuestiona las realidades bisexuales y transexuales no hace más que reproducir las ideas estáticas, cerradas e intencionadas de sexo y género que la LGTBfobia emplea contra nosotras y nosotras en general.
Vista así, la endoLGTBfobia no es más que un desplazamiento perverso, es un intento de transformar una discriminación generalizada hacia un colectivo más pequeño. Este intento de redirigir la discriminación tiene una dimensión de poder siempre: no discrimina necesariamente quien quiere, sino quien puede. En definitiva, nombrar la endoLGTBfobia nos permite verla y entenderla. Esto nos permite no sólo enfrentarnos a estas formas comparativamente menores de discriminación, sino sobre todo al carácter arbitrario, intencionado y de dominación de toda LGTBfobia. Viendo que la discriminación interna dentro del colectivo no es natural sino motivada, podemos entender y defender que la LGTBfobia es un comportamiento de discriminación siempre cultural e ideológico, y por ello susceptible de cambio.