Disidentes – Menos Virginia Woolf, más Itziar Ziga

Por Andrea Cay, (@AndCay_)(M

Fotografía: Natalia Vera

Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir ficción.

Una habitación propia, Virginia Woolf

Quiero ser escritora, es mi sueño desde pequeña. Claro que necesito esa habitación propia, claro que necesito ese dinero. Pero, Virginia, no quiero quedarme ahí, no voy a cuestionar eso.

Hoy me siento con rabia, como muchos otros días, y me encanta canalizar cualquier sentimiento para escribir sobre lo que soy.

Ay, Virginia, gran referente del feminismo, nos has dado mucho no te lo voy a negar. Pero nos has acomodado a encerrarnos en nuestra habitación a leer y leer, nuestro espacio seguro en donde nada ocurre.

Las habitaciones, en su mayoría, cuentan con ventanas, con un solo pequeño vistazo podemos observar la vida de los demás. Concretamente, en este caso, la de las demás. Woolf has conseguido que mujeres se queden encerradas, imaginando que el mundo real no existe. No nos preocupa la señora mayor que va cargada de bolsas, porque no voy a bajar a ayudarla. La señora que se gana su dinero, ese que tanto necesitamos para escribir, limpiando escaleras, a riders con contratos precarios, luchando por subsistir.

Gente que come a prisa y corriendo un bocadillo en la calle para poder llegar a su segundo puesto de trabajo con el que tampoco le da para poder vivir dignamente.

Pero, Virginia, y otras teóricas feministas que han pasado a la historia, hoy quiero hablaros de algo muy concreto, algo que alimenta mi rabia.

Sábado por la noche, 21:45 para ser exactos, camino por la calle volviendo a mi casa antes del toque de queda y un señor se cree con la libertad de cogerme del brazo y, alegando asquerosamente mi belleza, me ordena subirme en su coche. No sé cómo, conseguí salir de ahí, utilizando la violencia, por supuesto. Colocándome en una posición de poder que ni él mismo imaginó.

Después de la subida de adrenalina y pasado un día, estoy sola, en mi habitación propia, llorando, histérica y muerta de rabia, ¿sabéis por qué? Porque compartí este suceso en las redes, algo que todo el mundo mira y observa desde su habitación propia. Tras analizar el alcance del tweet y ver que efectivamente tuvo cierta repercusión en interacciones, nadie me escribió.

No buscaba caso, nunca lo hago, solo quería informar de lo que está sucediendo. Todos los mensajes de ánimo llegaron de amigos, conocidos y familiares que no tuvieron que leer mi llamada de atención pública.

Siempre he tratado de ser políticamente correcta a nivel público, aunque algunas de las acciones y tendencias llevadas a cabo no fuesen con quién soy yo realmente. Esto se acabó. No busco levantar ampollas, crear heridas, pero si esto ocurre por ser yo misma, no voy a disculparme.

¿Qué es el feminismo? Ya no lo sé. No esperaba que nadie bajase a palos a matar al tío que casi me fuerza a entrar en su coche, posiblemente con la intención de violarme, pero, ¿tanto cuesta enviar un mensaje cuando nos encanta ponernos las chapitas y que nos den el carnet de persona deconstruída?

Discúlpame, si esto es el feminismo, yo me bajo del carro.

Sin embargo, no voy a culpar a las mujeres de ellos, porque parafraseando a la gran Itziar Ziga en Un zulo propio: Otra vez las mujeres como víctimas de la violencia, nunca como potenciales defensoras de su integridad. Las mujeres agredibles, violables, asesinables.

Año 2021, lectoras de ensayos de las mejores referentes, esto es lo que seguimos siendo. Esa mujer que se oculta en su casa, no solo para escribir, sino para poder ser la víctima perfecta que nos han inculcado ser.

Podré ser asesinada, violada o agredida, pero ya te digo yo que nadie más que yo misma va a defender esa integridad y ese respeto que me merezco, por mucho que me lo hayan intentado quitar. Por mucho que nos enseñen, entre nosotras mismas, a quitárnoslo.

Y esta es mi vuelta a 1 de cada 10, llena de rabia, de tristeza, pero con la cabeza bien alta, dispuesta a pisotear a aquel que se me cruce por el camino.

Así que, una vez más, salir de vez en cuando de vuestra habitación, aprender a mancharos las manos y a escuchar al resto de compas. Quizás así, podríamos reivindicarnos como verdaderas feministas.

Los comentarios están cerrados.