Post – San Valentín: ¡Qué soy amor! ¡ Qué soy naturaleza!

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Foto: Nico Kaiser

Hace unos meses, en este mismo espacio de absoluta libertad y de compromiso por la diversidad, dos activistas LGTBI intentaban deslegitimizarme con una descripción de mi realidad: hombre cis, blanco, gay, gordo, monógamo romántico, de clase media y con una familia multirracial. Criminalizaban de este modo una supuesta situación de privilegio para arremeter desde una postura tremendamente ideologizada y castrante para quien no sea, sienta o piense como ellos.

Se siente uno agotado ante los discursos que recurrentemente brotan desde dentro y fuera del colectivo LGTBI, que buscan el enfrentamiento constante desde una trinchera totalitaria que cree firmemente que la verdad es única y es la que poseen en su cartilla escolar de compromiso social.

Uno, que intenta aplicar el principio de que la única verdad reside en la aceptación de la diversidad, se siente episódicamente hastiado de ataques que proceden del enaltecimiento de egos colectivos o individuales y que sólo provocan la mirada atónita del conjunto de la sociedad, sorprendida del escaso espíritu de confraternidad que rige en demasiados episodios entre lesbianas, gais, bisexuales, trans y sus familias.

La heterogeneidad es la base de la democracia y nuestra unión como colectivo es el único argumento con el que poder desmantelar la LGTBIfobia que aún seguimos sintiendo cuando se nos clava en nuestra piel arcoíris.

Y para terminar de complicar esta terrible historia de “yo soy más inteligente y más activista que tú, patán aburguesado” ahora me toca defender el amor:

Esta luz, este fuego que devora.

Este paisaje gris que me rodea.

Este dolor por una sola idea.

Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Uno, que se siente intensamente orgulloso (con Orgullo del 28 de junio, el Orgullo de recorrer las calles junto a mi marido y mi hijo) de ser hombre, de ser blanco, de ser gay, de ser gordo, de ser monógamo romántico, de pertenecer a la clase media y de tener una familia multirracial, también presume de creer en el amor: en el amor a uno mismo (aceptación de tu propia e intima realidad), el amor a mi activismo, el amor a mis amigos, el amor a mi familia, el amor a mi mijo, el amor a mi marido… el amor romántico:

Entre lo que me quieres y te quiero,

aire de estrellas y temblor de planta

espesura de anémonas levanta

con oscuro gemir un año entero.

El proceso de creer en el acompañamiento constante del hombre con quien te levantas día a día, el necesitar su sí para decir no, el buscar en sus ojos la palabra pedida, el añorar su aliento cuando duermes lejos, no es un ejercicio sencillo para un hombre gay nacido en la dictadura criminal del general Franco.

Cuando has deambulado por una infancia y una adolescencia sabiendo que eras carne de presidio interior y mofa constante ante tu pervertida orientación sexual, necesitas un periodo de lucha personal para darte la posibilidad de amar y ser amado. Tienes que buscar la llave y salir al exterior en un proceso de dolor profundo en el que el miedo es el principal testigo y el ansia de poder respirar la única meta:

¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!

¡ay aguja de hiel, camelia hundida!

¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

Es duro ser consciente de que se te ha arrebatado la adolescencia y la primera juventud por el sencillo hecho de ser gay, es triste no recordar el primer amor porque no lo hubo, por que se te fue negado, hurtado, prohibido… Bécquer no pudo habitar en mis 15 años y caí desnudo en la veintena junto al Amor Oscuro de Lorca. Que luego no me pidan explicaciones, que muerdo, como aquella vez primera, muerdo de amor y luego de rabia al recordar las tristes tardes de verano en las que sólo existía el calor interno y no había manos en las que descansar el corazón.

La reconstrucción como hombre gay implica concederte la oportunidad de acercarte al amor de manera consciente ya en edad adulta, de ser capaz de romper barreras sociales y enfrentarte con determinación y cogido de su mano (de la mano de él) ante un entorno que adivinas hostil y que luego reconforta:

Tu voz regó la duna de mi pecho

en la dulce cabina de madera.

Por el sur de mis pies fue primavera

y al norte de mi frente flor de helecho.

Considero que hablar de amor es un ejercicio tan personal que sólo puede hacerse desde la casilla de la primera persona. Cada cual, partiendo de principios individuales, experimentará aquello que puedan y le puedan, se acomodará, reivindicará, buscará, sufrirá, gozará o se mantendrá al margen de este torbellino que alcanza y atrapa.

El amor es eterno en su tiempo finito y nada ni nadie puede erigirse en su mentor y obligar al resto de congéneres a vivirlo desde sus premisas costumbristas, ideologizadas o políticas. El amor enamora o produce rechazo y existen tantas variantes como personas, como instantes en esas vidas. El amor no es el centro si no lo eliges y su ausencia también es vida y no tiene reglas, no las necesita:

Que lo que no me des y no te pida

será para la muerte, que no deja

ni sombra por la carne estremecida.

Así, si queréis o si podéis celebrad, o no, el 14 de febrero e intentad ser felices. Esa fecha, poderosa coincidencia, está gravada a golpe de corazón en mi almanaque familiar después de que hace 8 años llegara a nuestras vidas una bolita marrón con vida propia, un hijo que siempre nos estuvo vedado y que hoy es tan verdad como su sonrisa. Por ello, yo festejo el amor y la familia el mismo día, por ello me permito y disfruto de la felicidad, ahora que puedo.

Y ante quienes dudan de lo mío, de mi familia, ante las miradas reaccionarias que solo conciben el amor si es heterosexual, a esos miles que respiran el odio de la LGTBIfobia puedo ofrecerles la verdad de ser feliz, de amar, de  ser amado: una amable respuesta que se convertirá en puño si intentan arrebatarme lo conseguido. La fiereza del activista está dispuesta a actuar ante la injusticia y les advierto que no estoy solo en esta batalla.

Y ante quienes desprecien desde el dogmatismo redencionista de la verdad de ese amor que exprimo, solo me queda decirles que no aspiro a deconstruir el amor, sea o no romántico, sino a reconstruirlo día a día, en un intento de que sea eterno en su fragilidad. Pero señoras, señores, ese solo soy yo y mi historia, ahora espero con calidez escuchar las suyas.

Deja el duro marfil de mi cabeza,

apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!

¡qué soy amor, qué soy naturaleza!

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