Un hombre más, transexual y hombre

Por Mané Fernández (@manecochayuyo ), vicepresidente de FELGTB

Foto: Ted Eytan

Como hombre transexual pena me da ver y leer en estos últimos días el discurso de un sector del Feminismo. Pena sí, por el mal uso que se hace una palabra que refleja la lucha, la igualdad, la sororidad y el empoderamiento de quienes vivimos bajo la opresión del patriarcado y de los privilegios.

Las personas transexuales somos mujeres u hombres. Las identidades de género no están marcadas por los genitales: ni se es mujer por tener vulva, ni se es hombre por tener pene. Ya lo dijo Simone de Beauvoir hace muchos años: «no se nace mujer, se llega a serlo».

Las personas trans no somos los discípulos tontos de Hipócrates, ni sufrimos el síndrome de Frankestein, somos hombres y mujeres y precisamente por no entender el resto de la sociedad que los genitales no marcan nuestra identidad, nacemos marcados por la desigualdad y no se nos da la libertad de poder decir quiénes somos, al contrario somos marcados, discriminados y patologizados, negándonos nuestra realidad como hombres y mujeres.

El Feminismo Radical Trans Excluyente (TERF, por sus siglas en inglés) lleva años instalado en discursos de América Latina y Estados Unidos, principalmente, y su discurso, poco escuchado públicamente en España ha comenzado a alzar su voz sin ningún tipo de tapujo. Si bien no creo que pueda dar lecciones de feminismo, este movimiento se caracteriza por rechazar a las personas trans y por buscar la exclusión de mujeres trans de espacios feministas y, en otros momentos de la historia, dichas feministas han demandado a los gobiernos, como en Estados Unidos, que se retire la atención médica y legal a las personas trans.

Si dejamos que el discurso de las TERF se expanda en la sociedad y en el movimiento feminista trasladando la idea de que la transexualidad es una creación malvada del imperio falocénctrico que hace uso de la tecnología para entrar en los espacios de mujeres y ostentar el poder que ellas ahí tienen seguimos sin entender ni tener claro que la diversidad humana pasa porque existan mujeres con vulva y mujeres con pene o que existan mujeres con capacidad gestante y mujeres con capacidad fecundante, entre otras muchas realidades.

El movimiento feminista, trabaja incansablemente por una igualdad social, legal y real que trabaja desde la empatía y la sororidad y que debe entender que las luchas son las mismas, y que la realidad mujer es diversa y plural también. Además, a la discriminación y violencia machista que sufren todas las mujeres, se unen otras formas de discriminación como la xenofobia, la transfobia, el racismo, el clasismo… porque además de ser mujeres, son muchas más cosas.

Si dejamos que la lucha se centre sólo en la defensa de algunas mujeres es cuanto menos cuestionable.

Es difícil entender que la lucha por los derechos de todas sea diluya en la discriminación hacía otras por cuestiones de genitalidad, de prejuicios, de intolerancia o de cualquier otra índole. Es cuanto menos digno de perplejidad que una parte del movimiento que dice estar en contra del machismo y el patriarcado intente dejar al margen a aquellas que, además de sufrir ese machismo y ese patriarcado, sufren transfobia, racismo, clasismo, xenofobia… es cuanto menos difícil de entender que luchar contra los privilegios es dejar fuera a otras víctimas iguales a ti.

Las identidades son personales e intransferibles para todo ser humano, a excepción de las personas trans, que debemos soportar que alguien nos diga quiénes somos, cómo debemos comportarnos, qué debemos sentir y cuáles son nuestras causas de lucha.

Las personas transexuales somos hombres o mujeres, no somos unas traidoras del género, de hecho lo cuestionamos siendo quienes somos. Estas luchas nos debilitan y nos desunen, mientras el patriarcado se frota las manos viendo cómo nos peleamos.

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