La feminidad trans es algo que no debe negarse

Por Carolina Laferre (@TSM_es), de Trans·socialmedia – Identidades 3.0

Carolina Laferre, autora del texto y miembro de TSM

Hoy nos rozó la tontería… y ya terminamos de hartarnos, llenarnos, henchirnos, hincharnos, saturarnos, atiborrarnos, atracarnos, engullirnos, malcomernos, incomodarnos, hastiarnos, irritarnos, jo…nos, aburrirnos, incordiarnos, indignarnos.

Seguramente la mala baba autóctona de este país se nos eche encima, pero nosotras también hemos tenido que soportar discursos de la democrática locura practicada sobre la identidad de género “moderna” en los últimos meses y aún no nos hemos pronunciado.

En 2016 ya nos reafirmábamos en TSM que a la “T” le toca emanciparse, desvincularse, liberarse e independizarse, de un acrónimo que nos ha ocultado, enmudecido, velado, amordazado e incluso disfrazado. Toca relevarse y revelarse. La demagogia “de manual” está descuartizando el género a marchas forzadas, con prisa, sin ingenio, sin respeto… como una apisonadora pasando por encima de la historia antropológica, hasta reducirla y aplastarla.

Vivimos un tiempo donde se ha originado un problema de discriminación desde el propio colectivo trans hacia la transfeminidad. Ahora resulta que, ser mujer transexual, binaria y tradicional “no se lleva”, no es del orden moral, porque nadie se ha parado en reflexionar que la transexualidad femenina es un proceso muy arduo, no siempre fácil de explicar, ya que sus protagonistas han sido las sociedades, y como tales, abarcativas en la historia de la humanidad.

La transexualidad femenina existe desde que el Hombre existe y su hegemonía cultural es indudable. Toda cultura que no tiene una fuerte base no perdura para siempre, y la nuestra, sigue expandiéndose a pesar del desprestigio, deshonras y humillaciones, denigraciones, descalificaciones, ignominia social y otros menoscabos que han contribuido a exiliarnos del mundo, innecesariamente.

Los cambios culturales representan los cambios en la Historia, sí, pero la exclusión social nos ha omitido entre procesos de desvinculación de la sociedad durante décadas, siglos, milenios… y la situación acabó afectando a la transexualidad femenina en el desarrollo de sus diferentes dimensiones, actualmente, nuestro propio proyecto de vida. Al mezclar recursos sin garantías, herramientas y medios de comunicación, la publicidad y la moda, el resultado del mensaje está cargado de un impacto agresivo, falto de visibilidad real, falto de autenticidad (y por lo que se ve… de unidad).

En este país carecemos de dos cosas: honestidad y voluntad. La primera, para auto reconocerse y auto criticarse. La segunda, para actuar con iniciativa propia y en positivo. Hay quien exige derechos, mientras anula y limita los derechos y libertades de los demás.

La transexualidad femenina no sólo es un tránsito y no debe ser “sólo subversiva” como postulan aquellos que no saben, ni de cerca, qué significa la sensibilidad femenina. Desde hace meses llevamos escuchando comentarios acerca de las nuevas “identidades no binarias” como un ensanche de la construcción social del género del siglo XXI, cuando, ni de lejos, hablamos de transexualidad.

Una amiga mía, cuestiona la “transición de armario” como alguna de nosotras (TSM). Y es que, efectivamente, no se trata de una transición. Y qué razón tiene!! Para que ello sea, es necesario un cambio, un proceso de cambio, un tránsito de hombre a mujer -en nuestro caso- que en la mayoría de las ocasiones culmina en una cirugía de reafirmación de identidad. Alguien que “no es” si es hombre o es mujer, o ninguno de los dos, o los dos a la vez, que abre el armario por la mañana al despertarse y “ésa” según variabilidad del ser que cuenta además con privilegios cisexuales, indudablemente no es una persona trans y mucho menos, transexual femenina. Será otro tipo de identidad no binaria, efectivamente nada convencional, nada hetero-normativo, es cierto, pero trans, jamás.

Desde TSM lanzamos este manifiesto a favor de la transexualidad femenina, un alegato hegemónico a lo largo de más de veinte siglos, con su propia cultura, historia y literatura. La cultura transexual femenina cambiará el mundo; las mujeres transexuales estamos transformando el mundo, no solo a nosotras mismas. Cambiará… y va a ser imposible de detener. Y tan sólo hay que girar la cabeza, mirar hacia atrás y volver a los orígenes de las crónicas antropológicas.

La transexualidad femenina es un gigantesco grito de ”vete a la mierda» a una sociedad que sigue obstinandose, una y otra vez, que no deberíamos ni existir, incluidos queers y feministas radicales trans-excluyentes. La cultura trans femenina es una negativa a esconderse a puertas cerradas para aplacar el fanatismo. Ser mujer transexual es amor, sensualidad, sentimiento y entrega, entre nosotras mismas y hacia los demás. Es la aceptación de nosotras mismas. Es la autenticidad… ser fieles a nuestra visión definitiva de la verdadera identidad trans femenina en su justo equilibrio. NO TODO VALE.

Porque la transfeminidad no es solo una cosa; involucra transición en tiempo real, historias paridas a sí mismas, el “no rechazo” de lo que eres y representas, tu responsabilidad social, solidaridad y sorodidad, luchar contra el acoso, la exclusión, el suicidio y la depresión, mantener la corrección política, tratar con el sistema legal, y por supuesto, lidiar con el auto-odio que genera quienes no se encuentran en este plano, en la realización de una generalización errónea (efecto Halo). Desde hace tiempo es necesario un debate a nivel nacional, pero eso, no va a ocurrir jamás, mientras lidere “ésa” democrática locura y su fractura caprichosa de la autoestima.

Orgullo; asumir que somos el caldo de cultivo LGBT, enfatizando que gran parte de esta lista no es inherente de la transfemenidad. Hay un contexto cultural para todo y una cultura transexual femenina desarrollada en medio de una cultura dominante “cuestionablemente trans”.

Si la sabiduría dominante fuera diferente, la labor transfemenina no sería la misma.

En este país se necesitan leyes de obligado cumplimiento porque no hay otro modo de respetar por convicción propia. Las etiquetas son necesarias para distinguir características y condiciones humanas y sociales, para saber dónde nos encontramos y cómo somos capaces de buscar nuestra calidad de vida. Todo lo demás, es fingir, engañar, mentir, urdir, fantasear, falsear, tergiversar… IMPONER.

Si eres una persona cis que lee esto, muy probablemente te reirás pensando «¿qué tiene que ver esto con cambiar el mundo?» Y es una posición cuando menos comprensible. Después de todo, las mujeres transexuales parece que seamos ahora una minoría estadística con poco poder social o una causa más del cambio climático. ¿O no?

Entonces, ¿cómo vamos a cambiar el mundo? Antes que nada, decir que ya hemos cambiado el mundo porque hemos sido parte de la cultura universal durante milenios… y aquí seguimos. Seguramente, hemos olvidado cómo la hemos cambiado, en gran medida, gracias a la colonización eclesiástica y las construcciones sociales sin identidad propia de este siglo XXI.

Los comentarios están cerrados.