Ha sido a través de los libros y de las personas que son referencia como hemos ido capturando valor y confianza para sentir orgullo por lo que somos y para salir a las calles con la cabeza alta a celebrarlo. Arrancamos felices el Orgullo de la mano de Virginia Wolf y Nieves Gascón, (@nigasniluznina)
Me encantan las librerías. Todas, sin duda. Aunque reconozco que algunas son especiales. Desde que entras, encuentras libros a todas las alturas y por todos los rincones. Metros de estanterías repletas de perfectas clasificaciones, secciones de novela, ensayo, comic, infantil y juvenil. Ir descubriendo portadas, imágenes y referencias sobre los contenidos, autores, autoras, ilustradores e ilustradoras. Pero sobre todo, permite conocer más, aprender sobre nuevas publicaciones, historias, argumentos, formatos, colores y texturas. También disfrutar del característico olor del batir de las hojas de un libro nuevo recién abierto. Deambular de una publicación a otra, volver a la anterior, mirar, encontrar y tocar con mucho cuidado el paso de las hojas sujetando cada edición entre las manos.
En una de esas visitas a la Central de Callao, con estupendos techos en todas las plantas, y la reminiscencia de lo que pudo ser una capilla familiar, en un “santuario” de ediciones en pleno centro de Madrid, encontré nuestra recomendación para este mes: Kew Gardens y otros cuentos, de Virginia Woolf, con ilustraciones de Elena Ferrándiz, traducida por Magdalena Palmer y editada por Nórdica libros, en 2016.
Una edición tamaño de bolsillo en tapa blanda, en un cuidado diseño ocre de portada, con primera y dos últimas hojas de mayor grosor y en elegante rojo corinto. Un libro con tres relatos impregnados de momentos de íntima reflexión de la autora, que de forma visual nos traslada por distintos escenarios: a la vereda de un parque en una ciudad, en Kew Gardens, a un misterioso paseo nocturno en Una casa encantada, y finalmente a reflexiones encadenadas por La marca en la pared.
Como si se tratara de una cámara en movimiento, la autora parte en el primer relato, de las flores y vegetación de una vereda, a una familia que pasea y recuerdan. De estos recuerdos de juventud e infancia, nos traslada al lento desplazamiento de un caracol arrastrándose hasta atravesar por debajo de una hoja. Nos conduce a la conversación de dos hombres que caminan, uno joven y serio; el otro, más anciano y quizá perdido. La autora también nos muestra a dos mujeres que hablan. Tras examinar los diferentes personajes y localizaciones, dentro de un gran escenario, sitúa la vereda y sus jardines en el contexto de un parque, a su vez inmerso en una ciudad con ruido y tráfico.
En el segundo relato, una pareja de fantasmas recorren una vivienda en la que antes habitaron y con gran curiosidad, van comprobando si las personas que la habitan ahora, guardan manzanas en el desván y tienen un armonioso bienestar.
Y en un último relato, que comienza con una mancha en la pared y como si se tratara de hilos de ideas de una madeja interminable, se encadenan reflexiones sobre recuerdos, usos y costumbres sociales y familiares, llegándose a cuestionar el establishment de la sociedad inglesa y victoriana de la época, a comienzos del siglo XX.
Lo más significativo en esta autora es su capacidad de trasmitir imágenes y hacer reflexiones críticas tan ricas. Un laborioso e increíble trabajo de traducción, sin duda. Textos acompañados de imágenes difusas, etéreas y en conexión con los matices del texto. Increíbles formas confrontadas de diminutas manchas cromáticas, que a su vez consiguen trasladarnos al mundo descrito por la escritora.
Virginia Woolf, una creadora que formó parte de un colectivo de intelectuales, el Grupo de Bloomsbury, sin estudios universitarios, pero que sin embargo logró una carrera literaria con obras de gran calidad e icónicas para los movimientos feministas y de lucha por los derechos de los grupos LGBTIQ. Mujer independiente económicamente, que cofundó una editorial junto a Leonard Woolf, con el que se casó, a la vez que mantuvo una relación sentimental duradera con la escritora Vita Sackville-West.
Desde los trece años sufrió crisis de salud mental y finalmente se suicida introduciéndose en las aguas de un río, habiendo llenado de piedras los bolsillos del abrigo para asegurar su hundimiento. Pero no creo que nos dejara del todo. Siempre disfrutaremos de su talento, ese que igualmente hace más vulnerables a las personas dotadas de una inteligencia privilegiada.
No nos olvidaremos jamás de Virginia Woolf; menos, a través de sus relatos y valiosas palabras. Lean y disfrútenla.
¡Hasta muy pronto!
No veo en la bandera LGTB el color marrón.
¿Y eso?
28 junio 2018 | 18:44