Por Violeta Assiego (@vissibles)
Ser gay, lesbiana, bisexual o trans y pasarte toda la vida en el armario es posible y hasta normal. En casi 80 países la homosexualidad es un delito castigado con penas de cárcel o castigos físicos. En estados como Rusia, cualquier expresión de afectividad en la calle o difusión de asuntos relacionados con la homosexualidad, están sancionados con multas porque (dicen) pueden herir la sensibilidad de los menores de 18 años.
En lugares tan ‘gayfriendly’ como España –el cuarto de Europa en aceptar los matrimonios entre personas del mismo sexo, según Eurostat– las personas homosexuales que trabajan en colegios católicos esconden su orientación sexual y/o renuncian a formalizar su relación sentimental, no vaya a ser que les pasé como al protagonista de la brillante película ‘El Amor es Extraño’: les despidan de su trabajo.
De hecho esta misma semana, hemos visto las consecuencias que ha tenido para Krzysztof Charamsa, el sacerdote polaco, salir del armario con su novio bajo el brazo: ¡expulsado!
Si ustedes me dicen que ante estos, y muchos otros hechos de invisible discriminación, es mejor vivir armarizado, no les voy a dar la razón. Pero tampoco me voy a atrever a juzgar a nadie y obligarle a que dé un paso (completamente personal) que pueda llevarle a poner en riesgo su trabajo, sus ingresos… e incluso su integridad física. Un paso que conlleva siempre -eso que nadie lo niegue- la razonable posibilidad de sufrir un desgaste emocional, algo que es utilizado en no pocos casos por las propias familias para llevarte a psicólogos que tratan de curarte de una inexistente enfermedad por métodos nada inocuos que que provocan más sufrimiento y confusión del que dicen querer aliviar. De ahí, la importancia de que existan servicios públicos como el Programa LGBTI de la Comunidad de Madrid, recién premiado esta misma semana.
No todo el mundo goza de la ‘protección social’ que tiene, por ejemplo, Javier Maroto, para casarse con el hombre que ama y aparecer en todas las portadas, y poder disfrutar de sus días de permiso y regresar al trabajo al día siguiente tal cuál. Todavía hay muchos lugares, familias, entorno laborales y espacios de culto religioso donde reconocer abiertamente que se es homosexual, bisexual o trans implica un estigma, un rechazo y una incomprensión que causa dolor, mucho dolor.
Salir del armario no es fácil, y si se da el paso es importante hacerlo en tiempo y lugar, y sobretodo no esperar una fiesta de celebración. Pero sí hay que saber que la vida para una/o misma/a es mejor cuando has salido del armario. El problema deja de ser tuyo para empezar a ser de lo demás. Al menos esa es mi experiencia.
En España, cada vez son más los miembros de la clase política que ocupan escaños y son abriertamente homosexuales o trans: Miquel Iceta, Puri Causapie, Iñaki Oyárzabal, Beatriz Gimeno, Antonio Maillo, Jerónimo Saavedra, Carla Antonelli, Santi Vila, Ángeles Álvarez, etc. Además, de la función política que pueden ejercer a la hora de garantizar y proteger nuestros derechos, tiene mucha importancia por la referencia normalizadora que son de una realidad que existe, sea cuál sea la ideología política. Al igual que lo es, el uso que en publicidad se hace de esta realidad, como por ejemplo cuando IKEA incluye a una pareja de mujeres dentro de su último anuncio como otra unidad familiar más.
Sin embargo, si todavía se tienen dudas de si se vive mejor fuera o dentro del armario, les recomendaré dos páginas web que ofrecen una imagen positiva, realista, fresca y directa de lo que es ser LGBT. Sin condimentos comerciales ni sobreactuadas intenciones activistas. Si todavía no se atreven a salir del closet (que dicen) echen un ojo a: Hay una lesbiana en mi sopa y Sin Etiquetas.
Sean ustedes mismxs, y digan aquello de «déjame vivir».
Estoy de acuerdo en que existe la discriminación por orientación sexual, pero has puesto un ejemplo no muy acertado. Un sacerdote católico no puede tener pareja, ni mujer, ni hombre. Expulsión es lo que hay.
11 octubre 2015 | 19:08
Al cura poláco lo echaron por no respetar el voto de castidad y mantener una relación, no por homosexual, no seais tendenciosos y publiqueis lo que os dé la gana.
Sabeis perfectamente que no es el primer cura que sale del armario, y a los demás no los han expulsado.
11 octubre 2015 | 20:11
Totalmente de acuerdo con el comentario 1. Vamos, yo defiendo totalmente la libertad sexual, siempre que no dañe a nadie, pero meterte a un club en cuyas reglas de admisión no se te acepta, es problema tuyo y no hay más vueltas que darle.
12 octubre 2015 | 18:32