Tradiciones

Por David Breijo de Asociación ANDIT

 

¡Qué tiempos aquellos en los que se respetaban las tradiciones!
Ha mucho tiempo, tradicionalmente, los festejos consistían en unos señores medio desnudos, dándose espadazos hasta que solo quedaba uno con vida. También había otras modalidades para los que gustaban de la naturaleza: una persona frente a un león. ¡Qué lucha! ¡Qué espectáculo! Normalmente ganaba el animal.
Y a la gente le divertía. Pagaban sus denarios y sus sestercios con mucha alegría.
Pero no había muchos voluntarios. Debe ser que preferían que se los comiese la tierra.
Lo fueron modificando, adaptando a los nuevos tiempos. Ya no había tantos participantes y con ello, los pobres animales, morían de hambre. Y, cómo no, un grupejo de activistas se quejaban de ello, hasta que caló en la sociedad. Otro alegre festejo y tradición que se perdió.

Hoy en día, lo más parecido es con otro tipo de bestia: un toro en vez de león. Y en vez de estar solo uno medio desnudo con una espada, viste traje de luces, tiene varios ayudantes y hasta uno de ellos montando un caballo. Por lo general, ahora, gana el gladiador.

No es lo mismo, pero se ve que a la gente le gusta, aunque se hubiese adaptado a los nuevos tiempos. Debe ser que la sociedad no consideró malo la adaptación a la realidad y sensibilidad de la sociedad contemporánea. Ahora, para colmo, algunos dicen que la bestia sufre. ¡La bestia! ¿Cómo va a sufrir una bestia?

Tradición era, también, que las mujeres no actuasen en las obras de teatro.
Todos los papeles eran representados solo por los hombres y, si necesitaban una voz más aguda o un cante femenino, pues acudían a los castrati. Así se mantuvo desde los antiguos griegos hasta la época de Shakespeare, si no más.
Pero, no se sabe muy bien por qué, cuando tocaba ser el castrato, a todos se les iba su inspiración, su alma artística. Quizá necesitaban sus partes pudendas para enfrentarse a otros desafíos más tarde.
Se fue adaptando a la nueva sociedad, conforme a los nuevos tiempos y, aunque ya no es lo mismo porque el papel de mujer lo hace una mujer, pues ahí está: con aceptación del público y de la sociedad. Ahora lo tradicional es esto. A nadie le ha importado, hasta consideran que así es mejor. Incluso ahora la mujer interpreta papeles de hombres.

Destrozando auténticas tradiciones.

De igual modo se hizo tradicional la resolución de disputas al amanecer. Entre caballeros siempre, aunque la ofendida fuese una mujer. Era sencillo: uno violentaba a otro (hay que tener en cuenta la digna tradición de que la mujer era propiedad del esposo y, por ello, si se la violentaba, sería el esposo -o padre, hermano o cualquier varón que tuviese la posesión de aquella dama- quien defendería el honor), el otro le tiraba un guante y, si se lo recogía el primero, pues una cita con el alba. Unos pasitos de espaldas al contrario y, al terminar de contar, dar la vuelta y un pequeño pistoletazo.

Todo muy elegante, majestuoso. Bien vestidos, respeto, educación, nobleza. ¡Qué tiempos aquellos!
Pero se ve que la gente, tras la fiesta, pues como que no tenía ganas de acudir a que le diesen un perdigonzo.
Tenían otra versión, quizá más elegante: se podían batir en duelo con espadas. Pero a esas horas uno no estaba para esos menesteres.

La sociedad también se cargó esta admirable tradición.

Otra pérdida. Y, al igual que las anteriores, parece que a la sociedad le gusta más ahora, sin duelos al alba. Ahora se disputa en los juzgados. Dicen que es más civilizado.

Lo de los juicios también ha cambiado. Antes era más espectacular. Había más emoción por los participantes. Los antiguos jueces (inquisidores) eran los que hacían las preguntas. Si Dios no bajaba y les ayudaba, condena. Rápido y al grano.
Ahí sí que había pasión: gritos de súplica, llantos de verdad, desmayos… ¡qué espectáculo!

¿Y las condenas? ¡Qué ejecución! Cada uno tenía una, a cuál más espectacular: ahorcamiento, corte de cabeza, la hoguera…
Pero también se perdió esa tradición. La sociedad empezó a pensar y, fruto de ese pensamiento crítico, decidieron que eso no era justo ni humano.

¿Y la tradición? Nadie pensó en la tradición.

Se modificó completamente y ahora es más tristona, más aburrida.

Pero la gente lo aceptó y ya no quieren volver al anterior sistema. Evolución, dicen.

En Francia se puso de moda, y llegó a ser tradición, la guillotina entre la realeza. También era un espectáculo, pero se acabaron pronto los artistas. Esa tradición se perdió por la mala cabeza de algunos, que no supieron controlar sus ansias. ¡Si hubiesen hecho cría de nobleza, quizá todavía se mantendría viva la tradición!

¿Y qué decir de las ferias?

Las ferias de hoy son la pantomima de lo que fueron. Antes eran de verdad, auténticas. El hombre de la casa llevaba a su ganado y allí comerciaba con otros hombres.

No como ahora, que se han acomodado a estos tiempos, y en vez de vacas, cerdos, corderos, caballos y muchas moscas, hay casetas donde la gente ríe, comparte, bebe y baila; atracciones, tómbolas… ¡y mujeres participando! Ahí, sin control, como un hombre más. Y nada de ganado. Solo diversión.

Y, ahora, hay quien quiere terminar con las tradiciones que quedan, posiblemente las últimas. ¡Habrase visto!
¿Pues no que quieren que las mujeres participen en los actos de las fiestas del pueblo? Pero si ya participan cosiéndole los trajes a sus hombres, limpiándolos tras la fiesta, preparando las comidas y los adornos. ¿También quieren participar en la música, los bailes, las actividades? ¿En qué lugar deja eso al hombre?

Acabarían con las tradiciones que nos quedan. No les basta con que ya no tengamos gladiadores, que no haya funciones de teatro solo con hombres, los duelos al amanecer, la inquisición… ¿También esto?

Que si la constitución, que si tal ley… Inventos de infieles para que las mujeres puedan disfrutar como si fuesen hombres. ¿Acaso saben bailar, cantar, tienen imaginación? Tampoco el hombre se mete en lo que las hace hermosas. El varón no puede ni debe planchar, cocinar o limpiar, y eso se respeta. La mujer, en las fiestas, debe disfrutar de la visión de los hombres realizando las actividades. Si es casada, enorgullecerse de su marido participando. Si es soltera, encontrar varón entre ellos.

¡Convencieron a cofradías para que pudiesen participar en procesiones de Semana Santa con la falsa creencia de que la mujer podía tener el mismo sentimiento que el hombre!

Basarse en la igualdad, en la constitución y la ley; en la sociedad actual; en que las tradiciones y fiestas son para todos y todas, para disfrutar y ser feliz al menos esos días; en que las mujeres pueden hacerlo igual que los hombres, o mejor en muchos casos; que las mujeres pueden sentir la emoción del hombre cuando participan; ¡que la tradición se mantiene igual si participan hombres y mujeres, así como si la mujer viste de hombre y viceversa! ¡Cuánta tontería y falacia con tal de destruir las auténticas tradiciones!

Si lo consiguen, si acaban participando en estas tradiciones, ¿qué nos quedará? ¿Qué será lo siguiente: que gays, lesbianas, trans puedan también disfrutar como los demás?

Si eso se consigue, las fiestas no tendrán sentido, no se disfrutarán por todos, no serán alegres ni divertidas. Se perderá la tradición.

¿O no?

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