Hola

Por Sara Levesque

 

Hola, Lector, ¿qué tal estás?
¿Sabes una cosa? He conocido a una persona increíble. Ya lo daba por perdido.
Sin darme cuenta, me buscó. PORQUE ME BUSCÓ ELLA. Yo no hice nada salvo dejarme encontrar.
Es un maldito desastre, es cierto. Su caos en un desorden constante donde me encanta perder el control, los papeles y la cordura.
A veces, es un poco fría, pero también es dulce sin ser empalagosa.
Sabe lo que es el espacio vital. Para mí, era vital que lo supiera.
Es inteligente sin sentirse superior, y soy feliz por sus cervicales.
Es independiente sin hacer bombas de humo. Esto es raro de encontrar…
Tiene la personalidad suficiente como para haberse atrevido a cortar los hilos del títere y querer seguir siendo buena persona, orgullos aparte.
Es luchadora, aunque se haya dejado las rodillas desolladas cada vez que cayó a los fosos a los que ha intentado hacer frente. Luchadora o cabezota, vete a saber.
Tiene carácter, pero sin rozar los brotes psicóticos, lo cual es complejo de encontrar y algo precioso.
Es tranquila sin llegar a la desidia.
Descalza es muchísimo más alta y ya no tiene nada pendiente con sus orejas de soplillo.
Tiene sus mierdas y sabe cómo cuidar a los que le importan para que las moscas no les hagan daño.
Es buena sin ser estúpida; en realidad, un poco idiota sí es, aunque puede ser parte del encanto torpón que conserva por algún lado. ¿He dicho ya que es un desastre?
Es esa chica tímida que parece una oveja rodeada de lobos y dice con una mirada lo que no se atreve con palabras.
Recula sin que se note cuando conoce a alguien porque es de natural reservado y se hace la tonta para jugar al despiste.
Es de blues suave en cualquier idioma o sin letra. Le encantan los temas poco comunes, como las expediciones polares o los deportes extremos.
Se sale de los esquemas porque quiere estar en todos y en ninguno a la vez. Le fascinan los colores y su favorito es el gris. ¡Como el mío! ¿A que resulta entrañable?
Dice que se enamora de mujeres imposibles y hace todo lo posible para que dejen de serlo.
Me confesó que era de sonreír y callarse los «te quiero» por miedo a las consecuencias.
Era.
Tiene la costumbre de mirarse en el reflejo de cualquier cristal para colocar su pelo desordenado.
Es de bajar las medias enteras y, a veces, es tan bruta que se caga hasta en la puta.
No te figuras lo cabezota, parsimoniosa y taciturna que puede llegar a ser. Una persona solitaria, pero no antisocial, que ama su desorden, meterse en cualquier «fregao» y que la gente respete sus rarezas igual que hace ella.
Es más de invierno que de verano, de sabores de otoño que de recoger flores entre las manos. De decirme que estoy más guapa despeinada recién levantada que con maquillaje enmascarada.
Le encanta sorprenderme en mitad de abril que cuando lo hace todo el mundo en San Valentín.
Es de café solo con mucho azúcar, asqueando a los supuestos auténticos cafeteros. ¡Y de no mojar en él la magdalena! A mí siempre me ha dado mucho asco comerme los bollos blandurrios…
¡Y no le gusta bailar! ¡Eso sí que es un puntazo!
Es muchas cosas y lo que queda por descubrir, siempre con calma.
Y resulta que la quiero. ¡La quiero, Lector!

Se hace llamar Sara Levesque.

Yo me quiero.
¿Y tú a ti?

 

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