La policía del cuerpo

Por Ander Prol González(@AnderProlGlez) marika, periodista y sexólogo

 

¿Playa o montaña? ¿Resort, camping o apartamento? ¿Relax o fiesta? Es verano y los que tenemos suerte pronto comenzaremos nuestras vacaciones (si no estamos ya disfrutando de ellas); las buenas temperaturas y el ambiente de la época estival traen consigo ganas de desnudo, de estar fresquito, de sentirnos sexis… pero, a su vez, esto supone que los cánones de belleza se intensifiquen y los vigilantes de cuerpos de las playas estén alerta. Para algunas personas se trata de una de las peores épocas del año y, aunque se hayan desarrollado estrategias de supervivencia como en otros ámbitos, muchas veces esto supone abandonar planes en pro de no sentirnos mal.

Soy consciente de que estas personas de las que hablo, en su mayoría, son personas trans; pero, personalmente (y porque siempre me gusta hablar desde mi identidad), esto me recuerda a la reiterada historia de la cuadrilla de chicos cis-gay que van a salir de fiesta y uno de ellos, en vez de estar charlando, se pasa la velada haciendo abdominales. Para mayor sorpresa, antes de salir de la casa para ir a la discoteca, éste afirma: “bueno, id vosotros, que yo al final estoy cansado y no me apetece”.

No creo que este sea un problema propio del colectivo, creo que los mandatos sobre cómo debe ser un cuerpo nos afectan a todes. Pero es que, además, el sistema binario establece específicamente cómo debería de ser un hombre y una mujer. Y esto, unido a rasgos muy marcados por la masculinidad hegemónica, como la competitividad y la perfección, hace que estas presiones se incrementan entre algunos hombres cisgais.

Los medios de comunicación, la publicidad, las redes sociales o el sector de la moda son un bombardeo de cómo debes ser, pero no sólo conductualmente, sino sobre la imagen que proyectamos. Se nos enseña qué cuerpos son válidos, qué ropa debemos llevar e incluso qué imagen debemos adoptar según el momento. Aun así, lo peor suele ser el cánon anatómico que se reproduce: cuerpos, igualmente válidos, pero presentados como único modelo, como si tener un cuerpo significase poder deshacerse del mismo pudiendo elegir otro. Se trata de figuras imposibles de alcanzar para la mayoría de las personas porque, a pesar de ser naturales, como los demás tipos de corporalidades, lo antinatural es presentarlos como únicos.

La medicina y la industria nutricional son otro de los factores que reproducen este tipo de problemáticas. Desde el feminismo, el activismo en contra de la gordofóbia y los colectivos en pro de los derechos de las personas discapacitadas llevan años denunciando falsos mitos relacionados con la salud y una imagen corporal concreta. En resumen, se denuncia asociar ciertas corporalidades (que casualmente son las hegemónicamente entendidas como guapas) a una buena salud, centrando el concepto de salud sólo en lo físico y olvidando lo mental.

Este engranaje se extrapola a la sociedad y hace que entre nosotres mismes caigamos en la trampa de juzgarnos, de actuar como policías de los cuerpos. Y lo que es peor, esto afecta a nuestro deseo que se condiciona por la percepción de unos cuerpos como más válidos que otros. “Qué bien se te ve, como has adelgazado”; “hoy a tal garito que hay chulazos sin camiseta”; “pero, eres un chico o una chica”… son frases que reproducimos cada día y que  alimentan estos mandatos. Y, como he mencionado antes, son mandatos que se acentúan en verano o en momentos en los que las corporalidades (ya sea por calor o por el ambiente) quedan más al descubierto. 

Solo acabar diciendo que nos ayudemos entre nosotres, que tengamos cuidado e intentemos entender cuando alguien pueda sentirse mal por su imagen para así, no actuar como la policía de los cuerpos. Así, os dejo dos cuentas de Instagram con las que, a la vez de reírme, aprendo mucho:

https://www.instagram.com/oyirum/

https://www.instagram.com/croquetamente__/

Playa de Lekeitio (Traducción del euskera a castellano: Antes y Ahora)

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