Más que Hermanas

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

Desde hace ya algún tiempo casi todo el mundo disfruta viendo y siguiendo series de televisión o internet, consumidas al gusto y momento disponible. Pensaba que esto no me afectaría ni lo más mínimo, simplemente porque apenas veo televisión. No captó mi interés Juego de Tronos y creedme que lo intenté. Sin embargo al final y recientemente caí seducida por Outlander, serie por la que tengo un auténtico enganche. Lo que me da cierto pudor es que se trata de una producción de género romántico, con sus dosis de violencia, sangre y erotismo, que te va enredando en una trama adictiva e interminable. De las series a las novelas más vendidas, vivimos un auge del relato romántico. Se puede comprobar revisando los listados de relatos “más vendidos” o comercialmente recomendados.

Mi madre era escritora de novela romántica en las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Esto mismo lo he podido comentar con todas y cada una de las personas de mi entorno. Durante la adolescencia me apetecía leerla porque reconocía cada sentimiento, anhelo e incluso algún que otro tropiezo afectivo en todos y cada uno de sus párrafos. Escribía muy bien sin duda, pero la cercanía no me permitía entrar a fondo en sus historias. Para aquella época la novela romántica al más genuino estilo tradicional y heteropatriarcal era considerada un subgénero escrito por mujeres. El “amor romántico” en todas sus formas, ha hecho mucho daño y supuesto un freno perpetuando la sumisión de las mujeres y favoreciendo los mecanismos socioculturales de control de la sexualidad femenina. Pero fue el refugio de mujeres escritoras que no encontraron otro espacio creativo y que en otros países han sabido dignificar, como puede ser Jane Austen en Reino Unido, considerada una autora clásica.  Por cierto, mi madre era de nombre artístico Delia Campos y recientemente mi cuñado Nacho encontró una de sus novelas en un rincón de Sevilla que como un talismán compró y me regaló con gran orgullo y satisfacción para ambos.

Hace más de veinticinco años leí una de las más hermosas de las historias románticas: El amor en los tiempos del cólera (1986), de Gabriel García Márquez y esto me ayudó a comprender que hasta un Premio Nobel puede escribir novela romántica.

La novedad es que el actual género romántico se salta cánones y nos permite disfrutar de sus historias de relaciones sentimentale de una forma más enriquecedora y diversa por la variedad de identidades afectivas y sexuales de sus personajes. Cabe apuntar, que la novela de corte romántico sigue llegándonos a lo más profundo de nuestro ser, atrapándonos a casi todas, todos y todes.

Para disfrutar de una enorme historia de amor entre dos mujeres, en esta ocasión recomendamos la novela Hermanas, de Óscar L. Eslava Álvarez, Esdrújula Ediciones (Colección Sístole, 2018). El relato comienza con una escena trágica, en un momento de inflexión en la historia, para volver a ese mismo instante al final del mismo, lo que la hace mucho más inquietante. Se trata de una novela sobre  la relación sentimental de Marisa, una mujer casada de casi cuarenta años, y Carla, una joven adolescente de familia en situación social y económica privilegiada. Casualmente se encuentran en un bar y tras este momento a lo largo del relato, el autor nos lleva con un lenguaje directo y claro  por un ágil recorrido de diferentes situaciones tanto de la historia de ambas como pareja, como de cada una de ellas.

Todo sucede en el Madrid de la década de los noventa, también del siglo pasado, en un contexto de invisibilidad e intolerancia en relación a las parejas del mismo sexo y menos aún de dos mujeres de las que se intuye y espera un comportamiento social predeterminado y tradicional.

Marisa es víctima de todo tipo de violencia de género y tras conocer a Carla va descubriendo, no exenta de dudas, la libertad de ser quien realmente necesita y desea ser: una mujer libre en una relación entre iguales, basada en la confianza, el respeto y apoyo mutuo. Carla tampoco encaja en su entorno social donde es considerada como la “oveja negra” llegando a retroalimentar este estereotipo con su actitud excéntrica, de riesgo y rebelde.

Ambas encuentran un proyecto de vida en común, siendo supervivientes de la violencia, las adicciones, la condena y el rechazo en ambos entornos familiares y sociales, encontrando un refugio en el apoyo de un grupo de mujeres que constituyen una comunidad de sororidad y encuentro, lideradas por Luna, precioso personaje que con su aparición da paso a la oportunidad de cambio a una realidad más esperanzadora para las protagonistas y su relación.

No se debe avanzar más sobre esta novela de rápida lectura y de la que merece la pena hacer un adecuado y ajustado análisis de los distintos personajes, su variedad de perfiles, así como de la evolución de la sociedad de entonces hasta la fecha. No se pierdan sus reflexiones, crítica, sus escenas de sensualidad y porque no, sexo explícito.

Como dirían Presuntos Implicados ¡Cómo hemos cambiado! Por supuesto para bien. Pero no nos descuidemos, podemos retroceder. Corren malos tiempos para la lírica, emulando a Golpes Bajos.

Continuemos leyendo, compartiendo y disfrutando.

¡Hasta pronto!

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