Feliz e insolidario Día de las Familias

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Manuel y Marcos con tres de sus cuatro hijos ARCHIVO

En el año 1993 la Asamblea General de Naciones Unidad proclama el 15 de mayo como Día Internacional de las Familias, así, en plural, admitiendo solo con su enunciado la heterogeneidad del hecho familiar, y aseverando que “a pesar de que el concepto de familia se ha transformado y su estructura ha evolucionado en las ultimas décadas como resultado de las tendencias mundiales y de los cambios demográficos, las Naciones Unidas consideran que la familia constituye la unidad básica de la sociedad”.

Quienes, desde el activismo, apostamos fuertemente por esta conmemoración vamos un poco mas allá: consideramos que toda niña, niño o niñe tiene derecho a reivindicar y sentirse orgulloso de su familia, sea como que sea, y que todos ellos necesitan reafirmar socialmente a aquellas personas adultas o menores que conforman su hogar, ya sean madres, padres, abuelas, tíos, primas, hermanas, compañeros o cuidadoras de centros asistenciales.

Todo es posible en el ámbito familiar, porque el término familia no es un bien privativo de una determinada ideología, la familia es el núcleo donde se inicia el desarrollo personal y social y como tal debe ser potenciado desde criterios de diversidad.

Aún es una asignatura pendiente de la sociedad actual asumir que la diversidad es un elemento enriquecedor y que nos modula para convertirnos en una ciudadanía mas integradora y respetuosa. Ese concepto de aceptación de lo diferente, innato en los primeros años de la infancia, lo pervertimos con el paso de los años y tendemos a ver a lo no “común” como un elemento de peligro: es peligrosa la mujer porque quiere tener los mismos derechos que el hombre, es peligrosa la persona negra porque quiere tener los mismos derechos que la blanca, es peligrosa la persona pobre porque quiere tener los mismos derechos que la rica, es peligrosa una persona con discapacidad que quiera llegar donde llega donde el resto de la ciudadanía… y es peligrosa una familia homoparental cuando reivindica tener los mismos derechos que tiene una familia heteroparental.

Y es aunando diversidad y familia cuando se puede ofrecer una respuesta a esa parte de la sociedad española insolidaria que confunde los términos mayoría, normal y habitual. La hegemonía de las “familias normales” está llegando a su fin, porque las otras familias no queremos ser normales, no somos normales,  creemos en la diferencia como cualidad innata del ser humano. No es difícil entenderlo, solo hay que querer hacerlo.

Tiene que ser en los entornos educativos donde esa semilla integradora y democrática de la diversidad debe estar más presente. Hay que seguir rompiendo barreras con aquellas familias que creen amenazada su supuesta mayoría demográfica (que no es tal), hay que disolver los miedos y los prejuicios de una parte del profesorado que cree que son asuntos que no puede entender el alumnado de menor edad (minusvaloran su capacidad de comprensión) y hay que denunciar a aquellas administraciones que hacen gala de una supuesta atención a todas las opiniones para hacer gala de su bien alimentada LGBTIfobia.

Es un episodio que se repite año tras año comprobar que nuestras hijas, hijos e hijes tienen más o menos derechos educativos reconocidos dependiendo del lugar en que residan sus familias. El hecho autonómico ha dibujado una España desigual que desespera, que agota, que desdibuja los principios de un estado de democrático, que pervierte la palabra igualdad ahogada en un lodo de ideologías que castran a la ciudadanía.

Recientemente hemos asistido al espectáculo de las vanidades autonómicas a costa de unos de los grupos sociales que siguen sufriendo estigma legal y social en este país: el colectivo LGBTI.

A finales del pasado mes de abril contemplamos con regocijo a la publicación de una instrucción de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía en la que se insta a todos los centros educativos a celebrar el Día Internacional de las Familias bajo los criterios de diversidad familiar, diversidad-afectivo sexual e igualdad de género. Todos y cada uno de los centros públicos dependientes de la administración autonómica deben desarrollar acciones que promuevan “la sensibilización, visibilización, el conocimiento y el respeto de las distintas estructuras familiares posibles: la familia nuclear, las de progenitores separados o divorciados, reconstituidas, monoparentales, adoptivas o acogedoras, multiétnicas u homoparentales, entre otras”, recogiendo de este modo una reivindicación de las entidades de andaluzas que trabajan con familias homoparentales.

Pocos días después se produjo un hecho que alarmó al colectivo de entidades LGTBI de Murcia: La Consejería de Educación suspendía las charlas sobre diversidad, sexual, familiar y de género que desarrollaba a entidad No te prives. La decisión se produce tras una reunión con el inefable Foro de la Familia y aduciendo que deberían contar con la aquiescencia de los padres y madres del alumnado para podre celebrarse.

La Junta de Andalucía ayuda a garantizar la diversidad familiar, la Región de Murcia la mutila.

La primera noticia, la positiva, pasó inadvertida, la segunda, la negativa, provocó un cierto revuelo mediático y asociativo. Mas allá de la comprobada tendencia en medios de comunicación y redes sociales de ensalzar lo malo como noticiable y silenciar lo bueno como carente de interés, es evidente la consecuencia de esta dos decisiones del poder autonómico: el alumnado de Andalucía tiene más derechos que el de Murcia. Residir en la cuenca del Guadalquivir o en la del Segura te da o te quita posibilidades para poder alcanzar un desarrollo psíquico y social óptimo, y solo motivado por las decisiones de los gobernantes de turno.

Ante este dislate de un desarrollo equivocado de las competencias autonómicas, sólo hay una salida posible, que la Ley de Igualdad LGTBI (actualmente en trámite parlamentario) asiente unos derechos básicos para las personas LGTBI y sus familias.

Mientras ésto ocurre sólo queda desear un feliz e insolidario Día Internacional de las Familias. Las niñas, los niños y les niñes de Murcia se encuentran más desamparados a la LGBTIfobia que pueda inocularse en las aulas, los de Andalucía cuentan con una herramienta más para atajarla.

Piensen en ello sus señorías cuando pulsen los botones de voto en el Congreso de los Diputados, piensen en la desigualdad territorial a que se ven enfrentadas estas criaturas en etapa escolar y no en estrategias de partido o ideologías caducas.

¡Feliz Día de las Familias! (allí donde pueda celebrarse)

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