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La comunicación no verbal de Shakira y la emoción más peligrosa

Las canciones de Shakira pueden ser un buen ejemplo de cómo va evolucionando su dolor tras su separación del futbolista Gerard Piqué. Recordemos que no es la única cantante que utiliza la composición musical para expresar sus experiencias personales, otras artistas como Adele o Amy Winehouse también confesaron transmitir parte de sus historias vitales a través de la canción.

Ayer mismo en este blog hablábamos sobre la reconciliación de Tamara Falcó con Íñigo Onieva y comentamos cómo una ruptura sentimental también nos hace transitar por diferentes emociones propias de un proceso de duelo.

En la primera canción «Te Felicito» se representa la frialdad con la que valora a Piqué, le robotiza, le describe como un actor. Shakira toma conciencia del engaño y asume que pensaba estar con un hombre que no era.

En la segunda canción «Monotonía» prima la emoción de tristeza y desolación profunda, ya analizamos esas imágenes demoledoras de su videoclip, en el que aparece con lágrimas en los ojos y un agujero en el pecho, pero expresaba su pesar de forma madura, asumiendo cierta responsabilidad afectiva en el proceso de separación.

Pero ahora llega la ira y con la letra de su última canción no deja de lanzar dardos envenenados a Piqué (y lo que es peor) a su nueva pareja Clara Chía.

Su imagen en esta última aparición nada tiene que ver con la anterior, no hay lágrimas ni agujero en el pecho, las emociones predominantes en su rostro son el asco y la ira, sonrisas irónicas y de desdén, sus gestos son dominantes, desafiantes, mostrando su pecho en señal de poder.

Shakira se encuentra actualmente en una fase más impulsiva, explosiva, incluso verbalmente agresiva en la que el dolor se transforma en despecho, reproches, críticas y la motivación que nos invade es muy destructiva.

Una persona despechada pasa por una intensa amargura y en esta etapa podemos no pensar con claridad, la emoción es tan fuerte que nos ciega, gana y se impone a la razón y en muchas ocasiones tomamos decisiones precipitadas que pueden perjudicar a la persona en este estado.

El rencor puede desembocar en obsesionarse con la búsqueda de venganza, de justicia emocional y esta actitud no es beneficiosa para nadie (hasta puede resultar auto-destructivo) y es probable que nos lleve a un arrepentimiento futuro.

De hecho, según los estudios, y a pesar de que la ciencia no le ha prestado la suficiente atención, algunos de los comportamientos más oscuros del ser humano han sido motivados por la emoción de despecho.

El duelo y las etapas por las que está transitando Shakira para superar y aceptar su separación es completamente normal y necesario, pero hemos de ser prudentes en cómo gestionamos ese incómodo viaje emocional, contra quién volcamos nuestro dolor y no tomar decisiones impulsivas que puedan perjudicarnos gravemente.

Hay que saber abandonar el barco sin hundirlo.

*Referencia:

La mente es Maravillosa: El despecho, un sentimiento amargo y peligroso (2021). Psicóloga Valeria Sabater

 

 

#ComunicacionNoVerbal Reaparece un Putin asombrosamente debilitado

Últimamente la comunicación no verbal del líder ruso, Vladimir Putin, ha sido extraña. Desde que comenzara su guerra con Ucrania no han cesado los rumores sobre un posible problema de salud y en su última aparición pública parece que aumenta esta hipótesis por sus inusuales gestos.

Vladimir Putin siempre ha estado muy interesado en lo que se proyecta sobre su apariencia, controlando al más mínimo detalle que todo en él sea energía, fuerza, vitalidad y masculinidad.

Pero hay elementos de nuestro cuerpo que no se pueden controlar a voluntad y algunos medios de gran relevancia internacional, como The Telegraph o The Sun, ya han publicado, contando con la opinión de médicos expertos, las señales físicas de que Putin podría padecer una grave enfermedad.

Destacando por ejemplo sus cojeras ocasionales, su rostro notablemente hinchado como posible consecuencia de una fuerte medicación o el uso de las exageradas distancias con otros líderes políticos por el miedo a contagiarse dada la deficiencia de su sistema inmune.

Pero además, en el último vídeo saltaron todas las alarmas porque, a pesar de estar sentado en una mesa de reunión con su ministro de Defensa, de inmediato todos pudimos detectar que sus piernas estaban en constante movimiento y parecía experimentar algún tipo de incomodidad o dolor mientras se agarraba literalmente a la mesa durante al menos un cuarto de hora.

Desde el punto de vista de la comunicación no verbal, esta postura corporal es del todo poco habitual, si fuera un gesto que se realiza durante pocos segundos o escasos minutos podría suponer cierta incomodidad, estrés, ansiedad, contención, desagrado… Todo dependería del contexto y del contenido de la conversación.

Pero lo curioso es lo que ese gesto perdura estático en el tiempo, es muchísimo para que signifique algo de lo anteriormente expuesto, realmente da la sensación de que se está sujetando…

Tampoco parece que sea nerviosismo o simplemente una postura rígida inconsciente, recordemos que Putin está altamente entrenado en el manejo del lenguaje corporal por su pasado en la KGB, donde este aspecto del comportamiento era prioritario en la fase de adiestramiento militar.

Desde luego, estas imágenes solo refuerzan los rumores sobre su comentado estado de salud y más que demostrar su fortaleza y autoridad parece que ha conseguido el efecto contrario dejando en evidencia sus propias debilidades.

Seguiremos observando…

8 veces al día: el mejor gesto para ser feliz

Cuidar nuestra salud mental es urgente, a veces debemos tomar grandes decisiones para conseguir nuestra felicidad, pero también disponemos de recetas bien sencillas para inundar nuestro organismo de oxitocina de la buena cada día.

Fotografía CCO

La oxitocina es una hormona muy potente que actúa en el centro emocional del cerebro, fomenta sentimientos de alegría y reduce el estrés y la ansiedad. Por si fuera poco, cuando tenemos altos niveles de oxitocina en sangre socializamos más y vemos a los demás y al entorno con otros ojos, con una mirada más afectiva.

¿Qué podemos hacer para conseguir un buen chute de esta maravilla? Según los estudios del neuroeconomista Paul J. Zak, son necesarios 8 abrazos al día. Pero abrazos de los de verdad, durante al menos 20 segundos, bien de contacto y sentimiento.

“Hemos demostrado que dando ocho abrazos al día se es más feliz y que el mundo será un lugar mejor porque se estará provocando que otros cerebros también segreguen oxitocina”, asegura el autor.

Especialmente si has tenido un mal día, te sientes decaído, pasas por un momento difícil, o simplemente lo necesitas, abraza, abraza todo lo que puedas. Aquí os dejo más beneficios de este simple gesto:

  • Fortalece el sistema inmune: las hormonas que produce el abrazo contrarresta el riesgo de sufrir infecciones o enfermedades. Además, estimula la producción de anticuerpos que combaten virus y bacterias.
  • Según los científicos de la Universidad de Duke, el cerebro de un bebé que no recibe abrazos es aproximadamente un 20% más pequeño. La falta de contacto y muestras de afecto con un recién nacido puede ser causa de muerte neuronal o afecciones importantes.
  • Los abrazos también son analgésicos. Según algunos estudio de Stanford, el contacto disminuye el dolor hasta en un 50%.
  • Equilibra el ritmo cardíaco y reduce la presión arterial.

Comprobamos fácilmente que el contacto físico a través de un sentido abrazo no es solo un gesto agradable, sino que también necesario para nuestro bienestar psicológico, emocional y corporal.

¿Fácil, no? ¡Pues, a ponerlo en práctica desde ya! 🙂

 

¿Eres capaz de saber si tu pareja está sufriendo observando su lenguaje corporal?

Dicen que el dolor es inevitable y que el sufrimiento es opcional.

Sin embargo, estudios recientes afirman que el recuerdo del dolor físico puede debilitarse con el paso del tiempo, mientras que el dolor emocional puede revivirse a través de un simple recuerdo.

Licencia CCO

No manejar adecuadamente las experiencias de sufrimiento pueden provocar más dolor de lo que pensamos. El sufrimiento prolongado, aunque sea opcional, destruye la calidad de vida y puede quitar las ganas de existir.

Puede ser sencillo para la mayoría de nosotros detectar, a través de las expresiones faciales de los demás, la alegría, el enfado o incluso la tristeza, pero ¿y el dolor? ¿Existe un rostro universal que representa el sufrimiento físico/emocional? Parece ser que esto es más complicado.

Hay estudios que ya advierten que podrían existir ciertos patrones comunes en la acción muscular de nuestra cara la hora de expresar dolor, un avance importante para la detección del sufrimiento en animales, bebés o en personas que no tienen la capacidad de comunicarse con normalidad.

Por mucho que conozcamos al otro, como podría ser nuestra pareja, con la que convivimos, nos es complejo evaluar esta sensación de dolor por varios motivos:

Los psicológos Ronald Riggio y Alan Crawley destacan al respecto que, en primer lugar, el dolor es una emoción muy negativa que normalmente tratamos de ocultar o enmascarar de algún modo.

Es por eso que, en la investigación, se ha demostrado que la sonrisa a veces se produce cuando una persona tiene dolor, en un intento por encubrir el verdadero sentimiento.

El dolor contempla una amplia intensidad. Ante un impacto o dolor agudo repentino se produce una expresión emocional igualmente intensa, específica e inequívoca, pero ante un dolor más cronificado o un sufrimiento emocional prolongado en el tiempo, los indicadores faciales se vuelven más sutiles.

«Por ejemplo, fruncir el ceño, estrechar los ojos, levantar el labio superior y una boca abierta y estirada son señales no verbales que comúnmente, pero no siempre, están asociadas con la cara del dolor. Estas señales pueden ser demasiado sutiles para detectarlas con coherencia».

Las expresiones de dolor y sufrimiento son muy variadas, y pueden ir desde el llanto contenido al llanto desbordado, desde la introversión a la necesidad de estar rodeado de gente y expresar el dolor, desde el abandono personal al cuidado extremo. Todo ello depende de nuestros aprendizajes, creencias, estilo de personalidad, etc.

 Investigaciones recientes sugieren que podemos pasar por alto las señales asociadas con el dolor y confundirlas con otra emoción negativa, como la ira o el asco. Quizás por eso, cuando interactuamos con alguien que sufre, podemos pensar que la persona está irritada o molesta incluso por nosotros.

Por último los estudios también nos muestran que, en general, tenemos una pobre habilidad de análisis no verbal. Los datos analizados muestran claramente diferencias individuales significativas en la capacidad de las personas para «leer» el lenguaje corporal de los demás.

«En muchos casos, podemos ignorar las señales obvias de que alguien está sufriendo o podemos «ver» otra emoción («ella está sonriendo, ¡así que debe estar feliz!»). Si no es muy bueno decodificando señales no verbales, hay dos cosas que puede hacer: puede trabajar para desarrollar mejores habilidades de decodificación [¡no es fácil y requiere mucho trabajo!], O puede recordar hacer preguntas cuando detecte que algo anda mal».

Un truco para detectar el dolor físico en los demás: algo que sí solemos hacer todos los seres humanos es tocarnos la zona dolorida con la mano, pues investigaciones recientes afirman que de este modo logramos reducir el dolor, no siendo igual de efectivo si es otra persona la que nos toca la zona afectada. Esto se debe a que el cerebro entiende el cuerpo como un todo, y trata de reestablecer el equilibrio del organismo de este modo.

Y curiosamente lo conseguimos: El contacto físico reduce el dolor #EstudioCientifico

¿Dolores de cabeza? Necesitas naturaleza para descansar la mirada

La ira en el dolor

¿Sabías que las lágrimas son analgésicas?

Descubre la fórmula para que te duela menos la vacuna #EstudioCientífico

¿Sabías que las lágrimas son analgésicas?

Hace unos años escribí un post acerca de las ‘curiosidades de las lágrimas‘, hoy ampliamos con una nueva y sorprendente funcionalidad del llanto emocional.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

Fotografía de uso libre: Pixabay License

Por supuesto, la emoción de tristeza y el consecuente sollozo tienen una función social adaptativa muy importante, es la manera que tiene nuestro cerebro de pedir ayuda, de conectar con los demás y reforzar vínculos de apego, de comunicar que no nos sentimos bien y necesitamos un apoyo extra.

Pero además, seguimos corroborando que nuestro cuerpo es sabio al conocer la función analgésica y paliativa del dolor asociada a la producción de lágrimas.

Así lo demostró William H. Frey, bioquímico en el Centro Médico St. Paul-Ramsey de Minnesota: el llanto sirve para eliminar del organismo sustancias tóxicas y liberar tensión emocional. Es un antídoto contra el estrés y la ansiedad, e incluso previene la depresión.

Es cuestión de química:

Las lágrimas emocionales que derramamos ante una situación dramática propia o ajena arrastran consigo una buena dosis de cloruro de potasio y manganeso (se relacionan con la fatiga, la irritabilidad y la depresión), endorfinas, prolactina, adenocorticotropina (ligadas al estrés y la ansiedad) y leucina-encefalina (un potente analgésico natural).

Por eso llorar sienta bien, habitualmente nos relaja, soltamos tensión, nos cura el alma.

 

*Fuentes de consulta:

  • William H. Frey, Muriel Langseth. Crying: The Mystery of Tears. Minneapolis: Winston Press
  • Psicología y mente: Para qué nos sirve llorar.

Descubre la fórmula para que te duela menos la vacuna #EstudioCientífico

Reactivamos el blog tras el verano pisando fuerte. Espero que casi todos los que estéis leyendo esta entrada ya estéis vacunados contra el virus de la covid 19, pero mucho me temo que esta no será la única vez que la necesitemos. Además, este sencillísimo truco también nos valdrá para cualquier vacuna o analítica a la que nos tengamos que enfrentar.

Fotografía de Pixnio con licencia CCO

Fotografía de Pixnio con licencia CCO

Pocos tendrán auténtico pavor a las agujas pero a nadie le encanta que le pinchen, esto es así, la experiencia emocional siempre es desagradable y si podemos reducirla y minimizar el dolor pues mejor que mejor.

Y es que al parecer, un gesto tan simple como sonreír puede reducir el dolor de una inyección en un 40%. Así lo afirma un estudio del año pasado de la Universidad de California: la sonrisa es capaz de mitigar la respuesta fisiológica propia del estrés, por tanto, cuando una aguja atraviesa nuestra piel, podríamos experimentar menos dolor.

“Cuando nos enfrentamos a la angustia o al placer, los humanos hacemos expresiones faciales notablemente similares que implican la activación de los músculos oculares, levantar las mejillas y mostrar los dientes”. “Descubrimos que estos movimientos, a diferencia de una expresión neutra, son beneficiosos para reducir la incomodidad y el estrés”.

Pero no vale cualquier risa, lo ideal es ejecutar el gesto conocido como ‘sonrisa de Duchenne. Esta implica la acción muscular del músculo cigomático mayor y menor de la boca (hace que se eleven las comisuras de los labios), pero además también debe activarse el músculo orbicular cerca del ojo (hace que se eleven las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos, ‘patas de gallo’ más marcadas).

Para el experimento, los investigadores utilizaron una muestra de 231 personas capaces de sentir dolor, emoción y angustia al recibir una inyección. Estos expresaron una sonrisa de Duchenne, o una no Duchenne, una mueca o una expresión neutra durante la inyección. El objetivo de ello era observar el efecto que tenía dicho gesto sobre su percepción del dolor.

Investigadora haciendo las cuatro muecas del experimento con palillos en su rostro: A) neutral, B) sonrisa no Duchenne, C) sonrisa Duchenne y D) mueca. Crédito: Katherine V. Hammond / University of Oregon.

Para ayudarlos a mantener sus expresiones faciales, les colocaron palillos que las sostendrían mientras les inyectaban una solución salina. Los sujetos que hicieron muecas y sonrisas de Duchenne informaron que la inyección les dolió solo la mitad en comparación con la sensación que informaron los del grupo que mantuvo una expresión neutral durante la inyección.

Sin embargo, los que hicieron la sonrisa de Duchenne, la más sincera y real de todas, también mostraron una frecuencia cardíaca significativamente más baja, de tal modo que también era capaz de minimizar la respuesta fisiológica estresante de nuestro cuerpo a través de la reducción del ritmo cardíaco.

«La idea es que los nervios de tu cara, cuando esos músculos se activan,  envían un mensaje a tu cerebro que te dice que estás feliz«.

Enfermer@s del mundo, hacednos sonreír mientras pincháis! 🙂

 

Referencias:

Smile (or grimace) through the pain? The effects of experimentally manipulated facial expressions on needle-injection responses. https://doi.apa.org/doiLanding?doi=10.1037%2Femo0000913

Smiling sincerely or grimacing can significantly reduce the pain of needle injection. https://news.uci.edu/2020/12/01/smiling-sincerely-or-grimacing-can-significantly-reduce-the-pain-of-needle-injection/

https://www.instagram.com/sin.verba/?hl=es

 

Propósito para 2021: El crecimiento postraumático

Para la mayoría, cuesta extraer algo positivo de esta pandemia sanitaria, de un 2020 que finaliza plagado de situaciones inimaginables, de miedo, confinamiento, soledad, ansiedad, ‘nuevas anormalidades’, dolor, nostalgia, crisis, muerte. El coronavirus ha protagonizado un año para querer borrar de nuestra vida, ¿o no? En lugar de borrar, ¿se puede aprender del trauma?, ¿incluso crecer?

Fotografía Pixabay License

Fotografía Pixabay License

En psicología positiva hay un concepto, no exento de controversia, que define la irremediable transformación que todos padecemos tras un suceso crítico, se trata del ‘crecimiento postraumático‘ como resultado de una profunda reestructuración individual. Sé que resulta complicado imaginar cómo un trauma emocional puede aportarnos algo positivo, no obstante ocurre con bastante frecuencia.

Tras un ‘tsunami existencial’ nunca volvemos a ser los mismos, pero la psicología nos dice que la tendencia de cambio y resurgir suele ser positiva, a pesar del sufrimiento que dejamos atrás. La lucha implica una revolución en la visión del mundo de las personas y lo que suele provocar es:

  • Una nueva escala de prioridades. La vida se revaloriza y tras el confinamiento es un elemento que todos hemos podido apreciar de cerca: volver a encontrarnos con nuestros seres queridos, un abrazo, el sol en la cara, retomar nuestra actividad social… Nuestros deseos eran simples pero esenciales (antes, rutinas sin nada de especial).
  • Quizás nuestros vínculos sociales y afectivos se han reducido en cantidad, pero los que mantenemos ahora son más fuertes. Al hacer frente a la adversidad común nos unimos más a quienes queremos y aumentamos nuestra empatía, solidaridad y compasión.
  • Se refuerza nuestra autoconfianza. El trauma nos hace conscientes de que somos más fuertes de lo que pensábamos, nos acoraza para afrontar situaciones adversas futuras.
  • Redireccionar nuestra vida personal y profesional. Quizá durante este año te has dado cuenta que la persona con la que tenías una relación no ha estado a la altura, o que tu verdadera vocación es otra, o que tu negocio necesitaba un refuerzo más digital, o de lo importante que ha sido tu personal para salir de esta.

Ha cambiado nuestra forma de vivir y nos toca sanar y poner en marcha una reestructuración de perspectivas, acompañados por estrés y emociones negativas, desagradables en este proceso, pero necesarias para que el crecimiento se produzca.

No todos llegaremos a crecer del mismo modo, se ha demostrado que todo ello depende de nuestra personalidad (optimismo, positividad, resiliencia), quienes recurran a estilos reflexivos y de expresión emocional experimentan en mayor grado los resultados positivos.

Siempre estamos a tiempo para reevaluar todo lo que nos ha ocurrido. Lo sugiero como propósito para 2021, porque nos merecemos un año mejor y esto también pasa por cuidar el diálogo con nosotros mismos.

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La muerte de Maradona: ¿Por qué se llora a un ídolo al que no conocíamos?

Emociones a flor de piel, profunda tristeza, vacío, conmoción, llanto desconsolado. La muerte de Maradona se proyecta como un auténtico drama a nivel mundial, las imágenes en televisión son desoladoras, periodistas, futbolistas, hinchas, compañeros, niños… Todos parecen haber perdido a la persona más importante de sus vidas, aunque la mayoría ni lo conociera personalmente.

Fotografía de REUTERS

Fotografía de REUTERS

Este fenómeno se conoce como el duelo por los ídolos, por los personajes que se convierten en leyenda. Según los estudios, el vínculo emocional que establecemos con ellos puede ser más fuerte que el que tenemos con gente que sí conocemos realmente, con nuestros familiares y amigos.

¿Por qué? Para los más afectados, la muerte de Maradona representa la muerte de muchas cosas, de una época, de un símbolo, de un ejemplo (a pesar de que lo fuera o no objetivamente hablando), de un sueño, de la esperanza.

Ese sentimiento tan intenso se refuerza por un duelo público y colectivo que nos retroalimenta, un dolor lleno de pequeñas historias, de instantes felices, recuerdos, todos nuestros, íntimos y muy emocionales.

En la figura de Maradona, al igual que en tantas otras, depositamos nuestros sueños, vivencias, expectativas, son parte de nuestra vida y aunque no lo conozcamos lo que sentimos es real e incluso más doloroso que cualquier pérdida, porque idealizamos tanto al personaje que le atribuimos unas cualidades de perfección incorruptible.

En nuestra memoria realizamos determinados ‘anclajes’ que conectan ciertos momentos de nuestra historia personal con un referente, cuando éste muere sentimos la debilidad y vulnerabilidad de todo ello y nos topamos con la realidad de que hasta a quién considerábamos una deidad también tiene un final, es mortal, desaparece, y entonces, parte de nuestra identidad se va con él.

¿Por qué hay un ambiente festivo en plena pandemia?

Cuando estamos viendo una película de terror agazapados en el sofá y percibimos que se acerca ‘el susto’, cerramos los ojos, es lo único que tenemos que hacer para no sentir miedo, podemos escuchar el estruendo o el grito desgarrador de la actriz, pero no nos estremecemos si no vemos lo que ocurre en la pantalla.

Fotografía EFE / SALAS

Fotografía EFE / SALAS

Este mecanismo es adaptativo, ya que el estímulo que nos asusta en el cine no es real, pero no mirar y no sentir miedo ante situaciones auténticas puede hacer que adoptemos decisiones muy arriesgadas para nuestra propia supervivencia, porque el peligro sigue ahí, delante de nosotros, no desaparece, a pesar de que apartemos la mirada.

Ignorancia, ceguera, desinformación y falta de conciencia global.

Los 4 jinetes del apocalipsis que se han adueñado del período del estado de alarma y del inicio de la desescalada tras el confinamiento.

La mejor defensa, no solo para afrontar una pandemia mundial sino para todo en la vida, sin duda, es la información. La única que nos puede mostrar qué alcance tiene lo que estamos viviendo, qué herramientas y estrategias debo adoptar para superarla, qué decisiones son las más acertadas.

Más de 25.000 muertos en nuestro país. Hemos atravesado una epidemia muy grave, con unas consecuencias devastadoras, entre aplausos, risas, música en los balcones, anécdotas bonitas, actos solidarios, juegos entre vecinos, con humor y memes en redes sociales. Proyectar todo el tiempo esa imagen no corresponde.

No lo desprecio, ni lo rechazo por supuesto, fue necesario, mejoró nuestra adaptación, ayudó a muchísimas personas que sufrían por estrés o soledad, pero esta actitud positiva, festiva, no nos puede arrastrar a una fantasía, debemos relativizar e incluso desdramatizar lo vivido pero no podemos frivolizar y perder el contacto con la realidad, sobre todo, porque esto nos pone en riesgo, que es lo que está ocurriendo ahora.

¿Cómo vamos a cumplir las nuevas normas? ¿Cómo vamos a respetar los horarios que corresponden? ¿Cómo cumplimos con las medidas de protección y prevención del contagio? 

Lo visto en medios de comunicación era parcial, con una tragedia blanqueada, como una película de terror sin sustos, ni malos, ni víctimas.

Nadie ha visto morgues, ni el sufrimiento de las familias de pacientes enfermos o de fallecidos, sin despedidas, ni funerales, nadie ha visto los hospitales, ni los casos de las personas que fueron despedidas de sus trabajos, o empresarios que tuvieron que cerrar sus negocios. No ha habido luto, ni banderas a media asta, ni crespones negros.

No se trata de dar un espectáculo televisivo, de morbo sin escrúpulos ni respeto, pero sí del derecho a la información completa, veraz, a la toma de conciencia, porque por desgracia, el ser humano no aprende por experiencia ajena, a pesar de internet, de redes sociales, de un mundo conectado.

No creemos en lo que no vemos.

Según los estudios, de hecho, el cerebro humano procesa de manera más rápida y eficaz los estímulos emocionales en situaciones de peligro. Nuestra atención, nuestro aprendizaje, nuestra memoria, todo se asienta en la carga emocional, y no la hemos tenido, porque solo hemos oído hablar de números, curvas y picos. Datos, lógica, gráficas, estudios, no vimos caras, dolor, tristeza, duelo, pérdida, pánico.

La desinformación y la controversia tienen consecuencias nefastas. No nos han dejado concienciarnos, no hemos visto el peligro, y ahora retratamos la irresponsabilidad, toca salir en banda, viajar a una segunda residencia, deportistas en grupo, no respetar los horarios, incluso botellones en la calle.

Son las consecuencias, ojo, esperables aunque no justificables. Tenemos el derecho a que nos protejan, pero, también la responsabilidad personal de contribuir a la solución, sin la inmunidad del rebaño. A pesar de todo tenemos un deber cívico que cumplir y anteponer un bien común frente a las actitudes egoístas.

 

El duelo en tiempos de coronavirus: El drama de no poder despedirnos

No me puedo imaginar lo duro y terrible que debe ser perder a un ser querido en estas circunstancias de aislamiento obligado total. De vernos privados del último adiós, de no poder verle o hablarle por última vez, de no haberle acompañado en su enfermedad, en sus últimos momentos… No quiero ni pensarlo.

Pero el duelo está presente, es un acto humano primitivo. Nuestro cerebro necesita de ese proceso para recolocar nuestras emociones, para asumir y reintegrarnos de ese fuerte dolor inevitable que experimentamos ante la muerte.

El coronavirus también nos ha devastado con esta consecuencia colateral, pone a prueba nuestros vínculos sociales más férreos y nuestras tradiciones más profundas, no respeta ni a los rituales ante la pérdida. Parece que un entierro o un funeral no tienen tanta importancia hasta que nos resulta imposible hacerlos.

A nivel psicológico esta obstrucción tiene un alto impacto en el proceso de aceptación ante la pérdida. Nuestra mente precisa participar de esta experiencia para fijar el punto de partida de un proceso natural de duelo.

Pasar por éste es fundamental para nuestra salud mental. No evites sentirte mal, triste, enfadado, desgarrado por dentro. Es incómodo pero no lo deseches, puedes pensar en ello, habla de ello con tus familiares y amigos, con un profesional.

No te aísles, siente tu dolor pero compártelo. Conversa con tus allegados sobre la persona que se va, recuerda tus mejores y peores momentos con él, tiempos complicados entre ambos, episodios divertidos que te hicieran reír, instantes entrañables…

Y lo más importante de todo, organizar una despedida sigue siendo posible aún con este confinamiento. No hay reglas ni una pautas concretas. Haz lo que sientas que puede tener un significado para vosotros, para el vínculo que existía entre tú y la persona que se va.

Si sabes pintar, refleja a través de este medio tu despedida particular, puedes componer una canción, escribir un poema, redactarle una carta, plantar una planta, fabricar un símbolo, un amuleto. Lo que quieras, lo que necesites.

No hay duelo que no necesite una despedida, es un momento dificilísimo para afrontarlo pero los rituales y homenajes siempre son importantes.