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¿Cómo quitarse (bien) el maquillaje de Halloween?

Cuando llegas a casa la madrugada del 1 de noviembre y te ves en el espejo del baño, te queda claro que desmaquillarte es algo que te asusta más que la mismísima fiesta de Halloween. Sí, más terrorífico que el momento en el que pensabas que habían perdido tu armario los del ropero.

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Tú preguntándote si esa pintura blanca va a salir. PIXABAY

Frotar como si no existiera un mañana puede hacer que tu piel sufra y termine irritada, algo que le pasó a Sara Sampaio al quitarse las prótesis.

Puede que tú no te pusieras postizos por toda la cara como hizo ella, pero estoy segura de que, al menos, te maquillaste alguna mancha roja imitando la sangre.

La limpieza antes de acostarnos es fundamental, además de que tu funda de la almohada te lo agradecerá. Pero además de desmaquillarte por completo debes recordar que, a continuación, debes hidratar tu piel de nuevo.

Lo mejor es optar por productos naturales para no añadirle a tu rostro todavía más químicos de los que ha llevado la noche pasada encima.

Además, las dos sabemos que no has ido a por maquillaje profesional para disfrazarte precisamente (¡has bajado a por las ceras del chino!).

La opción casera que resulta menos dañina es utilizar aceite de coco. No solo es un cosmético que te venden en crudo para que, precisamente, puedas limpiarte la cara, sino que te deja la piel como nueva.

Aunque en esta época del año se encuentra en estado sólido, basta con coger un poco y extenderlo por tu cara. En cuanto entre en contacto con el cutis se derretirá y verás que empieza a salir el maquillaje.

Después de pasar el aceite, aclara con agua tibia. Pero, eh, esta es solo la primera parte.

Con una leche desmaquillante o jabón neutro, enjabónate otra vez el rostro y, para terminar, aclárate. Es un poco pesado, pero lo importante es que la doble limpieza funciona y elimina todos los restos de pintura por muy solidificados que estén.

Además, si por lo que sea, no tienes aceite de coco, puedes utilizar también el de oliva virgen. Al ser líquido no peques de desconfiada echándote media botella en la cara, sino que es mejor que lo apliques poco a poco en tu palma de la mano o sobre un disco de algodón.

Una vez tienes la cara limpia, sécate con una toalla dándote golpecitos y, o esa noche o al día siguiente, pasa a la fase de Netflix & Chill por y para ti.

Mímate un poco con una buena mascarilla hidratante, un sérum o ampollas de vitamina C, que son como una inyección de “vidilla” inmediata para la piel.

Soy feminista y me maquillo

Soy feminista y me maquillo. Aunque conozco también feministas que no lo hacen. También hay mujeres machistas que llevan la cara lavada diariamente y mujeres machistas que, como yo, pasan por chapa y pintura cuando les apetece.

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¿Por qué os cuento esto?

Porque me he encontrado en varias ocasiones que los cosméticos se utilizan como una manera de desacreditar. «¿Y si eres tan feminista por qué te maquillas?», me han llegado a preguntar.

Me han llegado incluso a decir que el maquillaje es una cosa que las mujeres utilizamos para atraer más a los hombres, pero hay algo que parece que nadie les ha contado.

Y es que las mujeres nos maquillamos para gustarnos a nosotras mismas. Yo no digo que no se dé el caso de que alguna vez me haya arreglado más por tener una cita, pero quitando un porcentaje ínfimo, el resto de las ocasiones en las que lo hago son por y para mí.

Me gusta maquillarme, es así de sencillo. No puedo salir de casa sin el tapaojeras y una pizca de colorete porque sin ellos me veo con cara de extra de The Walking Dead (y seamos realistas, hay dos cosas que no le gustan a nadie independientemente de su género: cambiar pañales y verse con cara de orco de Mordor en el espejo).

Me maquillo porque me apetece y si no me apetece no me maquillo. Pero vamos, todavía no he oído a ninguna mujer en una tienda de cosméticos pidiendo la barra de labios infalible para conquistar a un hombre, pero sí una barra que poder llevar diariamente.

Es tan respetable una decisión como otra, porque ya os garantizo que de todos los libros feministas que he leído (y ya van unos cuantos) en ninguno he encontrado el capítulo en el que desarrollan la incompatibilidad del maquillaje con el feminismo.

Hay un caso que me encanta contar. Tengo una compañera periodista de belleza que siempre viene maquillada al trabajo estupendamente.

Un día hablando sobre el tema me comentó que no podía salir a la calle sin maquillar, que ni en el caso de que no fuera a cruzarse con nadie dejaría de hacerlo, ¿y por qué? Porque maquillarse le divertía.

Porque para ella es un placer jugar con las brochas, colores y lápices de ojos, porque se lo pasa bien.

Supongo que el resumen es que maquillada soy igual de feminista. Por supuesto que quiero tener igualdad, pero ¿qué daño hace llevar, al mismo tiempo, mi barra de labios Cherry Pink de Bobbi Brown en el bolso?

Lo mejor del feminismo es precisamente que nosotras tenemos total libertad a la hora de tomar las decisiones, sean del tipo que sean independientemente del nivel de trascendencia.

Meghan Markle o cómo maquillarte sin parecer que vas maquillada

Entre que vamos con prisa hasta en la clase de Pilates y que cada vez nos gusta más lo natural, el maquillaje discreto se ha convertido en uno de los favoritos de muchas de nosotras.

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Consigue taparte la ojera o el grano de turno de que te va a bajar la regla sin que se note que realmente te has maquillado.

Además de llevarte muy poco tiempo, doy fe de que una vez que adquieres la técnica no te lleva más de diez minutos, te ves más favorecida (a mí personalmente no me gusta verme los lunes con mi cara de lunes) y le das salida a los cosméticos que te acaban regalando en navidades desde que dijiste que no querías recibir colonias.

Un ejemplo perfecto de este tipo de maquillaje discreto es Meghan Markle, que siempre tiene la cara estupenda y con el aspecto lozano característico de cuando te acabas de quitar la mascarilla hidratante y te sientes lista para protagonizar la campaña de cualquier marca de cremas.

Yo no conozco a la duquesa de Sussex personalmente (debe ser que mi invitación para la boda del año se perdió), pero por lo que ha contado su maquillador, seríamos muy buenas amigas: y es que Meghan Markle se encarga de su propio maquillaje para no tener que estar dependiendo de nadie.

La Duquesa se limita a destacar algunos puntos de su rostro pero sin que parezca que lleva una mano de pintura de brocha gorda encima de la cara. Y es un look perfecto para copiar en nuestro día a día.

Ojos pintados con un ahumado suave (importante lucir pestañazas), un eyeliner fino, cejas definidas pero lejos del efecto ‘pintadas con rotulador’, cutis luminoso con una base muy ligera que deja a la vista sus pecas, pómulo suavemente marcados con colorete y labios nude (si no sabes qué tono coger haz como ella y coge un tono más claro o más oscuro que el tuyo).

Así que ahora puedes probar a maquillarte como ella aunque en vez de una cita con el príncipe Harry lo que te espere sea una cita con la dentista.

¿Por qué lo llaman «diversidad étnica» cuando deberían llamarlo «negocio»?

Cada mes una nueva firma de cosméticos anuncia el lanzamiento de su nueva línea compuesta por mil quinientos cuatrocientos veinticinco bases de diferentes colores que cubren etnias por doquier.

Puede que a ti, como mujer nacida en León cuya piel solo necesita un tono más claro para los meses de “recluida en casa estudiando” y otro más oscuro para la época de “vuelta y vuelta en la toalla en agosto”, te parezca algo innecesario, pero esto para muchas mujeres de la industria de la moda, antes era un problema.

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La modelo Iman fue la primera en quejarse de que tenía que llevarse su propio maquillaje a las sesiones de fotos, una mezcla que creaba combinando varios cosméticos, porque los maquilladores no tenían bases de su color de piel.

Entiendo que ahora diréis: “Pero Mara, mira la cantidad de líneas que hay ahora de maquillaje inclusivo. Tienes a Rihanna, a Kim Kardashian… Prácticamente nadamos en sombras blancas, amarillas y marrones”.

El desarrollo de varias gamas de colores ha marcado una gran diferencia en cuanto a que se han popularizado los cosméticos. Estamos en pleno boum, como el de los gofres con burbujas o los helados en rollitos, pero ¿se está haciendo lo suficiente? ¿Esto es la diversidad?

Cuando acudí al examen final que tenía que hacer una amiga maquilladora, todas las caras que nos habíamos presentado éramos blancas, y, de hecho, me comentó mi amiga, que solían practicar sobre ellos mismos, también de etnia europea.

Por mucho que luego tengas a tu disposición las sombras que te permitan pieles más oscuras o más claras, ¿no deberías haber practicado con ellas antes? Es como si los que te están haciendo la reforma del baño te dicen que pueden dejarte todo perfecto a excepción de las tuberías, porque nunca las han trabajado.

Otro ejemplo que me hace reflexionar sobre esto: en mi máster de estilismo, para todas las asignaturas relacionadas con fotografía se cogía una selección de modelos de agencias. De esas modelos ninguno de mis compañeros escogía etnias más allá de una asiática que, a fin de cuentas, en cuanto a pelo o piel, viene a ser lo mismo a la hora de trabajar.

Si en un futuro íbamos a dedicarnos al estilismo, ¿quién dice que no tendríamos que hacer un editorial de moda o belleza con una modelo africana y por tanto tener en cuenta que a lo mejor esa gorra deportiva que tan bien nos queda a nosotras, no le entra en la cabeza a una modelo con el pelo afro?

Desconocer el efecto de los focos o incluso no tener claro como realizar la propia edición de fotografías son el caldo de cultivo de las polémicas que sacuden Internet de por qué una modelo o actriz sale más clara en una revista.

Ampliar la diversidad de la belleza y por tanto, de la moda, es mucho más que sacar productos, que seguir una corriente que ha hecho que unos cuantos incrementen sus ventas. La diversidad no es negocio, sino una cualidad que deberíamos plantearnos de verdad y en todos los ámbitos.

El maquillaje «para hombres» de Chanel

Cuando salió el primer maquillaje unisex, lo celebré como la que más. Ese era el camino: cosméticos para todo el mundo.

Sin embargo, creo que, como de costumbre, cuando sale un producto que pretende conseguir algo tan inmenso como es romper los estereotipos, nos hemos hecho un lío con las brochas.

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CHANEL BEAUTY

En noviembre Chanel lanzará una línea exclusiva para que los hombres puedan maquillarse, compuesta por una base, un cepillo de cejas y un bálsamo labial, mate, por supuesto, no vaya a ser que se note que un hombre lleva algo en los labios.

A mí me parece que estos intentos de introducir productos cosméticos con la coletilla «para hombres» dejan en relieve dos cosas: la primera es que el maquillaje se ve todavía como algo femenino y por tanto hay que sacar productos específicos para el público masculino y dos, que las líneas de maquillaje para hombres apenas cuentan tres productos básicos para que la masculinidad no se sienta amenazada.

No vaya ser que la colección incluya un lápiz de ojos por si alguno quiere una mirada más profunda como los egipcios y le salgan tetas al hacerse el delineado.

Si la casa francesa quiere dar el paso, algo que me parece perfecto, vamos a darlo bien. Porque lo que pretende reafirmar Chanel es que la belleza no es una cuestión de género. «No hay líneas, colores, actitudes o gestos que sean exclusivos femeninos o masculinos. Solo existe el estilo» han llegado a decir en la nota de prensa de los productos. Pero por mucho que quieran escapar de las categorías, son los primeros en hacer la discriminación, por lo que la línea de cosméticos y el mensaje terminan siendo contradictorios.

De hecho fijaos si hay una marcada distinción que los productos pertenecen a la colección «Boy de Chanel» y todo el packaging es en azul oscuro (azul oscuro casi negro, como tantos desodorantes, champús, geles y productos «para hombres»).

Si tanto quieren hacernos recordar que fue la propia Coco Chanel la que se encargó de dibujar el armario femenino moderno cogiendo prendas del masculino, es el momento de compartir el maquillaje en vez de categorizarlo, ya que lo único que consiguen es seguir prolongando la distinción.

Si somos nosotros los que nos definimos, y lo suyo es que podamos definirnos como queramos, que no sean las marcas quienes precisamente impongan la etiqueta de «esto que estás comprando es maquillaje de chico o de chica».

Una vez que el maquillaje «para hombres» se vea como algo normal, como «maquillaje» a secas, podremos empezar a planteárnoslo como algo sin género, como el jabón de manos o la pasta de dientes.

¿Conoces el truco de maquillaje de Rihanna?

Voy a ser sincera, Rihanna me empezó a gustar en el momento que nos invitó a refugiarnos de la lluvia bajo su umbrella, pero desde el lanzamiento de su línea de maquillaje ha alcanzado otro nivel. Canta, baila, tiene una línea de lencería para todas las tallas y sus cosméticos tienen nombres tan reivindicativos como Cuz I´m Black.

GTRES

Y como buena seguidora suya, no me perdí la masterclass de maquillaje que dio en Instagram.

La cantante aprovechó los mini vídeos de la red social para compartir un tutorial en el que utilizaba una de sus paletas de sombras de ojos y que hace que realmente sienta la necesidad de hacerme con una de 16 sombras por lo menos (aunque luego, conociéndome, solo usaría tres de ellas)

@BADGALRIRI

Para destacar sus ojos verdes (tomad nota aquellas que tengáis el iris de ese color) eligió un maquillaje ahumado en tonos marrones claros y oscuros que se convertía en dorado según se acercaba al lacrimal.

Pero el toque, EL TOQUE (con mayúsculas), fue el brillo extra de los labios que la de Barbados logró con una barra de iluminador dejando como resultado final el matiz dorado que podéis apreciar en la foto de la derecha.

@BADGALRIRI

Y ahora es cuando me decís «Pero Mara, de los 103830 iluminadores que tengo por casa, justo uno en barra como el de Rihanna me falta, ¿qué hago?»

No hay problema, si lo tienes en polvo puedes hacer un apaño tan sencillo como untarte el dedo en iluminador haciendo círculos y luego aplicarlo sobre los labios dando ligeros toquecitos.

Puede que no sea tan cómodo como utilizar una barra y que el resultado no quede tan homogéneo, pero como lo que importa es que queden los labios con ese toque dorado, nos sirve para salir del paso y sentirnos un poco bad girls.

Maquillaje a prueba de sudor: cómo pintarte los días de calor

Hay una cosa que me fascina del verano y es cómo después de dedicarle varios minutos a un maquillaje perfecto, el calor te lo funde en el instante siguiente a pisar la calle.

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Cinco minutos es lo que tarda mi cara en perder la base, en derretirse la línea del eyeliner y en adquirir el brillo característico de ese iluminador natural en el que se convierte el sudor, que hace que refleje todos los brillos del astro rey.

Es por ello que, en verano, cambio un poco mi manera de maquillarme. La base queda guardada en el neceser hasta el otoño, al igual que los pintalabios de colores oscuros, y recupero aquellos de colores más cálidos.

A excepción del tapaojeras, que junto a la crema hidratante y a la protección solar, se ha convertido en uno de mis imprescindibles antes de salir de casa, el resto de mi maquillaje cambia por completo.

A la máscara de pestañas también le digo «Bella, ciao«. Aplicar un poco de vaselina después de elevar las pestañas con el rizador consigue mantenerlas con volumen y de manera más natural, evitando que se quede la máscara en los párpados (sí, me sudan hasta los párpados).

Los polvos de colorete están genial, pero como con el calor me sudan hasta las intenciones, en verano me limito a salir del paso con el pintalabios. Aplicas el exceso de la pintura de la boca con toquecitos a lo largo de los pómulos y listo.

El eyeliner es el único cosmético al que ni puedo ni quiero renunciar. La versión veraniega que utilizo para delinear el ojo es la resistente al agua o waterproof. Es cierto que después cuesta la vida quitárselo, pero al menos voy con unos ojos de gata dignos de Brigitte Bardot.

Pero si aun así a ti te da igual todo porque eres una #makeupaddict empedernida, y quieres seguir usando base, lo más recomendable es que prepares la piel con un primer o prebase, que acondiciona la piel y hace de barrera entre los poros y el maquillaje.

Fijar el resultado final con polvos traslúcidos o fijadores de maquillaje en spray también conseguirás que dure más. ¿Y si todavía sigues sudando? Recurre al papel absorbente facial (sí, existe y funciona).

De las ‘youtubers’ que maquillan a sus hijas

Al poco de llegar a casa nuestro perro, mi hermano me comentó que había quienes ponían cartones dentro de las orejas de los cachorros para que crecieran rectas, pero que él no tenía pensado hacerlo.

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«Quiero que sea él mismo», me dijo. Pensaba exactamente igual sobre enseñarle órdenes como si fuera un animal de circo.

Su intención es (y sigue siendo) que el animal sea feliz, sin presiones por su parte ni por aquellos que nos repiten una y otra vez lo inteligente que es el border collie y que cuántos trucos sabe hacer el nuestro.

Me gustaría que no solo todos los padres perrunos, sino los humanos, pensaran de esa manera y dejaran ser a sus retoños lo que los infantes que quieran y no los que ellos decidan.

Con Instagram, Youtube y el fenómeno influencer, los niños no se escapan. Chiara Ferragni publicita a Gucci o Fendi con su primogénito de apenas tres meses, pequeñas youtubers firman en la Feria del Libro y, las que más me aterrorizan, niñas cuya edad no llega a los dos dígitos maquillándose para la red.

Todas hemos cogido el pintalabios de mamá y nos hemos emborronado los labios para jugar (con su respectiva regañina más o menos intensa en función del precio de la barra), pero convertir a tu hija en un cuadro en el que aplicar cosméticos químicos (y sus correspondientes desmaquillantes), que su piel no necesita para nada, me asusta.

Es una niña: déjale hacer puzzles, jugar con coches, muñecas, leer libros, cómics o bailar con Beyoncé. Déjale disfrutar de una infancia ajena a lo que le espera. Déjale porque ya se encargará la sociedad en unos años, desgraciadamente, de hacerle sentir mal, de decirle que no es lo bastante alta, delgada, tetona o que su boca no es lo bastante voluptuosa.

Déjale que decida ella, más adelante, si quiere o no maquillarse, si pasa de esas cosas o si el pintalabios es más imprescindible en su bolso que el abono transporte. Pero dale tiempo, y sobre todo, no seas tú quien empiece exponiéndole de esa manera tan innecesaria solo para hacer visitas o monetizar tus vídeos.

Enséñale, en todo caso, que dentro de las millones de cosas de la vida, la belleza solo es una y que no es tan importante.

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A ti, que eres una mujer con prisa

Soy una mujer con prisa. Creo que exceptuando el momento que nací, que llegué puntual como un reloj, he ido por la vida al galope.

EN FORMA, GUÍA DE ESTILO Y PIEL PERFECTA PARA CHICAS CON PRISAS. MIS HIJOS.

La prisa es algo que llevo tan dentro que incluso cuando voy por la calle con una amiga, me suelta la frase de «¿Pero por qué vas tan rápido? ¿Tenemos prisa?» ¿Yo? Siempre.

Soy la típica que se levanta a toda prisa, engulle el desayuno en pocos minutos, se pinta la raya del ojo más rápida que un Ferrari (también suelo dejar marca negra muchas veces en esa pista que es mi cara) y salgo corriendo a donde sea.

Es por eso que, cuando Laura Arcagni, de Zenith (Grupo Planeta) me escribió para proponerme escribir un libro de belleza para chicas con prisas, supe que había dado con la persona ideal.

Además el libro iba a estar ilustrado por la ilustre Georgina Gerónimo, a la que tuve el placer de entrevistar hace 10 millones de años, cuando los dinosaurios caminaban por la Tierra y no conocíamos los labiales mates.

Lo de Gina y yo fue como lo que pasa en las películas, solo que sin música de fondo y con 2.000 kilómetros entre una y otra (alguno menos que ella está en Barcelona).

Con ella en una punta de España y yo en la otra de Italia, nos pusimos de acuerdo para crear el primer espécimen. De hecho, el libro fue escrito aprisa y corriendo. Entre las clases de mi master y el blog de 20 Minutos, el texto fue formándose entre viajes en tranvía y momentos de cardio en la bici elíptica de mi gimnasio de Milán.

Cuando di a luz a ese bebé, como buena madre primeriza estaba agobiada, feliz e histérica, pero Laura me metió más prisa con otros dos libros: uno de estilo y otro de ponerse en forma que casi casi necesitaba para ayer.

Gina se convirtió en una hermana de batalla contra la prisa mientras que Laura era como esa tía soltera de la familia que siempre te da apoyo y te tranquiliza cuando las cosas se ponen feas.

Aún así nosotras nos sentíamos con el agua al cuello, porque como buenas chicas con prisa millennials, estábamos a los libros y a ochenta cosas más. Estábamos a los libros, a los trabajos, al verano, a los novios, a los amigos, a la familia, a las series, a dormir ocho horas, a comer sano… (vale, igual a las dos últimas no tanto).

No había nada más confortante que quedarme en casa un sábado escribiendo y mandarle un mensaje a Gina de «Estoy escribiendo. Soy una pringada» y recibir un «Yo también». Aquello era amor.

Sus dibujos, mi texto… La cosa funcionaba tocara el libro que tocara. Éramos el Pitbull y Enrique Iglesias de la Literatura (solo que las dos con pelazo).

Hemos escrito trucos para hacer la maleta (y que te sobre espacio), ideas para esos días de «No tengo nada que ponerme», recetas de mascarillas caseras (y baratas), ejercicios que puedes hacer mientras ves Sí quiero ese vestido… En definitiva, un montón de cositas interesantes que vale, no te van a solucionar la vida, pero te la van a hacer mucho más sencilla.

Así que, como salen hoy a la venta, he decidido hacer este post de «Yo he venido a hablar de mi(s) (tres) libro(s)» y a quedarme más ancha que larga.

Bueno, y a dar las gracias.

A Gina, que me ha cambiado la vida, no ya por los libros, sino por descubrirme una vida con sabor a helado de pistacho. Me siento afortunada de poder decir que cuento ahora con otra amiga (y que encima es famosa y me va a llevar a Hollywood cuando la inviten a los Oscars). A Laura, que ha sido nuestra maestra Jedi. A Ángel, que me ayudó a escribir el libro en el coche de ‘En forma para chicas con prisas’ mientras recorríamos Portugal en nuestro viaje de este verano. A mis padres y a mi hermano, que me han animado desde el minuto que les dije que iba a escribir un libro y que no sabía ni por dónde empezar a escribir mi nombre. Al resto de mi familia que van a comprar el libro aunque les haya dicho por activa y por pasiva que yo se lo regalo. A mis amigas Ale y Stanich, mis casi hermanas que me han aguantado los audios de cinco minutos de WhatsApp en mis momentos de estrés. A los amigos, Alfonso y Gonzalo, con los que he cancelado planes por estar escribiendo (os lo compensaré en vuestras bodas con un regalo bonito del Ikea). Y a mis profesoras de Primaria que me hacían ir por las clases de «los mayores» leyendo mis redacciones. Menuda habéis liado entre todos. ¡Esto es culpa vuestra!

Hablemos de los pintalabios líquidos mates, ¿realmente merecen la pena?

La obsesión por los labios mates fue la que me llevó a untarlos en talco antes de salir de casa. Pero claro, cuando sales a una fiesta/comida familiar/clase de modelado de jarrones de barro, acabas comiendo en algún momento y se pierde el color.

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Como ninguna va con el bote de talco en el bolsillo, existen los pintalabios mates líquidos, que son la octava maravilla detrás de las pirámides de Keops y el chisme para cocinar en el microondas (nuestra segunda madre para los recién independizados).

La formula de estos cosméticos nos deja un color sin brillo que además suele durar bastante más que los de barra. Pero ¿cómo elegir? ¿Cómo decidirnos? ¿Cómo huir de los que te dejan la boca a rayas como el lomo de una cebra?

Para mí, un pintalabios mate se puede valorar en funcion de cuatro variables: su hidratación, cómo nos deja los labios al ponérnoslo, de si te quedan como si no llevaras nada o la sensación es parecida a cuando te has tomado un paquete de palomitas sin agua; duración, ya que todas nos preocupamos de que nos dure el maximo tiempo posible.

También valoro la saturación si el color es lo bastante intenso o necesitamos aplicarnos más capas que a un cuadro del Romanticismo y precio, porque nos gusta ir divinas pero nos gusta tener dinero en la tarjeta para irnos con la amiga a tomarnos algo a esa cafetería nueva que te hacen unicornios con la espuma.

Mi abanico de pinta labios líquidos no es muy amplio, pero estas son las tres marcas que he probado hasta hoy:

YO MISMA

-Wycon: lo que me gustaba el tapojeras de esta marca y lo malo que ha salido el labial. ¿Te acuerdas de los gloss de cuando eras pequeña? ¿La sensación de ‘pegajosidad’ (hola, me invento palabras)? Pues es algo parecido. Precio tirado, claro, pero no te compensa a como sale.

-Sephora: durar no es que dure mucho, además de que tienes que darte varios brochazos para conseguir el color que promete el bote y el pincel no pinta de manera precisa. Como vayas con la mano un poco temblorosa terminas como la boca del Joker de El caballero oscuro. A favor: huele de maravilla y tiene un activo hidratante que te deja los labios estupendos.

-KylieCosmetics: el color más conseguido. Es tan tan mate que podrías cubrir los desconchados de la pared y nadie se daría cuenta. Eso sí, para quitártelo terminas casi exfoliándote los labios, ya que te los tienes que dejar en carne viva. Ojo para que te llegue a casa desde las Américas que casi te cuesta sudor y sangre.

Elige el que más se adapte a tus necesidades (si solo lo quieres llevar un rato te da igual que termine desapareciendo, por ejemplo). A muy malas, puedes pasar de todo y seguir con la estrategia del talco.