Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Qué ocultan los hijos y por qué


_¿Qué ocultan los hijos?

_Mayoritariamente quién les gusta, las relaciones con chicos, si tienen novios, el sexo, dónde van y con quién, lo que hacen cuando salen, lo que hablan con los amigos y si se enfadan con éstos, si beben, hacen botellón o fuman, las malas notas y los suspensos, las peleas, los castigos…

El texto pertenece a una entrevista realizada a Javier Urra, psicólogo y ex defensor del menor, en La opinión de Tenerife acerca de su libro ¿Qué ocultan nuestros hijos?

Coincido con Urra en que casi todos los adolescentes ocultan todo lo que creen que puede suponerles una sanción, o simplemente aquello que creen que no vamos a entender.

Mis hijos suelen ocultar cuántas horas llevan ante el ordenador o la pantalla de la tele con un videojuego, a qué hora han llegado a casa si yo no estaba para comprobarlo o si ya me había dormido. Saben que sé que no han cumplido con lo pactado así que prefieren ocultar datos o mentir directamente para intentar evitarse una bronca.

Durante un tiempo me ocultaron que fumaban y quién sabe qué estarán ocultando ahora. ¿Y tú? ¿qué has ocultado a tus padres o crees que te han ocultado tus hijos?

Cuatro años sin ver a una hija a la que no verá nunca más


Manuel, que desde que se había separado de su ex mujer, hace cuatro años, no veía ni a Maores ni a su otro hijo, se fue directamente al cementerio.

Ha asegurado que ahora se «arrepiente de no haber visto a su hija en este tiempo y no haberle dado todo el cariño». A pesar de todo, ha puntualizado que si no se reunió con sus hijos durante este tiempo «no fue porque no me dejaran verlos. Fue por las circunstancias».

Maores es la chica de 14 años que murió degollada y apaleada en Ripollet por colgar en Internet un vídeo en el que se besaba con su presunto asesino, Sergio, de 15 años.

El caso ya era lo suficientemente estremecedor por si solo, pero las declaraciones del padre me han dejado helada. ¿Cómo puede pasar un padre cuatro años sin ver a sus dos hijos? ¿y reaparecer ahora en escena para pedir en el programa de Ana Rosa (Telecinco) que los asesinos de su hija pasen toda la vida en la cárcel? Cuando la vio por última vez Maore sólo tenía 10 años.

Es evidente que la presencia del padre no hubiera podido evitar el terrible final que le esperaba a su hija. Seguramente él se habrá dado cuenta ahora de su terrible equivocación durante estos años. No importa que trabajase de pastor a muchos kilómetros del domilicio de sus hijos, ni que sólo cobre 600 euros al mes. Eso no justifica nada. Si hubiera querido ir a verlos, habría ido. Pero ha preferido estar ausente. Ahora que no venga con cuentos en las televisiones.

¿A que soy tu hijo más guapo?

Ésta es una de esas preguntas que una madre no responderá jamás. Llevo varios días escuchándola. La cosa empezó una noche en el sofá. Mis hijos hablaban de un programa de la tele, El juego de tu vida, en el que un concursante se somete a la máquina de la verdad para responder preguntas personales, que van siendo más intimas a medida que crece la cuantía económica del premio. Ese engendro televisivo da mucho juego entre sus amigos, por lo visto todos comentan a carcajadas las barbaridades a las que son capaces de responder los concursantes. El programa también da mucho juego en otras cadenas como podéis ver en este vídeo.

El caso es que, tomando como ejemplo el programa de marras, mi hijo mayor soltó de pronto: «¿A que soy tu hijo más guapo?». Después se respondió él mismo con voz grave: «Eso es… verdad» (la fórmula del programa). No hice ni caso a su broma, pero el pequeño contraatacó: «Ya sabes que el guapo soy yo, pero no te va a llamar feo en público». Hubo muchas más frases, ataques y risas sobre la presunta belleza o fealdad del contrario.

Ya estaba en la cama cuando vinieron los dos a mi cuarto. Seguían riéndose, se me echaron encima y amenazaron con no levantarse de allí si no respondía a su pregunta. Al día siguiente, antes de irse a clase volvieron a la carga; por la tarde me llamaron un par de veces al periódico para preguntármelo y por la noche continuaron con el bombardeo. Y así llevamos varios días. Es la nueva frase de moda en casa. Les encanta repetirla y cada vez les hace más gracia. ¡Son agotadores!

Padres e hijos incomunicados

Una mujer de unos 48-50 años y su hija de 15 o 16 comen juntas en un restaurante. Tal vez sería más correcto decir que comen una frente a la otra. No se dirigen apenas la palabra en toda la comida. La madre pasa todo el tiempo pendiente de su teléfono móvil. Primero contesta una llamada, después hace otra y a continuación escribe y recibe varios mensajes.

La hija reclama su atención con miradas, parece triste y aburrida, pero su madre no parece advertirlo, está demasiado ocupada con el móvil. Ya en los postres, la hija también saca del bolso su teléfono y empieza a jugar con él hasta que llega la hora de pedir la cuenta y ambas salen del restaurante.

Un hombre de unos 55 años, vestido con traje negro y corbata, y su hijo de 16-17 esperan en una parada de autobús. El chaval lleva cresta, tres pendientes en la oreja derecha y unos vaqueros tan caídos que además del calzoncillo casi se le ve la pierna. Está fumando mientras oye la bronca que le dirige su padre. Es el único que habla: no le gusta el aspecto del joven, ni sus pantalones sucios y raídos, ni las manchas que luce en su camiseta, ni las mugrientas zapatillas con las suelas despegadas.

Pero su hijo ni se inmuta. Sigue fumando como si oyera llover, tiene la mirada perdida en el horizonte y no dice una sola palabra. Al menos durante los diez minutos que tardó en llegar mi autobús.

He visto estas dos escenas con muy pocos días de diferencia, aunque en dos países diferentes. Creía que el problema de la incomunicación entre padres e hijos no era tan grave ¿Se estará generalizado?

Una guía de convivencia

Ser adolescente no es fácil. Y convivir con ellos tampoco. Nunca lo fue, supongo, aunque hasta que no te toca sufrirlo no te haces una idea de la magnitud del problema. Y no lo digo sólo por el desorden del que he hablado aquí últimamente -las cosas han mejorado, el viernes me encontré la casa bastante ordenada y así sigue-. Me refiero también a otros desordenes que inundan su vida, como sus particulares horarios para dormir, comer o salir con sus amigos, especialmente en vacaciones, lo que reduce cada vez más la posibilidad de compartir actividades con ellos y genera problemas de convivencia entre padres e hijos.

Para intentar evitar esos problemas de convivencia la Comunidad de Madrid ha elaborado una guía de convivencia que intenta «mostrar el camino para evitar conflictos entre padres e hijos» y aconseja adoptar con ellos una postura «equitativa, democrática y firme» en lugar de mostrarse autoritario o excesivamente proteccionista.

¿Quién no ha sido alguna vez demasiado autoritario o proteccionista con sus hijos? Supongo que todos hemos caído más de lo que nos gustaría en ambos errores. Podemos pasar del «Porque yo lo digo» al «Todo es poco para mi niño/a» en cuestión de segundos (aunque no lo digamos exactamente así o sólo lo pensemos). La guía pide a los padres, entre otras cosas, «un esfuerzo de comprensión, empatía y diálogo verdadero y efectivo». Estoy totalmente de acuerdo en que los padres debemos hacer ese esfuerzo -creo que la mayoría lo hacemos-, pero también se lo pediría a los hijos que, según mi experiencia, se esfuerzan bastante menos en ello. Y tú, ¿qué opinas?

Una nueva prima

Tengo una nueva sobrina. Se llama Aitana y nació hace dos semanas aunque no he podido conocerla hasta ahora. La había visto en fotos pero me ha parecido mucho más guapa al natural. ¿Será pasión de tía?

Mi hijo pequeño, al que siempre le han encantado los bebés, la miraba ayer embobado. A los pocos minutos de estar con ella soltó la frase a la que me tiene acostumbrada cada vez que tiene una niña cerca: «¿Cuándo me vas a dar una hermanita?».

Hace tantos años que lo pregunta que ya le he dado todas las respuestas posibles: que con dos hijos creía que tenía suficiente, que no había encontrado al padre adecuado para tener otro, que aunque me quedase de nuevo embarazada podía tener otro niño…

A él todo eso parecía darle igual, e insistía y volvía a insistir en tener una hermanita. Incluso prometía que la cuidaría por las noches para que yo pudiera salir de vez en cuando.

Ayer estaba a punto de responder a su pregunta cuando fue él mismo quien contestó: «Ah, si a ti ya se te ha pasao el arroz, ¿no?». Lo dijo guiñándome el ojo pero me hizo sentirme como una abuela. Que se me ha pasao el arroz… ¿tendrá razón?

Cómo evitar conductas delictivas

«Siempre que un menor llega a un juzgado hay detrás un problema de fracaso escolar». Son palabras del juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, en un curso de verano sobre la violencia escolar y la conducta antisocial de los adolescentes. El juez explicó que un 82% de los menores andaluces que cumple con el perfil de delincuente sufre fracaso escolar.

Calatayud, conocido por sentencias ejemplares como la que condenaba a un chaval analfabeto que había cometido un delito a que aprendiese a leer o la que obligaba a un hacker a impartir clases de informática, se resiste a que los menores que pasan por su juzgado terminen en la cárcel e intenta darles siempre una segunda oportunidad.

Pero ayer no habló sólo de chavales. Habló sobre todo de las familias, de la importancia de la actitud de los padres para evitar que sus hijos desarrollen conductas delictivas. Dijo cosas como éstas:

«Se ha perdido el norte, puesto que hay que proteger a los chavales pero no todo vale».

«Hay que devolver la autoridad al padre, al maestro y también los políticos tienen que saber decir no, pues se está creando a unos niños muy light que no admiten la frustración».

«No podemos ver como normal que haya menores todos los fines de semana bebiendo alcohol en la vía pública».

«Los medios de comunicación también están creando una realidad y una juventud distorsionada. Los padres deben vigilar lo que sus hijos ven a través de la televisión porque ésta forma la opinión del 80% de la población».

¿Qué opinas? ¿estás de acuerdo con el juez?

¿Harto de tus padres? Actúa


ADOLESCENTE:

¿Estás cansado de que tus padres te den la plasta?

¡ACTÚA AHORA!

Vete de casa.

Busca un trabajo.

Paga tus propias facturas.

Hazlo mientras todavía puedas, cuando crezcas será tarde.

He leído este texto en una pegatina que mi hijo mayor tenía entre sus libros.

Las repartió en clase uno de sus amigos y dice que se la quedó «porque sabía que a mi me haría más gracia que a él». Gracia no sé si es la palabra adecuada, pero me parece muy curioso que un adolescente se dedique a repartir unas pegatinas con este texto. Y tú, ¿qué opinas?

¿Preferías cambiar pañales?

«¡Cómo han crecido tus hijos!». Cada vez que escucho esta frase ya sé lo que viene después: una larga ristra de tópicos sobre el paso del tiempo y lo rápido que esos tiernos bebés se han convertido en adolescentes.

Cuando se habla de hijos parece inevitable que la conversación termine salpicada de frases como éstas:

-Tú ya has pasado lo peor, ¿no?, ahora puedes salir, ir al cine…, suelen decir los padres y madres recientes con la envidia de quien no puede hacerlo.

-Es mucho peor cuando son mayores, eso sí son problemas…, responde alguien, con o sin hijos pero acostumbrado a tratar con adolescentes.

-Los hijos son un infierno a cualquier edad, tercia otro que ni tiene hijos ni quiere tenerlos.

Total, que suelo ser la única que termina por callarse en medio de un debate tan antiguo como repetido. Y aburridísimo.

«¿Preferías dar papillas y cambiar pañales o es mejor lidiar con dos adolescentes con sus altibajos y sus broncas?». Me lo preguntó ayer una amiga mientras paseábamos con sus dos hijos pequeños.

Difícil pregunta. No sé si era mejor, o más fácil, lo primero que lo de ahora. Seguramente entre mis recuerdos de la etapa de los pañales y biberones pesan más sus sonrisas que los lloros y las malas noches. Pero sí recuerdo el agotamiento físico y cómo me sacaban de quicio de vez en cuando.

Ahora, aunque sigo disfrutando mucho con ellos, me quejo a menudo de sus bruscos cambios de humor o de sus malos modos repentinos. He cambiado el agotamiento físico de su infancia por el mental. Ahora dan muchos quebraderos de cabeza, lo discuten todo, siempre tienen un argumento para intentar salirse con la suya… ¿Quién dijo que esto fuera fácil? Ni cuando llevaban pañales ni ahora con los calzoncillos a la vista bajo los pantalones.

El «impacto negativo» de la separación

«No vivir con ambos padres hasta los 16 años tiene un impacto negativo en los niños durante toda su vida». La cita es del profesor de la Universidad de York (Reino Unido), John Hobcraft, que asegura que el efecto que causa en los hijos la separación de una pareja les condena poco menos que al fuego eterno: «Esos niños tienen mayores niveles de depresión, son más pobres, tienen parejas menos estables, tienen más posibilidades de convivir que de casarse, así como de separarse de sus parejas».

Estas conclusiones forman parte de un estudio, coordinado por la ONU, en el que se habla también de otras cosas, como el incremento de la fertilidad entre las mujeres trabajadoras.

¡Vaya panorama más alentador pinta el profesor para los millones de hijos de separados que hay en el mundo! Sólo le ha faltado definirse como padre de familia unida y ejemplar, católico, apostólico y romano, con hijos felices y sonrientes, todos con pareja estable (si es que eso puede asegurarse) y, por supuesto, muy muy ricos.

Tendré que esperar a que mis hijos crezcan un poco más para saber si estas funestas predicciones se cumplen. Sé que la separación no fue un buen trago para ellos pero ni han sufrido depresiones ni sus parejas son menos estables que las de los amigos que conviven con ambos progenitores -aunque a su edad eso de la estabilidad suene a chino mandarín-. Ya veremos si consiguen hacerse ricos cuando se independicen, o si mantienen la misma pareja el resto de su vida. Si lo logran, perfecto; y si no, también. No creo que de ello vaya a depender su felicidad.

Por otra parte, si son felices y confiamos en las tesis de este experto, tenemos otro grave problema, ya que, en su opinión, «existen pruebas de que los individuos más felices tienen más tendencia a intentar tener niños». ¿Niños engendrados por un padre que fue hijo de padres separados? ¿y sin pareja estable? ¿y posiblemente pobre y aquejado de una terrible depresión? No quiero ni imaginarlo…

El informe se ha hecho con la colaboración de la ONU, pero parece obra de un profesor chiflado.