Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

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Puertas al campo de las redes sociales

Casi todos los chavales utilizan las redes sociales para comunicarse con sus amigos, con amigos de esos amigos, gente nueva que van conociendo gracias a ellos, y con otro montón de gente a la que hace tiempo que no veían y que han recuperado gracias a Internet. Para ellos entrar en Tuenti, en Nettby o en cualquier otra red es tan habitual como usar el móvil o los videojuegos.

Ya no sabrían vivir sin ellas. Allí vuelcan sus fotos, los vídeos graciosos y todas las gansadas que encuentran por Internet, pero también sus emociones, sus aficiones, sus gustos y disgustos. Por eso pasan allí horas y horas.

La evolución de estas redes ha sido tan rápida que, como ha ocurrido en el resto de Internet, ha dado paso además de a grandes posibilidades de comunicación a algún que otro abuso o uso fraudulento. Para intentar controlar que los menores hagan un buen uso de ellas y no se vean sometidos a abusos por parte de nadie, la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones pone en marcha a partir de mañana, Día Internacional por una Internet más Segura, la iniciativa Chaval.es.

La web incluirá un decálogo audiovisual sobre lo que conviene o no conviene visitar, cómo protegerse de los virus y de otras amenazas más dañinas… además de contestar a las preguntas que hagan los visitantes (no sólo jóvenes, también padres, abuelos o profesores).

Lo cierto es que a los padres españoles nos preocupa mucho el uso que nuestros hijos hacen de Internet, especialmente en lo que se refiere a la violencia y el sexo, aunque curiosamente también somos de los que menos programas de filtrado utilizamos para evitar que visiten páginas con esos contenidos.

Seguramente muchos piensan, como yo, que no podemos poner puertas al campo, y que mejor será explicar a nuestros hijos qué se pueden encontrar y cómo reaccionar ante ello antes que prohibirles el acceso.

Qué ocultan los hijos y por qué


_¿Qué ocultan los hijos?

_Mayoritariamente quién les gusta, las relaciones con chicos, si tienen novios, el sexo, dónde van y con quién, lo que hacen cuando salen, lo que hablan con los amigos y si se enfadan con éstos, si beben, hacen botellón o fuman, las malas notas y los suspensos, las peleas, los castigos…

El texto pertenece a una entrevista realizada a Javier Urra, psicólogo y ex defensor del menor, en La opinión de Tenerife acerca de su libro ¿Qué ocultan nuestros hijos?

Coincido con Urra en que casi todos los adolescentes ocultan todo lo que creen que puede suponerles una sanción, o simplemente aquello que creen que no vamos a entender.

Mis hijos suelen ocultar cuántas horas llevan ante el ordenador o la pantalla de la tele con un videojuego, a qué hora han llegado a casa si yo no estaba para comprobarlo o si ya me había dormido. Saben que sé que no han cumplido con lo pactado así que prefieren ocultar datos o mentir directamente para intentar evitarse una bronca.

Durante un tiempo me ocultaron que fumaban y quién sabe qué estarán ocultando ahora. ¿Y tú? ¿qué has ocultado a tus padres o crees que te han ocultado tus hijos?

¿Puedes decidir sobre tu muerte a los 13 años?

Una adolescente británica, de 13 años y aquejada de leucemia desde los 5, rechaza el trasplante de corazón al que le obligaban a someterse las autoridades sanitarias. Corría riesgo de morir durante la intervención quirúrgica y asegura que «quiere ir a casa y no pasar por más tratamientos». Tanto ella como su familia reclaman el derecho a una muerte digna.

Hannah Jones sufre una lesión cardíaca, derivada de un tratamiento contra la leucemia, que impide que su corazón funcione con normalidad y que le ha generado innumerables sufrimientos durante los últimos años. Ella se niega a someterse al trasplante. Las autoridades sanitarias lllegaron a amenazar a los padres, que apoyan la decisión de su hija, con quitarles la custodia. Finalmente, Hannah ha conseguido convencer a la Justicia británica que, de momento, no va a adoptar ninguna medida legal contra la familia.

El asunto pone sobre la mesa un montón de preguntas. No se trata sólo del eterno debate sobre la eutanasia, del derecho a morir dignamente, sino el de la capacidad de decisión de una chica de 13 años sobre cuestiones vitales. Es el primer caso que conozco de un menor que reclama su derecho a morir y, si para cualquier otra decisión de menor envergadura -desde hacerse un piercing o un tatuaje hasta escoger el centro de estudios- es necesaria la aprobación de los padres, supongo que en casos como este las leyes -sean británicas o de cualquier otro país- deben cumplir ese principio a rajatabla.

¿Quién decide qué se hace en un caso así? ¿una chica de 13 años que lleva casi toda su vida sufriendo? ¿unos padres que, a todos los efectos, son sus responsables legales, que están de acuerdo con ella y que entienden perfectamente su dolor y su estado de ánimo? ¿los médicos que la tratan y que tienen la obligación moral de salvar su vida por todos los medios posibles? ¿o unas autoridades sanitarias o judiciales que están obligadas a aplicar estrictamente la ley?

Padres e hijos incomunicados

Una mujer de unos 48-50 años y su hija de 15 o 16 comen juntas en un restaurante. Tal vez sería más correcto decir que comen una frente a la otra. No se dirigen apenas la palabra en toda la comida. La madre pasa todo el tiempo pendiente de su teléfono móvil. Primero contesta una llamada, después hace otra y a continuación escribe y recibe varios mensajes.

La hija reclama su atención con miradas, parece triste y aburrida, pero su madre no parece advertirlo, está demasiado ocupada con el móvil. Ya en los postres, la hija también saca del bolso su teléfono y empieza a jugar con él hasta que llega la hora de pedir la cuenta y ambas salen del restaurante.

Un hombre de unos 55 años, vestido con traje negro y corbata, y su hijo de 16-17 esperan en una parada de autobús. El chaval lleva cresta, tres pendientes en la oreja derecha y unos vaqueros tan caídos que además del calzoncillo casi se le ve la pierna. Está fumando mientras oye la bronca que le dirige su padre. Es el único que habla: no le gusta el aspecto del joven, ni sus pantalones sucios y raídos, ni las manchas que luce en su camiseta, ni las mugrientas zapatillas con las suelas despegadas.

Pero su hijo ni se inmuta. Sigue fumando como si oyera llover, tiene la mirada perdida en el horizonte y no dice una sola palabra. Al menos durante los diez minutos que tardó en llegar mi autobús.

He visto estas dos escenas con muy pocos días de diferencia, aunque en dos países diferentes. Creía que el problema de la incomunicación entre padres e hijos no era tan grave ¿Se estará generalizado?

¿Espiar a tus hijos?

Hablando de hijos, de nuestra preocupación por ellos, casi todos los padres y madres hemos dicho en algún momento eso de «me encantaría vigilarle por un agujerito, saber qué está haciendo sin que me vea».

Pero una cosa es pensar eso y otra espiarles de verdad, como hacen algunos al contratar detectives privados para que les sigan. La última idea en esta materia la han tenido unos investigadores de la universidad de Almería: han creado un sistema para vigilar el móvil de los menores de 16 años desde el terminal paterno o materno.

Los autores del invento cuentan, como un gran logro, que se pueden leer incluso los mensajes borrados. ¿Nos hemos vuelto todos locos o qué? ¿Cómo puede un padre o una madre en su sano juicio espiar a su propio hijo?

Saber de qué habla, con quién, qué escribe o le escriben… (ellos lo llaman vigilar aunque si se hace sin el consentimiento del hijo, como supongo, la cosa se convierte en espionaje). Si ese es el respeto que algunos padres tienen hacia la libertad de sus hijos, no deberían esperar mucha consideración por su parte.

¿Espiarías a tus hijos? ¿te has sentido alguna vez espiado por tus padres?

¿Harto de tus padres? Actúa


ADOLESCENTE:

¿Estás cansado de que tus padres te den la plasta?

¡ACTÚA AHORA!

Vete de casa.

Busca un trabajo.

Paga tus propias facturas.

Hazlo mientras todavía puedas, cuando crezcas será tarde.

He leído este texto en una pegatina que mi hijo mayor tenía entre sus libros.

Las repartió en clase uno de sus amigos y dice que se la quedó «porque sabía que a mi me haría más gracia que a él». Gracia no sé si es la palabra adecuada, pero me parece muy curioso que un adolescente se dedique a repartir unas pegatinas con este texto. Y tú, ¿qué opinas?

¿Hay tantos adolescentes agresivos?


Las agresiones de hijos a padres en España se denuncian 7 veces más que hace 4 años

Detenidas tres niñas entre 12 y 14 años por agredir a otras dos menores

Detienen a dos menores de edad en Vitoria por agredir a empleados de un banco.

Son titulares de noticias publicadas en este periódico sobre distintas modalidades de violencia ejercida por adolescentes. La última es de hoy mismo.

Una de las modas más preocupantes, tan salvaje como incomprensible, es la de grabar la agresión con la cámara del móvil para exhibirla después ante los amigos o colgarla en Internet, como refleja esta noticia: «Tres menores, imputadas por agredir a una compañera de clase y grabarlo en el móvil» o ésta otra: «Detenidos por agredir sexualmente a una menor y grabarlo con el móvil».

El número de denuncias por violencia adolescente en España es muy superior al de otros países del entorno como Francia, Portugal, Alemania, Polonia, Italia o Reino Unido. Aún así todos recordamos casos terribles ocurridos más allá de nuestras fronteras, como el de James Bulger, un niño de 2 años que fue asesinado por dos chavales de 10 años.

Con esto me ocurre como con la violencia contra las mujeres, siempre me queda la duda de si estas conductas han sido siempre tan habituales como ahora aunque antes no saliesen a la luz. ¿De verdad hay tantos adolescentes violentos? Los que yo tengo a mi alrededor muestran a veces conductas algo agresivas -hasta para un saludo cariñoso se dan empujones o codazos entre sí- pero, afortunadamente, no conozco a ninguno que haya pegado a sus padres, amenazado a sus profesores o cometido cualquier delito. Me gustaría creer que en el entorno de los compañeros de instituto de mis hijos tampoco hay ningún caso, pero tengo mis dudas.

Un cachete a destiempo

Nunca me ha gustado esa frase del bofetón a tiempo. No es por ser políticamente correcta, que no lo soy, sino por lo que conlleva de amenaza no resuelta, de intento de quedar como un padre o una madre que sabe mantener a su hijo a raya… pero sin pasarse. Porque casi todo el mundo que se pronuncia sobre la posibilidad de dar un bofetón a su hijo deja la frase a medias, con los puntos suspensivos, como si no se atrevieran a terminarla, no vaya a ser que alguien les afee la conducta. Y muchos se lamentan luego de no haber cumplido finalmente esa amenaza: «Ay, si le hubiera dado un bofetón a tiempo…» ¿Qué?, suelo preguntar yo, ¿Hubieras arreglado con eso todos los problemas que ahora le achacas? No lo creo.

El tema de si es bueno, necesario o completamente improcedente dar un cachete a los hijos vuelve a estar de actualidad después de que el Senado haya rechazado una ley que podría considerar delito el bofetón. La propuesta volverá al Congreso para ser discutida de nuevo, y el tema seguirá siendo motivo de debate hasta el fin de la eternidad.

De pequeña me dieron algún que otro bofetón en casa. No sé si sirvieron para arreglar o empeorar las cosas en ese momento, ya no lo recuerdo, pero estoy segura de que no han sido perjudiciales en mi educación. Yo también les di alguno a mis hijos cuando eran pequeños, pero no me atrevería a hablar de cachetes a tiempo. Al revés, creo que casi todos llegaron a destiempo -no cuando hubieran sido más necesarios, sino cuando me tenían al borde de un ataque de nervios y ya no sabía qué hacer-. Creo que, de los dos o tres que les he dado en toda su vida, sólo fue realmente efectivo el primero: la sorpresa les hizo cortar en seco uno de esos terribles berrinches que nos desquician tanto a los padres.

El 70% de los que han respondido a una encuesta de 20 minutos dicen que «en contadas ocasiones resulta necesario un bofetón». Supongo que todos los que están contestando son padres o, al menos, adultos ¿Y quién decide cuándo es necesario ese bofetón? los padres, claro. Si fueran los hijos los que dieran su opinión la cosa cambiaría bastante. ¿Y si preguntáramos hasta qué edad es aceptable dar un bofetón a un hijo? Creo que muchos bofetones llegan a destiempo también por eso. No se puede arreglar la conducta de un adolescente a tortazo limpio.