Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

Archivo de agosto, 2008

Suspenso en matemáticas

Va a tener razón mi hijo. Los días previos al inicio del curso no dan más que disgustos a los estudiantes. Precisamente ahora que llegan los exámenes de septiembre, y que un buen número de chavales intentan aprobar lo que no consiguieron durante el curso, llega una noticia sobre los malos resultados de los alumnos de 3º de la ESO en matemáticas. El estudio se hizo en Madrid en el mes de junio y la nota media fue un 3,6. Un desastre, con 7 de cada 10 alumnos suspendidos.

Los resultados fueron bastante mejores en lengua, donde el porcentaje se invirtió: aprobaron 7 de cada 10 alumnos. Menos mal que hay algo positivo. El objetivo de la prueba, similar a la que ya se hacía con los estudiantes de 6º de Primaria, es conocer el nivel de los chavales y saber si pueden afrontar el 4º curso de la ESO con garantías de éxito. A la vista de los resultados parece que no ganarán las olimpiadas de matemáticas.

El año que viene se repetirá la prueba. Espero que suba la nota media de matemáticas y que escojan mejor las fechas para dar a conocer los resultados y no arruinen a los estudiantes los días previos a la vuelta al cole, o los exámenes de septiembre.

A vueltas con la vuelta al cole

«Ya están estos aguafiestas jodiendo el final de las vacaciones». Mi hijo pequeño suele pronunciar una frase similar todos los años -el lenguaje ha ido empeorando- cuando las cadenas de televisión empiezan a llenarse de anuncios sobre la vuelta al cole.

El otro día lo soltó al lado de unas amigas y un par de amigas -una de ellas profesora de Infantil y las otras dos madres de chavales de 8 a 10 años-. Me miraron todas con cara de sorpresa, como si jamás hubiesen oído a un adolescente cabreado o no supiesen que la vuelta al cole no le hace gracia a ningún estudiante.

Realmente me sorprende que a esos chavales les apetezca volver al cole pero me sorprende mucho más que sus madres crean que vuelven con gusto. Ya les tocará escuchar a esos mismos retoños algo más creciditos.

Volviendo a mi hijo, no sólo le cabrean los anuncios con chavales sonrientes cargando con sus mochilas nuevas camino del colegio, también las noticias: «¿Has visto ésta?», me decía hace un rato, refiriéndose a que en Italia acaban de anunciar una nueva asignatura en la que se evaluará la conducta de los alumnos «para evitar el gamberrismo y la violencia», muy habituales en los centros educativos de ese país. «¿Y ésta otra», me ha dicho señalando una información referida a los alumnos madrileños, que no estarán obligados a asistir a clase de Educación para la Ciudadanía.

«Eso es como si a ti te estuvieran todo el día recordando que mañana vuelves a trabajar, ¿no crees? Pues imagínate cuando todavía quedan quince días». Seguramente tiene razón. No recuerdo si cuando era pequeña me sentaban tan mal los anuncios de la vuelta al cole. ¿Y tú? ¿estás de acuerdo con él?

Unos días sin hijos

Acabo de volver de un viaje con mis amigos. Primero pasé unos días libres con mis hijos pero éstas han sido mis verdaderas vacaciones, unos días para ocuparme sólo de mi misma, sin temazos ni discusiones adolescentes de por medio.

El mayor, que está estudiando como un loco para recuperar lo que no aprobó durante el curso, se quedó con su padre. El pequeño pasó esos días con mi hermana, que ha superado el trago con buen humor.

Les he echado de menos, no voy a decir que no, pero ha sido una gozada disfrutar de tiempo libre sin estar continuamente pendiente de ellos, de que salgan de la cama antes de la hora de comer, que pasen por la ducha a diario o vuelvan a casa a la hora fijada. Y creo que me hacía mucha falta.

La primera sorpresa de la vuelta llegó con su intención de ir a buscarme al aeropuerto -no tenían fiebre, debió ser la psicosis tras el accidente de Barajas-. La emoción del reencuentro, los besos y abrazos y el consabido ¿qué me has traído? dieron paso a un transitorio periodo de calma: el mayor volvió a sus libros y el pequeño al ordenador para chatear con los amigos.

Parecía reinar la paz pero no habían pasado ni diez minutos cuando el pequeño me enseñó un vídeo de YouTube con «el mejor temazo de la historia». A todo volumen, como a él le gusta. Su hermano no estuvo de acuerdo con la elección y entonces comenzó una verdadera batalla por coger el teclado antes que el otro para poner un temazo tras otro. Una verdadera tortura. Hogar, dulce hogar.

PD: El cuadro de arriba es Hotel Room, de Edward Hopper.

Camisetas guapas y baratas

«Me he comprado unas camisetas guapísimas, ya verás. Y un chándal y dos sudaderas chulísimas». Fue lo primero que me dijo mi hijo cuando fui a buscarle a la estación. Volvía de pasar unos días en Galicia, con los padres de un amigo.

Después de contarme un montón de cosas del viaje -poca playa y mucha juerga- retomó el tema de las compras. Al parecer, encontraron una tienda de deportes en la que vendían cosas de sus marcas favoritas a precios de ganga y no se pudo resistir. «¿Y has comprado todo eso con el dinero que te di? No puede ser», dije sorprendida.

Pero sí pudo ser. Casi todo el dinero que llevaba se lo gastó en ropa: y no sólo había para él, en la maleta también traía una camiseta para su hermano y unas chanclas para mi. Toda una sorpresa ¿Tanto nos habrá echado de menos?

Las camisetas de la foto son de Shirtcity.

Un calimocho y unos bailes

Unos amigos que estuvieron el otro día en un concierto de Pablo Carbonell me han enviado un vídeo suyo. Escucharon aquello de «Nadie prepara el calimocho como lo hace mi mamá…» y se acordaron de mi. Aunque no sé por qué: jamás se me ocurriría prepararles un calimocho a mis hijos. Ya se encargan ellos de hacérselos sin ayuda de nadie.

Estaba viéndolo cuando ha llegado mi hijo pequeño, que además de saberse la letra de la canción de cabo a rabo me ha obsequiado con uno de sus bailes graciosillos -incluso sin calimocho se arranca-. Al principio estaba yo sola, pero han ido llegando familiares y cuanto más auditorio tenía más se crecía.

El show ha empezado con la canción de Carbonell y ha terminado con un baile de la película Beetlejuice, del que también se sabe la canción enterita y que circula por Youtube en decenas de versiones. Me ha puesto tres o cuatro, a todo volumen como a él le gusta, y ya no soy capaz de quitarme esa música de la cabeza.

La primera incluye algunas secuencias de la película y la segunda es una grabación particular, como la que amenaza con hacer él. Y será capaz de terminarla con un calvo, como si lo viera.

El mejor momento para hacer deporte

No vamos a convertir de repente a todos los chavales en grandes atletas, pero ahora que llegan los Juegos Olímpicos, y que tienen tan presentes a sus ídolos del fútbol, el tenis o el baloncesto, tal vez sea un buen momento para animarles a hacer deporte.

Cada vez hay más adolescentes con sobrepeso. Y terminarán siendo adultos obesos y con numerosos problemas de salud si no hacemos algo para remediarlo. Más de la mitad de ellos sólo hace ejercicio en las horas de gimnasia del colegio o instituto. Y eso, en la mayoría de los centros, se traduce en una o dos horas de clase a la semana, sin descontar el tiempo que utilizan para cambiarse o ducharse. Eso durante el curso, porque cuando acaban las clases hay algunos que no vuelven a mover un músculo en todo el verano.

Esa vida tan sedentaria, más propia de un oficinista que de un adolescente, está provocando un aumento de los niveles de grasa corporal, que son altos en el 17% de los chavales de 9 a 17 años, según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid

Ya conté en un post anterior que mis hijos no forman parte de ese grupo. Ellos siguen comiendo sin parar y no engordan. Pero tampoco son de los que sólo hacen ejercicio en las clases de gimnasia. Durante el curso juegan a fútbol y baloncesto y, en cuanto tienen oportunidad, cogen la bici, los patines o una raqueta.

Los expertos dicen que los chavales deberían hacer ejercicio al menos tres días a la semana -ylos adultos, dos-. Ahora que tienen tanto tiempo de ocio, tantas ganas de ver deporte en la tele y tantas oportunidades de disfrutar del ocio al aire libre, tal vez sea el momento de que lo hagan a diario. El único inconveniente con el que pueden encontrarse son las agujetas del primer día. Y tal vez alguno llegue a tiempo de competir en los próximos Juegos Olímpicos.

La imagen pertenece a la película Quiero ser como Beckham.

Una nueva prima

Tengo una nueva sobrina. Se llama Aitana y nació hace dos semanas aunque no he podido conocerla hasta ahora. La había visto en fotos pero me ha parecido mucho más guapa al natural. ¿Será pasión de tía?

Mi hijo pequeño, al que siempre le han encantado los bebés, la miraba ayer embobado. A los pocos minutos de estar con ella soltó la frase a la que me tiene acostumbrada cada vez que tiene una niña cerca: «¿Cuándo me vas a dar una hermanita?».

Hace tantos años que lo pregunta que ya le he dado todas las respuestas posibles: que con dos hijos creía que tenía suficiente, que no había encontrado al padre adecuado para tener otro, que aunque me quedase de nuevo embarazada podía tener otro niño…

A él todo eso parecía darle igual, e insistía y volvía a insistir en tener una hermanita. Incluso prometía que la cuidaría por las noches para que yo pudiera salir de vez en cuando.

Ayer estaba a punto de responder a su pregunta cuando fue él mismo quien contestó: «Ah, si a ti ya se te ha pasao el arroz, ¿no?». Lo dijo guiñándome el ojo pero me hizo sentirme como una abuela. Que se me ha pasao el arroz… ¿tendrá razón?

«En cero coma», la frase de moda

Da igual lo que preguntes. Si les dices por teléfono que están tardando mucho en llegar a casa, te contestan que llegan en cero coma; si les recuerdas que tienen que recoger la mesa, o poner el lavavajillas o ir al supermercado también aseguran que lo resuelven en cero coma (aunque luego no sea cierto). Lo que sí hacen en tiempo récord es escaquearse de esas obligaciones en cuanto tienen oportunidad.

«En cero coma» se ha convertido este verano en la frase de moda en mi casa. Cada día la escucho diez o doce veces y empiezo a no soportarla. La dice el mayor, la dice el pequeño, y he llegado a decirla yo en respuesta a su insistencia.

Sus amigos también repiten hasta la saciedad esa expresión y ahora la empiezan a decir mis hermanos, a los que parece hacerles mucha gracia. Creo que voy a salir huyendo para dejar de escucharla en cero coma.

Agresoras sin causa… y sin castigo

Cinco chicas, de 14 a 16 años, son consideradas culpables de la brutal agresión sufrida por una menor ecuatoriana en Colmenarejo (Madrid). La paliza, de la que todos hemos visto imágenes estos días, fue grabada con un teléfono móvil y rápidamente difundida a través de Internet, y ha sido calificada de «pelea entre chicas de instituto», sin causa aparente, para descartar el racismo como móvil.

En los días que han seguido a la publicación del vídeo de la agresión ha habido declaraciones de la alcaldesa del municipio, de la Guardia Civil, del portavoz de la asociación hispano-ecuatoriana, de la familia de la víctima… Todo el mundo parece saber quiénes son las agresoras -la mayoría de ellas viven en el pueblo- pero ninguna de ellas ha sido detenida.

Eso ya sorprende bastante, pero hay algo más sorprendente todavía: un juez ha solicitado que se retire la custodia a la madre de una de las instigadoras de la paliza -sus padres están separados y la custodia pasaría al padre-. O sea, que pueden quitarte la custodia de un hijo/a si se dedica a dar palizas por ahí, o a grabarlas o a incitar a otros para que las den, pero ese mismo hijo/a se va de rositas, aunque cambie de domicilio. ¿Alguien me lo explica?