-¿Diga?
-Hola, soy la madre de J., siento llamar tan temprano, ¿le puedes decir que se ponga?
-Si, un momento.
Efectivamente, era muy temprano y yo estaba aún medio dormida. Al entrar al cuarto de mi hijo en busca de su amigo creí reconocer a J. Pero cuando el chaval que dormía junto a mi hijo se dio la vuelta para responder a mi llamada me di cuenta de mi error: el que estaba en la cama, y al que yo había visto llegar la noche anterior, era otro de los amigos de la pandilla.
No podía creerlo, y empecé a soltar preguntas: ¿Y J.? ¿dónde está? ¿por qué cree su madre que está aquí?, ¿qué le digo yo ahora?
Mi hijo y su amigo se miraron con cara de sorpresa, mientras intentaban desperezarse y decir algo coherente. Según su versión, ni J. había planeado venir a dormir a casa ni sabían nada sobre su paradero.
Así que me he encontré en la difícil situación de explicar a una madre por teléfono que su hijo no había dormido en mi casa.
El chaval tenía el móvil apagado o fuera de cobertura. Tenía que tomar unas medicinas, lo que incrementaba la preocupación de su madre. Dos minutos después fue el padre quien llamó, quería hablar con mi hijo y el otro amigo para averiguar dónde podía estar su hijo.
Llamamos entre todos a los móviles de sus amigos. Los padres llamaron también a la casa de alguno de ellos. Finalmente, el chaval dio señales de vida a través del móvil del amigo con el que realmente había dormido.
Todo quedó en un susto. En uno de esos que a los padres nos dejan tan inquietos y a los que los chavales apenas dan importancia.