Dicen que la adolescencia es la etapa en que uno deja de hacer preguntas y empieza a dudar de las respuestas

Archivo de marzo, 2008

Lo que más le gusta a un adolescente

Los amigos, el messenger, tuenti, los videojuegos, la tele, hacer deporte, escuchar música… Éstas son las principales aficiones de mis hijos, y creo que no me equivoco al ponerlas en este orden. Los amigos están por encima de todo (entre ellos incluyo a alguna posible novia, de las que últimamente no me dan muchos detalles). Les da igual que el plan con ellos sea ir al cine, a tomar una hamburguesa o de botellón, el caso es «estar con los colegas» y divertirse. Por eso, cuando no pueden estar con ellos se comunican a través de Internet.

Pensaba en sus aficiones después de leer la lista que ha creado un lector de 20minutos, supongo que menor de 18 años, sobre lo que más quieren/necesitan los adolescentes. Puedes verla aquí. Según las votaciones de los lectores las principales aficiones de los jóvenes son: novi@, amigos, tele, Internet, hacer/ver deporte, cine, messenger/chat, cine, móvil y YouTube. Vamos, más o menos lo mismo que les interesa a mis hijos. En la lista también se incluyen, algo más abajo, el MP3 y la Play -valorada en mi casa muy por encima de la media, según esta clasificación-.

Los estudios, como era de esperar, ocupan el puesto 13 de una lista de 15 preferencias. ¿Qué adolescente los incluiría entre sus prioridades?

No deja de ser curioso que su principal objetivo al llegar a casa sea sentarse ante el ordenador y meterse en tuenti o en el messenger para seguir en comunicación con los amigos de los que acaban de despedirse, ya sea para seguir hablando con ellos, para reirse con sus fotos o vídeos, o para hacer comentarios sobre cualquier tema que le interese a todo el grupo. Lo dicho, la amistad por encima de todo.

La vecina del dedete

«¡No te imaginas lo que hemos visto esta tarde desde la ventana!». Lo dijo tan alterado que pensé en un fenómeno sobrenatural, un burro volando o cualquier otra barbaridad semejante. Pero lo que realmente habían visto mi hijo pequeño y sus amigos era mucho más mundano. Me lo explicó enseguida: «La vecina de enfrente se estaba haciendo un dedete».

-¿Un dedete?, pregunté sorprendida.

Su movimiento de rotación con un solo dedo y sus gemidos me lo dejaron claro enseguida.

-Sí, mamá, estaba en el sofá de su casa viendo la tele en albornoz y pasándoselo genial ella solita.

Acabábamos de llegar al edificio. Yo sólo conocía a dos vecinas bastante mayores -una de ellas, precisamente la del famoso dedete-. Lo más curioso del caso es que, aunque en nuestro primer encuentro me había parecido muy gruñona, a partir de entonces se mostró encantadora: «Qué simpáticos tus hijos, siempre me saludan por la ventana». Quienes la saludaron, como podréis imaginar, fueron los ocho o nueve adolescentes, chicos y chicas, con las hormonas totalmente revolucionadas, que estaban ese día en casa y que acudieron, uno tras otro, a la ventana para ver lo que ocurría enfrente.

A ninguno de ellos se le ha olvidado la escena. De hecho, cada vez que vienen a casa preguntan, entre risas, por la vecina del dedete o se asoman a la ventana del pasillo a ver si pueden volver a disfrutar del espectáculo. Aunque desde entonces los visillos están siempre echados.

Potter les ha durado tres días

Mis hijos no parecían tener muchas ganas de leer el último libro de Harry Potter. Ya expliqué aquí hace algo más de un mes que estaba segura de que acabarían leyéndolo. Como han demostrado tantas veces, donde decían «digo» han terminado diciendo «diego».

Así que ya han leído el libro, y lo han hecho a la velocidad del rayo. La última aventura del mago les ha durado solamente tres días. Se lo regalaron el viernes y no lo han soltado desde entonces. Cuando uno se cansaba de leer, o se dormía, lo cogía el otro.

Además de devorar páginas como locos también se han peleado sin parar por el preciado tesoro.

-Mamá, dile que me lo deje. ¡Él lo tiene desde ayer!

-Si, pero el sábado no me dejó ni acercarme. Él se leyó más de doscientas páginas y yo ni una.

-Eso es mentira, lo cogiste cuando me fui a la calle y luego lo dejaste porque empezaba el partido.

-¿Así que yo no puedo coger el libro y tú si te puedes poner mis vaqueros? Que no te los vuelva a ver puestos. Mamáaa, ¡dile algo!

Más que dos adolescentes parecían dos niños pequeños peleándose por un juguete nuevo. El que iba más adelantado en la lectura no dejaba de picar al otro: «Ya verás cuando sepas qué pasa con la capa invisible…» o «Ya sé los verdaderos motivos de la muerte de Dumbledore, ¡vas a flipar!». Han flipado los dos hasta el último capítulo, y yo al verles disfrutar tanto con un libro, algo que no ocurría desde… la anterior entrega de Potter.

Ojalá cogieran con la misma ilusión las lecturas obligadas de clase. Pero me temo que Tormento, el libro de Galdós que tiene el pequeño aún sin tocar en la mesa de estudio, no le va a emocionar tanto.

¿Pactamos un divorcio falso?

-Te propongo un pacto: ¿hacemos como que nos divorciamos y así nos dan plaza en el cole?

-Vale, ¿presentas tú la demanda o lo hago yo?

-Va, yo mismo. Pero de mutuo acuerdo, ¿eh?

-Si, claro. Todo sea por los niños.

¿Alguien se imagina una situación real como ésta? A mi me cuesta hacerlo, la verdad, pero es tan real como la vida misma. La prueba está en los fraudes detectados en Sevilla de padres que fingían su separación o divorcio para conseguir una plaza para sus hijos en un colegio concertado, ya que ser hijo de padres separados da más puntos.

En 2007, la Junta de Andalucía detectó 26 casos de fraude. La policía comprobó que los separados vivían en el mismo domicilio. ¡Eso es llevarse bien!

En total, Educación recibió a lo largo del año pasado 731 reclamaciones por fraude en las solicitudes escolares. La picaresca no tiene límites, además es muy difícil detectar cuáles de esas separaciones fueron reales y cuales ficticias, especialmente cuando hablamos de una actitud que no está tipificada como delito, al contrario de lo que ocurre con los matrimonios por conveniencia. ¿Fingirías una separación para conseguir plaza escolar para tus hijos?

¿Tampoco te vas de viaje esta Semana Santa?

En estos días previos a las minivacaciones semanasanteras todo el mundo está preocupado por los planes de los demás. Que si unos amigos se han ido ya a Galicia, que si otro planea ir a esquiar a Andorra y un amigo de otros amigos irá al apartamento familiar en una playa malagueña… ¿Este año no os vais de viaje? pregunta alguien en cualquier momento o situación, en el trabajo, a la puerta del instituto o tomando un café en el bar.

¿Tú tampoco te vas de viaje?, acaba de repetir alguien a mi lado. Es curioso que todos hagan la pregunta en negativo. Supongo que se habrán encontrado con varias negativas previas.

Mi hijo pequeño es de los que no se van de viaje. Se queda con su padre, y rodeado de un montón de amigos que tampoco viajan estos días. Su hermano y yo sí nos vamos. Iremos a ver al resto de la familia y tenemos que hacer más de 500 kilómetros para llegar hasta allí, aunque eso no sea un viaje para la mayoría.

«Me refiero a si no te vas por ahí con tus hijos, no con la familia«, me han dicho ya unas cuantas personas en los últimos días. Pues no, este año no toca. Estoy de vacas flacas. El euribor, entre otros gastos, está acabando con mis pequeños lujos. Y, por lo que veo a mi alrededor, no soy la única.

Y tú, ¿tampoco te vas de viaje esta Semana Santa?

La imagen es de Kukuxumusu

¿Habrá empezado a fumar?

-¿Qué hace aquí este paquete de tabaco? ¿de quién es?

-De mi amigo X., se lo guardo yo porque en su casa no le dejan fumar, responde mi hijo pequeño.

-¿Seguro que no es tuyo?, vuelvo a preguntar mientras imagino que realmente es él quien fuma y no quiere decírmelo.

-Ya te he dicho que no. Sabes que no fumo.

Lo dice con tal gesto de reprobación que decido no insistir más. Pero la dichosa cajetilla me ha dejado intranquila. ¿Me la estará jugando tras esa apariencia de adolescente sincero? No sería la primera vez…

Inmediatamente me vienen a la cabeza los mecheros que le he requisado últimamente -le divierte quemar papeles y suelo esconder cerillas y mecheros para que no lo haga-. Sin darme cuenta, empiezo a darle vueltas a la cabeza: si quisiera ocultar el tabaco lo habría escondido en lugar de dejarlo a la vista; y si fumase habitualmente habría notado alguna vez el olor ¿no?, me pregunto a mi misma mientras intento convencerme de que dice la verdad.

Mis hijos han sido siempre de la liga antitabaco. No soportaban el humo y criticaban tanto a su padre por fumar que consiguieron que dejara de hacerlo. Pero eso fue hace mucho tiempo, cuando aún eran niños. Ahora, en plena adolescencia, con unos cuantos amigos fumadores y rodeado de humos en cualquier juerga o botellón, el pequeño podría haber cambiado de opinión. Estoy segura de que el mayor no fuma, pero su hermano… Hasta hace poco solía contármelo casi todo, pero está cambiando y ahora es más reacio a hablar de sus cosas, así que su respuesta malhumorada no me ha convencido del todo.

Espero que su tajante negativa sea realmente cierta. Por si acaso, he intendo hacerle ver, una vez más, que a su edad es fácil engancharse a cualquier cosa, aunque también es la mejor edad para no hacerlo. Después, tiene peor remedio.

Al fin sola… ¡Qué paz!

Todavía no me lo puedo creer. Estoy sola en casa por primera vez en muchos meses, en un silencio casi absoluto. No hay tele, ni radio, ni sonido en el ordenador. Es una noche libre de ruidos, de peleas adolescentes por quién recoge la mesa, de temazos bakalas y de pruebas de Supervivientes en la tele. ¡Qué paz!

-¿Puedo dormir en casa de M, que nos ha invitado a todos? Anda, di que sí, que mañana no hay clase, me ha pedido el pequeño a media tarde.

-¿Cómo que no hay clase?, he respondido sorprendida.

-Como que no, ya empezamos las vacaciones

Las vacaciones. Claro, ya están aquí sus días libres de Semana Santa, quién tuviera los de un estudiante. A mi, en mitad de una día complicado de trabajo, se me había olvidado totalmente.

Le he dejado quedarse en casa de su amigo y he seguido a lo mío. No había pasado ni un cuarto de hora cuando ha llamado el mayor para decir que salía a cenar con su padre y que dormiría con él.

Mis hijos no me habían dejado sola ni un solo día, ni una sola noche, desde hace meses. Y creo que me hacía mucha falta este pequeño descanso. Además, mañana no hay que despertar a nadie para que vaya a clase. ¡Voy a dormir como un bebé!

Érase un adolescente a un chándal pegado

Ésta es la historia de un adolescente cualquiera. Empezó a usar chándal cuando era pequeño, su padre o su madre se lo ponían para que jugueteara cómodo en el parque, aunque de eso ya ni se acuerda. Más tarde, cuando creció, sólo usaba el chándal en las clases de gimnasia y cuando tenía un partido de fútbol o baloncesto con los amigos. La ropa que llevaba el resto del tiempo no le preocupaba demasiado, es más, le parecía ridícula la afición de las chicas por «esas tonterías».

Empezó a salir por las tardes, al cine, a fiestas en discotecas light, a tomar algo en un kebab, de botellón… Y entonces empezó a fijarse en la ropa, a querer vestir sólo con unas determinadas marcas (todas carísimas, por supuesto), a preocuparse por su corte de pelo y por todas «esas tonterías» que antes no entendía. Quería estar guapo a cualquier hora, le preocupaba tanto su aspecto que pasaba horas acicalándose en el cuarto de baño, hacía pases de modelos para saber si esto a aquello le quedaba bien, o si tendría éxito entre las chicas.

De repente, ese aspecto impecable dejó pasó al descuido y la comodidad del chándal. Chándal a todas horas, para los partidos y después de ellos, para ir al cine o a una hamburguesería, a clase o a una gran cita. Y cuanto más viejo y raído, mejor.

Foto de Eva Longoria

¡Otra maldita espinilla!

Si hay algo que odia un adolescente por encima de todo es el acné. Esas terribles espinillas que brotan en el momento más inesperado y que pueden arruinar una gran cita o, simplemente, hacerte sentir el más feo del grupo.

La mayoría de los chavales hacen como si no les importase tener la cara llena de granos o puntos negros, aunque luego pasen largas sesiones ante el espejo poniéndose algún potingue para secarlos o destrozándose la cara de tanto apretar espinillas.

Por el contrario, las chicas suelen hacer un gran drama del asunto: «¿Cómo voy a ir así a un cumpleaños? si no puedo ni salir a la calle», le escuché decir el sábado, con tono de desesperación, a una amiga de mi hijo. «Tengo la cara hecha un mapa y esto no lo disimula ni el mejor maquillaje«, insistía mientras mostraba su frente a todas sus amigas.

¿No salir por unas cuantas espinillas en la cara? A mis hijos no se les ha pasado jamás esa idea por la cabeza. Yo tampoco perdonaba una salida a su edad, aunque reconozco que alguna vez los granos estuvieron a punto de ganarme la partida. Y veo que el asunto sigue preocupándoles más a ellas que a ellos. Tan distintos somos ya desde la adolescencia…

Ali G y otras gansadas


Ay, que me da / ¿A ti te da? / A mi me pone / Me está poniendo / Está viniendo / Iker Casillas / ¡Qué maravilla! / ¡Toma pastilla!

He escuchado este estribillo más de cien veces en las últimas semanas. Y sigo sin encontrarle la gracia. Es de una canción de Ali G en una película doblada por Gomaespuma que mi hijo pequeño canta y canta sin parar. Puedes escucharla al final del vídeo.

A él le encanta compartir conmigo todo lo que le divierte. Y a mi me gusta que lo haga. Pero, sinceramente, me cuesta disfrutar de esas películas y esas canciones que le hacen tanta gracia y con las que me machaca día y noche.

Ya he contado aquí que no soporto sus temazos a todo trapo. No sé si es peor escuchar su música a todo volumen, con origen en un solo punto de la casa, o que te persiga por todas las habitaciones con el mismo soniquete rapero.