Tres jóvenes británicos, dos de ellos monitores de unas colonias de inglés en Tossa de Mar (Girona), han sido detenidos por maltratar a los alumnos que custodiaban, a quienes solían insultar e incluso abofetear y exigir pequeñas cantidades de dinero, según fuentes de la investigación.
Me quedo de piedra al leer cosas como éstas. Tres jóvenes de veintitantos y algo borrachos deciden (o no, depende del grado de embriaguez) insultar, pegar y robar el poco dinero que tuvieran a los chavales a los que se supone que deben cuidar. Los niños, de 10 a 14 años, tenían miedo y uno de ellos fue quien dio la voz de alarma.
Mis hijos ya no van de campamento. Pero el pequeño fue a uno hasta el año pasado y este verano ha estado a punto de trabajar allí como ayudante de monitor -cambió de idea cuando le ofrecieron un trabajo con chavales más pequeños y al lado de casa-. Mientras leía ésta noticia con él no he podido evitar imaginármelo primero como víctima y después como verdugo.
Estoy convencida de que estos tres agresores no habrían pegado ni robado a nadie si no hubieran bebido o si hubiesen estado solos. Pero en grupo, aunque sea tan pequeño como un trío, los jóvenes son capaces de sacar lo más sucio de sí mismos. Y lo peor es que suelen actuar así para «quedar bien» delante de sus colegas.